Comentamos la excelente grabación que, de Las Hadas, realizó Wolfgang Sawallisch en 1983 en la Ópera Estatal de Baviera con los conjuntos de la Radio bávara. Una versión ligeramente recortada (pero sin perder material temático) que más de treinta años después sigue siendo un referente.
Las obras de juventud de Wagner demuestran ya a un compositor genial que, aunque bebe de diversas fuentes, empieza a manifestar ideas propias. Con tan solo veinte años concluyó esta partitura, su primera ópera completa después de la abandonada La Boda. La obra muestra influencia predominante de Carl Maria von Weber, pero también de Beethoven y de Mozart, reminiscencias que Wolfgang Sawallisch asume para realizar una lectura viva, elegante y sutil con un reparto notable y entregado a la tarea.
DURACIONES:
Acto I:
Acto II:
Acto III:
Total:
En 1983 se conmemoraba el centenario de la muerte de Wagner, llevándose a cabo diversos homenajes a nivel mundial. El Festival de Bayreuth apostó por el conocido como Anillo británico en una producción naturalista de Peter Hall, director del Royal National Theatre, con Georg Solti en el podio, todo un mito en aquél momento, pues su Tetralogía en estudio con la Filarmónica de Viena era dueña y señora indiscutible de la discografía wagneriana1. En Munich era Director Musical General de la Ópera Estatal de Baviera Wolfgang Sawallisch, wagneriano hasta la médula, quien a sus sesenta años decidió dirigir las trece óperas del compositor a lo largo del año. Por aquél entonces su bagaje wagneriano era muy sólido, había debutado en Bayreuth en 1957 con treinta y cuatro años dirigiendo Tristán e Isolda y desde entonces venía dirigiendo este repertorio con regularidad. Pertenecía a ese grupo que se ha venido en llamar directores latinos, no por su origen sino por sus tempi vivos y dúctiles, que tanto gustaban a Wieland Wagner.
Total:
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Wolfgang Sawallisch. |
Sus interpretaciones del corpus wagneriano a lo largo de aquél año han pasado a la Historia más por un tour de force que por unas interpretaciones antológicas, pero sí supusieron una contribución importante: la ejecución en óptimas condiciones (interpretativas y de material musical, sin cortes abusivos), de las tres obras de juventud del compositor, que a la postre fueron las únicas que se editaron de aquella maratoniana labor. Además, en 1983 ya existía el sistema digital de grabación (DDD), con lo que fueron recogidas en excelentes condiciones sonoras. Ello no quiere decir que la contribución wagneriana de Sawallisch -director honesto, quizás falto de esa pátina de genialidad que envuelve a unos pocos elegidos- se reduzca a dichas obras, pues nos encontramos ante la única batuta que ha grabado las trece óperas wagnerianas2, si bien en momentos y lugares muy diferentes3.
Las Hadas fue un caso atípico aquél año, pues fue el único título ofrecido en versión de concierto, en dos interpretaciones que tuvieron lugar los días 25 y 26 de junio. Además, la orquesta elegida no fue la titular del teatro, sino la también excelente de la Radio de Baviera, junto con su Coro. A juicio de su director no iba a resultar tarea fácil adecuar al pensamiento del siglo XX una trama de cuento. Además, vocalmente es la menos wagneriana de todo el corpus, planteando la disyuntiva de si las obras de juventud han de ser interpretadas con voces verdaderamente wagnerianas o las genéricas del repertorio romántico alemán, de manera que su elenco sea el que podría emplearse en una ópera de Weber, Schubert o Schumann. También plantea la cuestión del sonido orquestal -¿cuerda redonda y poderosa y metales brillantes o acercamiento a los primeros románticos?-. Sawallisch ofrece unas Hadas en su contexto, no convirtiendo la partitura en lo que no es. Y precisamente en eso radica el mérito de esta versión y de la obra en general, porque con los medios vocales y orquestales del primer romanticismo se muestra una obra brillante, con pasajes verdaderamente geniales, una orquestación elegantísima y, en definitiva, las primeras muestras del primer genio wagneriano. Lo mismo se puede decir del elenco, aprovechando además a algunos cantantes que, habiendo cantado Wagner con éxito, han abordado repertorios mucho más líricos. Es el caso del gran Kurt Moll como Rey de las Hadas (el Sarastro por antonomasia en La flauta mágica de Mozart), Cheryl Studer en el secundario papel de Drolla (quien abordó papeles mozartianos, belcantistas, verdianos y veristas con solvencia) o el también todoterreno Jan-Hendrik Rootering como Gernot, el escudero del protagonista. El resto de papeles fue cubierto por habituales de la Ópera Estatal de Baviera, con un resultado redondo y vocalmente homogéneo. Los únicos peros que pueden ponerse al reparto vienen de manos de los protagonistas, John Alexander y Linda Esther Gray, un punto inferior al resto del elenco pero sin deslucir el resultado.
