PARSIFAL / BAYREUTH 2017

PARSIFAL / Festival de Bayreuth, 27 de julio de 2017
Otras representaciones: 5, 14, 21 y 25 de agosto
Producción de Uwe Eric Laufenberg estrenada en 2016 / Decorados: Gisbert Jäkel. Vestuario: Jessica Karge. Dramaturgia: Richard Lorber. Iluminación: Reinhard Traub. Vídeo: Gérard Nizi
Dirección musical de Hartmut Haenchen (director del coro: Eberhard Friedrich)
Reparto: Ryan McKinny (Amfortas), Günther Groissböck (Titurel, en sustitución de Karl-Heinz Lehner), Georg Zeppenfeld (Gurnemanz), Andreas Schager (Parsifal), Derek Welton (Klingsor), Elena Pankratova (Kundry), Tansel Akzeybek (primer caballero del Grial), Timo Riihonen (segundo caballero del Grial), Alexandra Steiner (primer escudero y muchacha-flor), Mareike Morr (segundo escudero y muchacha-flor), Paul Kaufmann (tercer escudero), Stefan Heibach (cuarto escudero), Netta Or (muchacha-flor), Katharina Persicke (muchacha-flor), Bele Kumberger (muchacha-flor), Sophie Rennert (muchacha-flor), Wiebke Lehmkuhl (solo).
Minutación: Acto I: 100'11 / Acto II: 65'17 / Acto III: 68'12 / Total: 233'40 (3 h 53 min).
Todas las imágenes de este artículo son propiedad del Festival de Bayreuth (www.bayreuther-festspiele.de). Únicamente se muestran para fines divulgativos.
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Parsifal o el misticismo en el siglo XXI

            Tercer día de Festival. Frank Manhold desde la Radio de Baviera volvía a llevar las riendas de la retransmisión y anunciaba nuevamente la indisposición de Karl-Heinz Lehner, Titurel en el día de hoy, sustituido por Günther Groissböck, sólido bajo al que ya escuchamos en Maestros dos días antes. En esta ocasión, el reparto que tan buenos resultados dio el año pasado, ha tenido dos cambios, fruto de las circunstancias: Klaus Florian Vogt ahora es Walther en Maestros, mientras que Gerd Grochowski (Klingsor), fallecía repentinamente el pasado mes de enero. Andreas Schager y el debutante Derek Welton les sustituyen. En el podio Hartmut Haenchen y sobre el escenario la emotiva producción de Uwe Eric Laufenberg. 

            El montaje se grabó en vídeo en la pasada edición y Deutsche Grammophon la sacó al mercado el pasado día 21. Es una puesta en escena eficaz -aunque alguna situación escénica se resuelve de forma un tanto simple-, que se deja ver con interés, alejada de la provocación gratuita y centrando la escena en nuestros días, en una iglesia situada en Siria, donde una comunidad de monjes sobrevive como puede en medio del conflicto y acompañando a la población que busca refugiarse en el templo. El islamismo radical y la intolerencia encuentran varias referencias, desde una Kundry con burka en el primer acto a unas muchachas-flor sacadas de un harén en una casa de claro estilo árabe o un Klingsor que tiene secuestrado a un Amfortas vestido con atuendo papal. El cisne atravesado por la flecha es una niño víctima de la contienda. Al final de la obra retorna Parsifal con una lanza transformada en cruz (¿paz frente a la guerra?) y todos han de dejar el lugar, acosados por el conflicto, pero lo hacen unidos, sin distinción de credos -sus simbolos quedan en el ataúd de Titurel-, como una conclusión panreligiosa para el festival escénico sacro.

               El resultado de todo ello es una interpretación muy bien cantada y muy bien dirigida, con un montaje que no empaña la labor musical, y que -a reserva del Anillo, sabiendo por dónde van los tiros- marca el punto más alto de esta edición del Festival.

