Maestros para la Historia (Hans Knappertsbusch, Bayreuth 1952)

Tras la inauguración del Nuevo Bayreuth en 1951, Maestros pasó de Karajan a Knappertsbusch, quien sentó cátedra al frente de la obra, en una lectura histórica.

Festspielhaus Bayreuth, 30 de julio de 1952
Hans Knappertsbusch

Hans Sachs: Otto Edelmann
Walther von Stolzing: Hans Hopf
David: Gerhard Unger
Eva: Lisa della Casa
Magdalena: Ira Malaniuk
Sixtus Beckmesser: Heinrich Pflanzl
Veit Pogner: Kurt Böhme
Kunz Vogelgesang: Karl Terkal
Konrad Nachtigall: Walter Stoll
Fritz Kothner: Wener Falhauber
Balthasar Zorn: Josef Janko
Augustin Moser: Gerhard Stolze
Hermann Ortel: Theo Adam
Ulrich Eisslinger: Karl Mikorey
Hans Schwarz: Heinz Borst
Hans Foltz: Max Kohl
Ein Nachwächter: Gustav Neidlinger
Dirección: Excepcional
Elenco:
Sonido:
          

Kna se había reído del halo de exclusividad que envolvió a Karajan y al productor de EMI Walter Legge en su desembarco en el Festival de 1951 y, en particular, grabando Maestros. Un año después la obra pasó a sus manos y, con mucha más discreción y sin tanto despliegue, dejó una histórica lectura con un reparto muy similar al de su antecesor. Esta interpretación a veces queda relegada a un segundo plano o a ser un complemento de la del año anterior, escondiendo lo que a todas luces es un hito histórico.

Para el Festival de 1952, sin Novena de Beethoven y con Furtwängler no queriendo coincidir con Karajan, a éste y a Kna se unió Joseph Keilberth, director de la Orquesta Sinfónica de Bamberg, con quien los hermanos Wagner habían contactado el año anterior pero que sus compromisos con el Festival de Ópera de Munich le habían impedido cuadrar agenda. A las obras presentadas en 1951 se añadió Tristán en producción de Wieland, que fue asignada a Karajan. El Anillo pasó a Keilberth y Kna conservó Parsifal y se hizo cargo de Maestros, de la que el año anterior había dirigido la última función sustituyendo a Karajan y obteniendo la admiración de músicos y público1. No en vano, el año anterior se había publicado su registro de estudio para DECCA con la Filarmónica de Viena, por lo que es probable que se creciese ante la competencia que acababa de salir al mercado: la grabación que EMI había realizado utilizando las funciones que Karajan había dirigido el año anterior. Además, la conjunción de la clásica producción de Rudolf Otto Hartmann y Kna en el foso hicieron que Maestros fuera la obra con mayor ocupación, 91%, aun siendo el título más programado -7 funciones frente a 5 de Tristán y de Parsifal y a los dos ciclos del Anillo-2.

Della Casa (Eva), Edelmann (Sachs) y Hopf (Walther)
        El reparto, con algunos cambios, mantenía la esencia del año anterior. Ausente Karajan de Maestros y del Anillo, Elisabeth Schwarzkopf dejó Bayreuth. No en vano, su presencia había estado motivada por los intereses discográficos de su esposo, Walter Legge. Eva fue asumida por otra straussiana, Lisa della Casa, paradójicamente cantante de DECCA y tradicional rival de la Schwarzkopf. La soprano suiza había impresionado el año anterior en la Ópera Estatal de Baviera con su encarnación de Arabella. En el repertorio wagneriano no se prodigó mucho, si bien dejó dos encarnaciones antológicas del rol: ésta y la del Festival de Ópera de Munich de 1955, también con Kna (Orfeo). También apareció en 1959 en el Metropolitan como Elsa3Frederick Dalberg dejó Bayreuth y el rol de Pogner pasó a manos de Ludwig Weber, bajo oficial en los primeros años del Nuevo Bayreuth. Como aquél verano tenía la agenda desbordada -cantaba además Marke, Fasolt y Gurnemanz-, se repartió las funciones con Kurt Böhme, quien aquél año cantaba Fafner y Titurel. Tampoco repitió Erich Kunz, pero Beckmesser fue asumido por otro cantante de la vieja escuela, Heinrich Pflanzl, quien el año anterior había sido Kothner y había asumido el rol del escribano en la última representación, dirigida por Kna. El rol de Kothner pasó a manos del joven barítono Werner Faulhaber, muy apreciado y que el año anterior había cantado el sereno. En general, y sin perjuicio del análisis de cada personaje, podemos decir que los Maestros de Karajan tenían una concepción más cantábile e incluso un punto sofisticada, y estos de Kna presentan una mayor atención al texto y a la tradición interpretativa de la obra.