El registro presenta algunos cortes debidos al propio Sawallisch, fundamentalmente reexposiciones temáticas en las arias o en la orquesta, recortando los concertantes o la introducción orquestal del primer acto, de manera que la obertura deja de ser una pieza exenta para atacar al coro del primer acto. Además, la gran escena de Ada del segundo acto está cambiada de lugar. Estas cuestiones se analizan en el artículo genérico sobre la obra.
LA DIRECCIÓN
Wolfgang Sawallisch ha sido habitualmente calificado como un director solvente pero no genial, afirmación que compartimos. Con él todo esta en su sitio y más aún, hay elegancia y poesía en muchos pasajes. La ventaja es que Sawallisch es muy homogéneo en todo lo que dirige, por lo que tratándose de una obra de juventud raramente interpretada, lo que es una solvente labor se convierte en un trabajo sobresaliente.
La música fluye ligera, impregnada del halo del primer Romanticismo, con estudiada distribución de planos sonoros y maderas y trompas redondeadas sumamente elegantes, lo que funciona muy bien en una obra con varios pasajes de tinte idílico. No así en los momentos más dramáticos, donde la sonoridad puede volverse un poco blanda (preludio del segundo acto, final de acto o monólogo de Arindal en el tercero), huyendo de sonidos cataclísmicos, pero aún así la dirección es equilibrada, coherente y bien planificada.
LOS CUERPOS ESTABLES
Las huestes de la Radio de Baviera demuestran por qué son una de las mejores orquestas del mundo, aun en un momento complicado para la formación: en 1979 Rafael Kubelik había renunciado a la titularidad por razones de edad -si bien continuaba dando conciertos con la agrupación-, y Kirill Kondrashin fue propuesto como sucesor. Por desgracia, falleció meses antes de tomar posesión, en 1981. Hasta el otoño de 1983 no tomaría posesión el que finalmente asumiría la titularidad, Colin Davis, quien en enero de aquél año se embarcó en el proyecto de interpretar Edipo Rey de Stravinsky. En el caso de Las Hadas no es una partitura fácil y es de suponer que la mayoría de los músicos no la habían tocado antes o, en el mejor de los casos, en una ocasión. Ya desde la obertura las exigencias de los violines son altas, como igualmente en el concertante del primer acto. Las maderas y las trompas exigen sutilezas en el fraseo aquí y allá y todos ellos cumplen de manera extraordinaria, siendo aun más meritorio tratándose de un registro en directo procedente de dos funciones.
Otra joya es el coro, perfectamente empastado, terso y firme sin faltarle ductilidad, pues de los triunfantes concertantes finales de los actos primero y tercero a las sutilezas en sotto voce al inicio del primer acto se demanda una formación versátil.
EL ELENCO
Comencemos por lo vocalmente más redondo sin duda alguna: el Rey de las Hadas de Kurt Moll. De voz no muy grande -al menos en comparación con los bajos wagnerianos-, pero más que suficiente para el papel, muy bella, sólida, redonda y con un fraseo elegante, ofrece una prestación de lujo para una parte que, por desgracia, sólo tiene una breve intervención al final del tercer acto.