            Rafael Banús dedicó los dos intermedios a obras poco conocidas de Wagner: su oratorio El ágape de los apóstoles en el primero -relacionado en temática con Parsifal aunque muy anterior- y su Sinfonía en do mayor en el segundo. Hay que reconocer su esfuerzo por complacer al exigente público wagneriano, estando atento no sólo a los repartos y las incidencias, sino también a lo que los medios van publicando. Una labor de documentación en la que está ayudado por Isabel Zamorano y de la que se puede decir que ambos se han tomado en serio.

Hartmut Haenchen el pasado año durante los ensayos de Parsifal.
                Hartmut Haenchen, quien fuera director de la Ópera Nacional de los Países Bajos entre 1986 y 2002, tiene mucho que ofrecer a sus 74 años. Apareció el año pasado como un muy solvente recambio de última hora para Andris Nelsons y este año ha podido disponer de todo el tiempo de ensayo. La pauta es la marcada entonces: lectura clara, diáfana, de tempi vivos -sobre todo el primer acto, más reposado el segundo-, clara disposición de planos sonoros -cuerda amasada que envuelve un metal redondeado y maderas nítidas- y un hacer que bien podríamos calificar de didáctico. Una lectura como la de Haenchen es de las más adecuadas para iniciarse en esta obra, donde todo queda dicho claro, sin excesiva retórica pero tampoco sin pasar por encima de la partitura. Una línea intermedia, con algunos elementos tomados de Pierre Boulez, a quien asistió en el Festival, pero sin llegar a sus planteamientos. El propio Haenchen ha indicado que pretende buscar la sonoridad de Wagner, Richard, no de Wagner, Cósima, a quien atribuye las lecturas recargadas de la partitura. No nos encontramos, por tanto, ante una visión deconstruccionista y analítica, sí ante una visión que pretende clarificar la partitura frente a la interminable retórica que puede hacérsele. En su favor hay que decir que el primer acto de la obra tiene claras influencias de la polifonía del Renacimiento, cuyos cánones interpretativos son los de limpieza y claridad de líneas.

                El preludio en esta ocasión ha tenido mayor peso dramático, frente a algunos pasajes que aparecen limados y sin aristas, que a alguno le podrán resultar asépticos -momentos previos al monólogo de Gurnemanz o la recogida de la sala del Grial-. El acompañamiento a Gurnemanz en sus monólogos -en tempi vivos-, sin embargo, convence, y momentos como la Verwandlungsmusik -un poco melosa debido a esa cuerda amasada- y toda la escena hasta la intervención de Titurel o la escena final -sutiles filigranas en maderas y arpas-, no pueden calificarse sino de extraordinarias, arrebatadoras en intensidad. Las campanas resuenan vibrantes con una sonoridad casi fílmica, como pocas veces se ha oído -ese repique lejano mientras suenen en las maderas los acordes, que, emulando a un órgano, cierran el primer acto-. Será el último año que escuchemos a Haenchen en el Festival -probablemente por edad-, pues ya se ha anunciado que Semyon Bychkov tomará su relevo el año que viene, otra de las grandes batutas pendientes de dirigir en la Verde Colina, y lo que con casi seguridad supondrá tempi más reposados y una visión más ascética.

Parsifal (Andreas Shager) y las muchachas-flor.
         Andreas Schager como Parsifal suena entregado, juvenil e impetuoso. La voz es la de un spinto, bastante dúctil, quizás falto de un poco de peso en los momentos más intensos del acto segundo (Amfortas! Die wunde!), pero corre bien por la partitura y llega fresco y sin apuros al final. Desde hace un par de años, el austriaco se ha lanzado a cantar casi en exclusiva el repertorio pesado wagneriano (Sigfrido -desde que Barenboim le diera a conocer en 2013-, Tannhäuser y Tristán) y de momento, sin ser un verdadero tenor heroico, parece que le va bien.