El registro que comentamos ha estado muy presente en la discografía, siempre de modo no oficial, aprovechando la retransmisión que la Radio de Baviera realizara de la primera función el 30 de julio. Tras las pobres ediciones de Hunt, Arkadia y Cantus, Mucis & Arts publicó en 1997 una remasterización que incluía como bonus un Idilio de Sigfrido con Kna y la Orquesta de la Radio de Colonia grabado el 7 de mayo de 1953. Sin embargo, la edición definitiva vino poco después de la mano de Golden Melodram, nítida y limpia, que reprodujo en 2003 Archipel en su serie Desert island collection, y que volvió a reeditar en 2009 y 2021. El sonido monoaural de Golden Melodram y Archipel mejora al registro de 1951: no presenta soplido ni ruidos escénicos, el balance es muy natural, hay más espacio entre secciones orquestales y  permite apreciar un sinfín de detalles. El público disfrutó de una velada histórica en la que aplaudía aun antes de finalizar cada uno de los actos, algo completamente excepcional en Bayreuth.

Kna nos deja aquí no sólo una lectura excepcional de la obra entre todas las de la discografía sino que, para quien estas líneas escribe, su mejor dirección de Maestros de entre los cuatro registros de que disponemos -los otros son la de estudio en Viena y la del Festival de Ópera de Munich ya aludidas, a las que se suma la del Festival de Bayreuth de 1960 (Orfeo)-. Es la más lenta -y respecto a Karajan el año anterior supone 9 minutos más-, pero ello no es sinónimo de pesadez o acartonamiento, sino de lirismo y evocación sincera de un pasado dulce y entrañable. Franconia en música, con cada una de las atmósferas perfectamente traducidas y con una orquesta que se pliega sin reservas y con magnífica precisión al Sumo Sacerdote wagneriano. Ya desde el preludio comprobamos cómo la representación va a discurrir con tempi cómodos, y la par se nos revela ensoñadora, a nuestro juicio la más alta de toda la Historia de la discografía, particularmente el preludio -atentísima articulación en el desarrollo, a partir del 5:57 cellos y vientos, la contestación de los cellos en la reexposición en 7:21 o flautas y violines en la coda (9:20), la reexposición es maravillosa, con unos violines que son puro aire fresco (6:49) o la triunfante entrada de las trompetas con el tema principal junto a una cuerda que fluye generando tensión. El solo de cello se escucha en todo momento en el contexto de un coro inicial cargado de religiosidad y un punto de nostalgia. A destacar la atmósfera que se genera en la escuela de canto, de creciente consternación para los maestros -maravillosos en su dudar (CD2, pista 1, 5:11)- y de pasión para Walther, que acaba abandonando con enfado la iglesia de Santa Catalina.

El segundo acto es todo un alarde de detalles. Se abre con atmósfera de fiesta popular pero con sonoridad opulenta, con esa grave tan característico de Kna. La fuerza dramática del director está presente en el encuentro entre Eva y Magdalena, donde la primera se muestra inquieta por el resultado cosechado por su amado. Sigue un monólogo de las lilas cargado de ensoñación y un dúo de Eva y Sachs donde la batuta es capaz de transmitir todas las emociones de los personajes -enamoramiento y pasión ella, simpatía por el caballero pero también saber mantenerse firme en su posición de maestro cantor él, acumulando tensión hasta declarar Sachs Sein Glück ihm anderswo erblüh! -¡Que se vaya a otra parte!-. La socarrona canción de Sachs está acompañada con una atentísima precisión rítmica sin que ello suponga encorsetamiento alguno, y la fuga de final de acto es todo un alarde de aliento dramático y claridad de líneas -se escucha claramente la entrada de David (CD3, pista 1, 6:05) y acto seguido el tema en los violines (pista 2)-. El público, divertido, está impaciente por aplaudir, lo que hace antes de que suene el último acorde. Emocionadísimo público que, una vez más, irrumpe en aplausos antes de concluir la música.

Final de la obra, con Sachs (Edelmann) cogiendo de la mano
a Eva y Walther (Della Casa y Hopf)
        El tercero se abre con una lectura paladeada y ensoñadora que se torna rítmica y muy precisa en la incursión de Beckmesser en la casa de Sachs, a la que sigue un sobrio pero maravilloso quinteto y una poderosa transición hacia la pradera, muy bien calculada dramáticamente. Escena de la pradera de clara impronta festiva, desbordante y que rezuma sinceridad -Kna se acelera con la entrada de los maestros, muy animada-. Además, la toma recoge de manera más distante el murmullo de la masa coral interactuando que en el año anterior, probablemente porque EMI colocó micrófonos en el escenario y este registro procede de la grabación de la Radio de Baviera. Histórico Wach auf!4. Muy interesante los crescendi que imprime al coro cuando comenta la interpretación de Walther en el concurso mientras éste se encuentra cantando. Emocionante triunfo de Walther, como asimismo la arenga final de Sachs. La intervención final del coro, precedida de unas trompetas triunfantes, apabulla por su fuerza y es histórica.