Jan-Hendrik Rootering compone un Gernot muy convincente, con una buena voz de bajo cantante, dúctil y matizada en el relato del primer acto y al que no le falta simpatía en el dúo con Drolla en el segundo. Una Drolla sobradamente bien servida por Cheryl Studer, la cantante norteamericana afincada en Munich, discípula de Hans Hotter, voz que no siempre ha sido del agrado de todos pero que, personalmente, nos parece una excelente profesional vocal y dramáticamente, con el aliciente de su versatilidad en multitud de repertorios. Una garantía, como mínimo, de solvencia y en bastantes casos, sobresaliente. Junto con el Rienzi del mismo año, también con Sawallisch, es su primera intervención importante en disco, con veintisiete años (le precedió su Ortlinde en la Valquiria de Janoswki tres años antes). Dos años después debutaría en Bayreuth como Elisabeth en el Tannhäuser de Sinopoli.
Los papeles de los distintos miembros de la corte de Tramond son igualmente solventes, sin que tampoco tengan intervenciones especialmente relevantes. El general Morald y el noble Gunther están cantados por el barítono Roland Hermann y el tenor Norbert Orth, respectivamente4, ambos habituales del teatro muniqués en su momento. Por su parte, la hermana de Arindal, Lora, está cantada por June Anderson, en uno de sus primeros registros discográficos -contaba con treinta años-. La voz es la de una soprano lírica pura, delicada y manejada con buen oficio, aunque no sé hasta que punto hubiera sido más adecuada la Studer en el papel de la valerosa princesa y la Anderson en el de su doncella Drolla. Ha grabado bastante a lo largo de su carrera y curiosamente papeles de lo más variado: aunque destacan papeles belcantistas italianos y ópera francesa, tiene en su haber obras de Albinoni a Bernstein, incluyendo la Daphne straussiana al final de su carrera. El general traidor Harald está bien cantado por Karl Helm.
Completan el reparto los anecdóticos mensajero (Friedrich Lenz) en el segundo acto y la voz del mago Groma en el tercero (Roland Bracht), también correctos.
Si hasta aquí el reparto es magnífico, las dudas llegan con la pareja protagonista, John Alexander (Arindal) y Linda Esther Gray (Ada). Alexander (1923-1990) era un belcantista habitual del Metropolitan, donde llegó a cantar 379 representaciones. Su emisión es afilada y resulta monocromático, asentado en un continuo mezzoforte-forte. Ahora bien, si consideramos que no era la primera opción para estas funciones, sino que hubo de reemplazar en el último momento al cantante inicialmente propuesto (parece ser que no ha trascendido quien fue el originalmente previsto), que es un papel inhabitual y que aquél año cumplía sesenta años, no se le puede negar arrojo. Sus seguridad cantando es absoluta, sin vacilaciones, y su emisión, no demasiado grata, resulta dramáticamente muy convincente en el monólogo del tercer acto, cargado de desesperación (no así en otros momentos, como en su intervención final, donde se echa en falta algo más de lirismo y variedad de matices). El registro más conocido de Alexander es, sin duda, la Norma con Joan Sutherland en estudio con Richard Bonynge dirigiendo a la London Symphony, un registro de 1964, diecinueve años antes de esta interpretación, mucho mejor por estilo y voz.
Por otro lado, Linda Esther Gray, soprano elogiada por la crítica británica, no es precisamente una revelación canora (fue la Isolda en el Tristán de Reginald Goodall, grabado dos años antes y jaleado por la crítica británica, aunque objetivamente sea una grabación perfectamente prescindible y hoy descatalogada)5. Ciertamente tiene aliento dramático, con una electrizante intervención en el segundo acto y la voz suena tersa y firme, pero su constante mezzoforte-forte, algunos agudos calantes y algunas frases más gritadas que cantadas hacen que su intervención, sin desmerecer la grabación, esté un punto por debajo del resto del elenco, al igual que su compañero protagonista. Aunque al igual que éste, tampoco se encontraba ya en su mujer momento vocal, pues un año antes había dejado los escenarios por una enfermedad que me ha sido imposible concretar.