       Georg Zeppenfeld es, por segundo año, Gurnemanz. De timbre diáfano, noble y bello, su voz discurre por la partitura cómoda, con la misma luminosidad que lo hace la lectura de Haenchen. El fraseo es elegantísimo, prestando gran atención a lo que se dice y cómo se dice. La voz de Zeppenfeld no es especialmente grande, pero proyectada adecuadamente -en un teatro que siempre ha beneficiado a los buenos cantantes- le permite jugar con gran variedad de dinámicas sin perder potencia. De los pianos a los fortísimos todo se escucha claramente. Una pena que el año que viene no repita en el papel, pues ya se ha anunciado que será el Rey Enrique en la nueva producción de Lohengrin dirigida por Thielemann (ya lo fue en la anterior, comandada por Andris Nelsons y que se estrenó en 2010). Será sustituido por Günther Groissböck, otro de los valores habitual del Festival, y que en esta función se hace cargo de Titurel, de manera sobresaliente.

             Elena Pankratova es una sobresaliente Kundry en lo vocal. En escena, sus ademanes matroniles pueden restarle credibilidad, y la profundización psicológica en el personaje tampoco es extraordinaria pero, en conjunto gana lo estrictamente musical. Se muestra cómoda en la compleja tesitura, frasea con naturalidad y evita caer en el histrionismo al que es tan fácil recurrir en este papel.

               El Amfortas de Ryan McKinny me parece muy notable, no sólo en lo vocal sino también en lo actoral, como puede comprobarse en el registro en vídeo. Me resultan muy extrañas algunas opiniones que pudieron leerse el pasado año en la crítica española calificando con bastante poca fortuna a McKinny, incluso alguna diciendo directamente que no podía con el papel. La voz es potente, uniforme, con fiato más que suficiente para cantar frases largas y su actuación doliente no compromete la línea de canto.


Amfortas (Ryan McKinny, sobre la pila bautismal que preside la sala del Grial, con corona de espinas y estigmas.
Detrás del velo que separa la estancia entrevemos a Titurel como una sombra, no sólo física, sino también
psicológica para Amfortas, de la que no puede librarse.


Derek Welton como Klingsor.
                Muy bueno el Klingsor de Derek Welton. El australiano se ha integrado recientemente en el elenco estable de la Deutsche Oper de Berlín, donde ha cantado algunos papeles importantes, como el Wotan del Oro, y goza de la confianza de Thielemann en Dresde, con quien en el último año ha cantado el Heraldo en Lohengrin y Donner en el Oro. Poseedor de una voz potente y vibrante, cuenta con medios sobrados para que el desagradecido papel sea interesante al oyente, con intensidad, lejos del estereotipo del acomplejamiento y dentro de una línea de canto equilibrada. Habrá que seguir a este cantante, puede depararnos sorpresas agradables en el futuro.

                 Correcta Wiebke Lehmkuhl en el solo del final del primer acto.

               Correctos los secundarios y bien cantadas las muchachas-flor, procurando un canto redondeado alejado de sonoridades chillonas. Espectacular el coro, demostrando ser dueño y señor de la partitura.


(toma digital sin pérdida de calidad, en formato .flac, procedente de la Radio de Baviera)
Se han remplazado los enlaces por otros de mejor calidad el 27 de agosto.

28 DE JULIO DE 2017.

3 comentarios:

  1. A mí también me ha gustado escucharla por la radio. Sobre el sonido, en el ordenador con altavoces, lo encuentro muy bien. Conozco a un señor que todos los años utiliza Radio Bartok para bajarse cada drama. Lo que yo no sabía es que las radios utilizaban un vitraje tan grande, flac, pensaba que era mp3 y no siempre de 320. Si son flac-flac, estoy por quemar lo que más me me guste. Ya veremos el <Ring.

    Otro amigo prefiere el mp3 de 320 porque ocupa menos y dice que se escucha igual. En esto hay opiniones varias hasta llegar al flac digital, como es tu caso.

    Gracias de nuevo.

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  2. Desconozco a cuánto emite cada emisora. Por regla general, la Radio de Baviera, Bartok Radio y la de Rumanía son las que tienen mejor calidad, mejor que Radio Clásica. Yo los guardo en .flac dado que utilizo un disco duro externo para ello, con lo cual no tengo problemas de espacio en el ordenador, y porque en mp3 de 320 sí que le noto pequeñas diferencias en los momentos de mayor densidad cuando conecto los altavoces del equipo de música.

    Los extractos que pongo al principio de cada entrada sí son mp3, no flac.

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