CONCLUSIÓN
Aun con estos peros finales, el registro sigue siendo una magnífica primera opción, aunque normalmente haya estado a un precio alto debido a la escasísima competencia existente. Una destacada contribución de Sawallisch a la discografía wagneriana en óptimas condiciones sonoras que con los años no ha envejecido.
MARZO DE 2017.
Las Hadas fue un caso atípico aquél año, pues fue el único título ofrecido en versión de concierto, en dos interpretaciones que tuvieron lugar los días 25 y 26 de junio. Además, la orquesta elegida no fue la titular del teatro, sino la también excelente de la Radio de Baviera, junto con su Coro. A juicio de su director no iba a resultar tarea fácil adecuar al pensamiento del siglo XX una trama de cuento. Además, vocalmente es la menos wagneriana de todo el corpus, planteando la disyuntiva de si las obras de juventud han de ser interpretadas con voces verdaderamente wagnerianas o las genéricas del repertorio romántico alemán, de manera que su elenco sea el que podría emplearse en una ópera de Weber, Schubert o Schumann. También plantea la cuestión del sonido orquestal -¿cuerda redonda y poderosa y metales brillantes o acercamiento a los primeros románticos?-. Sawallisch ofrece unas Hadas en su contexto, no convirtiendo la partitura en lo que no es. Y precisamente en eso radica el mérito de esta versión y de la obra en general, porque con los medios vocales y orquestales del primer romanticismo se muestra una obra brillante, con pasajes verdaderamente geniales, una orquestación elegantísima y, en definitiva, las primeras muestras del primer genio wagneriano. Lo mismo se puede decir del elenco, aprovechando además a algunos cantantes que, habiendo cantado Wagner con éxito, han abordado repertorios mucho más líricos. Es el caso del gran Kurt Moll como Rey de las Hadas (el Sarastro por antonomasia en La flauta mágica de Mozart), Cheryl Studer en el secundario papel de Drolla (quien abordó papeles mozartianos, belcantistas, verdianos y veristas con solvencia) o el también todoterreno Jan-Hendrik Rootering como Gernot, el escudero del protagonista. El resto de papeles fue cubierto por habituales de la Ópera Estatal de Baviera, con un resultado redondo y vocalmente homogéneo. Los únicos peros que pueden ponerse al reparto vienen de manos de los protagonistas, John Alexander y Linda Esther Gray, un punto inferior al resto del elenco pero sin deslucir el resultado.
El registro presenta algunos cortes debidos al propio Sawallisch, fundamentalmente reexposiciones temáticas en las arias o en la orquesta, recortando los concertantes o la introducción orquestal del primer acto, de manera que la obertura deja de ser una pieza exenta para atacar al coro del primer acto. Además, la gran escena de Ada del segundo acto está cambiada de lugar. Estas cuestiones se analizan en el artículo genérico sobre la obra.
LA DIRECCIÓN
Wolfgang Sawallisch ha sido habitualmente calificado como un director solvente pero no genial, afirmación que compartimos. Con él todo esta en su sitio y más aún, hay elegancia y poesía en muchos pasajes. La ventaja es que Sawallisch es muy homogéneo en todo lo que dirige, por lo que tratándose de una obra de juventud raramente interpretada, lo que es una solvente labor se convierte en un trabajo sobresaliente.
La música fluye ligera, impregnada del halo del primer Romanticismo, con estudiada distribución de planos sonoros y maderas y trompas redondeadas sumamente elegantes, lo que funciona muy bien en una obra con varios pasajes de tinte idílico. No así en los momentos más dramáticos, donde la sonoridad puede volverse un poco blanda (preludio del segundo acto, final de acto o monólogo de Arindal en el tercero), huyendo de sonidos cataclísmicos, pero aún así la dirección es equilibrada, coherente y bien planificada.
LOS CUERPOS ESTABLES
Las huestes de la Radio de Baviera demuestran por qué son una de las mejores orquestas del mundo, aun en un momento complicado para la formación: en 1979 Rafael Kubelik había renunciado a la titularidad por razones de edad -si bien continuaba dando conciertos con la agrupación-, y Kirill Kondrashin fue propuesto como sucesor. Por desgracia, falleció meses antes de tomar posesión, en 1981. Hasta el otoño de 1983 no tomaría posesión el que finalmente asumiría la titularidad, Colin Davis, quien en enero de aquél año se embarcó en el proyecto de interpretar Edipo Rey de Stravinsky. En el caso de Las Hadas no es una partitura fácil y es de suponer que la mayoría de los músicos no la habían tocado antes o, en el mejor de los casos, en una ocasión. Ya desde la obertura las exigencias de los violines son altas, como igualmente en el concertante del primer acto. Las maderas y las trompas exigen sutilezas en el fraseo aquí y allá y todos ellos cumplen de manera extraordinaria, siendo aun más meritorio tratándose de un registro en directo procedente de dos funciones.
Otra joya es el coro, perfectamente empastado, terso y firme sin faltarle ductilidad, pues de los triunfantes concertantes finales de los actos primero y tercero a las sutilezas en sotto voce al inicio del primer acto se demanda una formación versátil.
EL ELENCO
Comencemos por lo vocalmente más redondo sin duda alguna: el Rey de las Hadas de Kurt Moll. De voz no muy grande -al menos en comparación con los bajos wagnerianos-, pero más que suficiente para el papel, muy bella, sólida, redonda y con un fraseo elegante, ofrece una prestación de lujo para una parte que, por desgracia, sólo tiene una breve intervención al final del tercer acto.
Jan-Hendrik Rootering compone un Gernot muy convincente, con una buena voz de bajo cantante, dúctil y matizada en el relato del primer acto y al que no le falta simpatía en el dúo con Drolla en el segundo. Una Drolla sobradamente bien servida por Cheryl Studer, la cantante norteamericana afincada en Munich, discípula de Hans Hotter, voz que no siempre ha sido del agrado de todos pero que, personalmente, nos parece una excelente profesional vocal y dramáticamente, con el aliciente de su versatilidad en multitud de repertorios. Una garantía, como mínimo, de solvencia y en bastantes casos, sobresaliente. Junto con el Rienzi del mismo año, también con Sawallisch, es su primera intervención importante en disco, con veintisiete años (le precedió su Ortlinde en la Valquiria de Janoswki tres años antes). Dos años después debutaría en Bayreuth como Elisabeth en el Tannhäuser de Sinopoli.
Los papeles de los distintos miembros de la corte de Tramond son igualmente solventes, sin que tampoco tengan intervenciones especialmente relevantes. El general Morald y el noble Gunther están cantados por el barítono Roland Hermann y el tenor Norbert Orth, respectivamente4, ambos habituales del teatro muniqués en su momento. Por su parte, la hermana de Arindal, Lora, está cantada por June Anderson, en uno de sus primeros registros discográficos -contaba con treinta años-. La voz es la de una soprano lírica pura, delicada y manejada con buen oficio, aunque no sé hasta que punto hubiera sido más adecuada la Studer en el papel de la valerosa princesa y la Anderson en el de su doncella Drolla. Ha grabado bastante a lo largo de su carrera y curiosamente papeles de lo más variado: aunque destacan papeles belcantistas italianos y ópera francesa, tiene en su haber obras de Albinoni a Bernstein, incluyendo la Daphne straussiana al final de su carrera. El general traidor Harald está bien cantado por Karl Helm.
Completan el reparto los anecdóticos mensajero (Friedrich Lenz) en el segundo acto y la voz del mago Groma en el tercero (Roland Bracht), también correctos.
John Alexander |
Linda Esther Gray |
CONCLUSIÓN
Aun con estos peros finales, el registro sigue siendo una magnífica primera opción, aunque normalmente haya estado a un precio alto debido a la escasísima competencia existente. Una destacada contribución de Sawallisch a la discografía wagneriana en óptimas condiciones sonoras que con los años no ha envejecido.
MARZO DE 2017.
1 La historia es conocida y no tuvo un final feliz: Solti puso pegas a todo aquél año, se mostró incómodo en el foso cubierto y se enemistó con los músicos de la orquesta, quienes llegaron a plantear a Wolfgang Wagner un o nosotros o él, lo que provocó que Peter Schneider tuviera que hacerse cargo de la batuta al año siguiente. Además, el Sigfrido propuesto inicialmente, Reiner Goldberg (en quien se tenían puestas grandes esperanzas), tuvo miedo al debutar el personaje y hubo de ser sustituido en el último momento por el insuficiente Manfred Jung, quien ya había cantado en el anterior Anillo de Boulez/Chérau con malas críticas.
2 Sólo otro director ha grabado las tres óperas de juventud: Sebastian Weigle, entre 2011 y 2014, con su agrupación titular, la de la Ópera de Frankfurt. Solti, Barenboim y Janowski han grabado completo el Canon de Bayreuth, pero nunca las tres obras juveniles.
3 Comenzando por las grabaciones oficiales: Holandés en Bayreuth 1961 (Philips) y dos veces en la Ópera Estatal de Baviera -en 1974 en estudio para la realización en vídeo de DG y en 1991 para EMI-; Tannhäuser en Bayreuth 1961 (la histórica con Wolfgang Windgassen, Victoria de los Ángeles, Grace Bumbry y Dietrich Fischer-Dieskau, editada por Orfeo -en sonido monoaural pero digno-) y en 1962 (Philips); Lohengrin en Bayreuth 1962 (Philips); Maestros en estudio con los conjuntos de la Ópera Estatal de Baviera en 1993 (EMI) y el Anillo ídem en 1989 (EMI) -en su momento en vídeo, hoy sólo se encuentra el audio-. No hay grabaciones oficiales de Tristán y Parsifal, pero del primero han circulado las de los Festivales de 1957 y 1958 (con Windgassen y la Nilsson), editadas por Goldem Melodram y Myto, respectivamente. Del segundo existe un registro con los conjuntos de la RAI de Roma en 1970 editado por Myto. Además, algunas grabaciones no oficiales hoy son históricas, como el Holandés de Bayreuth 1959 (con George London y Leonie Rysanek), editada por Opera d'Oro o el posterior de 1966 en el mismo sello, grabado en La Scala, con Rysanek y Franz Crass.
3 Comenzando por las grabaciones oficiales: Holandés en Bayreuth 1961 (Philips) y dos veces en la Ópera Estatal de Baviera -en 1974 en estudio para la realización en vídeo de DG y en 1991 para EMI-; Tannhäuser en Bayreuth 1961 (la histórica con Wolfgang Windgassen, Victoria de los Ángeles, Grace Bumbry y Dietrich Fischer-Dieskau, editada por Orfeo -en sonido monoaural pero digno-) y en 1962 (Philips); Lohengrin en Bayreuth 1962 (Philips); Maestros en estudio con los conjuntos de la Ópera Estatal de Baviera en 1993 (EMI) y el Anillo ídem en 1989 (EMI) -en su momento en vídeo, hoy sólo se encuentra el audio-. No hay grabaciones oficiales de Tristán y Parsifal, pero del primero han circulado las de los Festivales de 1957 y 1958 (con Windgassen y la Nilsson), editadas por Goldem Melodram y Myto, respectivamente. Del segundo existe un registro con los conjuntos de la RAI de Roma en 1970 editado por Myto. Además, algunas grabaciones no oficiales hoy son históricas, como el Holandés de Bayreuth 1959 (con George London y Leonie Rysanek), editada por Opera d'Oro o el posterior de 1966 en el mismo sello, grabado en La Scala, con Rysanek y Franz Crass.
4 Este último fue Augustin Moser en los Maestros de Varviso en Bayreuth en las ediciones de 1973 y 1974 (éste último editado en su momento por Philips y ahora por DECC) y Loge en el Anillo de Peter Schneider de 1984.
5 La BBC, en un artículo que puede leerse aquí, habla incluso de que se esperaba que fuese la nueva Callas. Probablemente haya influido el hecho de tratarse, en su momento, de una cantante popular, que aparecía en el programa de la BBC Three's Company además de en otros programas que no tenían que ver con la música.
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