Edelmann como Sachs anota la canción del premio de Walther.
La imagen corresponde a 1951.
        Otto Edelmann repite su Sachs del año precedente, con sus peculiares características: rotundidad vocal, firmeza dramática y quizás no demasiada simpatía. A pesar de haber sido tildado de tosco y no especialmente poético, vocalmente es un valor seguro: en el monólogo de las lilas (CD2, pista 7) se contagia de la pasión de Kna, mientras que en el de la alusión, si bien comienza un punto prosaico, va ganando introspección y corona su intervención con una buena mezza voce en Johannisnacht! (CD3, pista 7, 5:33). Muy bien en sus pensamientos encontrados para con Eva (CD4, pista 4, 2:25), precedido de unos violines briosos y precisos. Nótese cómo es capaz de pasar de la voz tonante con la que recibe a David frente a la bonhomía que presenta en el bautizo de la canción del premio, siempre sin perder vigor vocal (pista 4, 8:04). Me convence más que el año anterior en su presentación del concurso (pista 9). El punto fuerte es, como en el año precedente, una arenga final mayestática.

Hans Hopf repite como Walther de voz grande y baritonal. Con su entrada en la escuela de canto saludando a Pogner se evidencia que su interpretación aquí va a ser algo más espontánea y menos pulida que con el perfeccionista Karajan, aunque también pudiera deberse a que escuchamos una única función de principio a fin y no una selección de fragmentos de varias funciones. Arrojado en su presentación a los maestros y sin apuros, más allá de un fraseo no especialmente aquilatado, también acomete con arrojo y espontaneidad la canción del premio -mejor cuando acomete la tercera estrofa (CD4, pista 4)-, sonando por momentos leñoso pero efectivo.

Lisa della Casa como Eva
        Lisa della Casa es una Eva cristalina y luminosa, refinadísima, más metida en el rol que su predecesora Schwarzkopf -nótese su inquietud con Magdalena en el segundo acto cuando ésta le relata lo sucedido en la escuela de canto-. Las crónicas narran que tuvo diferencias interpretativas con Kna, quien llegó a ironizar sobre su procedencia suiza5. Pese a ello, ambos acabaron conectando -así, éste ofrece una atmósfera encandiladora cuando ella habla con Sachs en el segundo acto (CD2, pista 8)-. Kna volvió a contar con ella para las representaciones de Munich de 1955. Su O Sachs! sorprende por la pureza de su timbre (CD4, pista 4, 3:59), que también exhibe en el quinteto (pista 5).

Gerhard Unger repite su completo David, más teatral que el año precedente y menos aristocrático. Salía beneficiado con la línea cantábile que Karajan imprimía a sus explicaciones a Walther en el primer acto, pero aquí suena más espontáneo. Modélico en su pregón de la fiesta de San Juan, acompañado con viveza por Kna.

Ira Malaniuk repite su Magdalena del año anterior, cálida, bien cantada y atenta al texto.

Para olvidar el Pogner de Kurt Böhme, un lunar de este registro y de las interpretaciones en el Nuevo Bayreuth en general, en una de las peores apariciones de su discografía. Su monólogo en el primer acto es tosco, con afinación dudosa, muy rudimentario en el fraseo y con detalles de mal gusto. Y ello con un Kna atentísimo en dinámicas y fraseo. En su aparición en el segundo con Eva resulta prosaico.

Heinrich Pflanzl como Beckmesser
        Heinrich Pflanzl asumió el rol de Beckmesser en sustitución de Erich Kunz, probablemente a instancias de Kna. El bajo-barítono salzburgués había sido Alberich el año anterior -un punto vociferante y de vieja escuela- y también el escribano en la última función de Maestros, dirigida por Kna. Wieland le sustituyó por Gustav Neidlinger como nibelungo y Kna le rescató para escribano -también contaría con él para las representaciones de Munich tres años más tarde-. Si como Alberich podemos ponerle reparos, es un Beckmesser con una voz de entidad, más ancha que la de Kunz, menos histrión pero en una concepción más neurótica y cortante del personaje. Ahora bien, Kunz tenía un lirismo superior en la serenata y en el concurso, mientras que Pflanzl desarrolla una interpretación más directa y con una textualidad más marcada -su voz también es menos bella-, aunque se permite cierta ensoñación al comienzo de su participación en el concurso. Su atención al texto es magnífica: pueden escucharse las risas del público en su serenata (CD3, pista 1, 2:55). No tiene el la3 en Daß Nürnberg schusterlich blüh und wachs!, optando por una exclamación (CD4, pista 1, 6:29).

Insospechadamente adecuado Gustav Neidilinger como sereno, con su voz mate, cavernosa y severa, que además comienza lejana para irse aproximando.

Buena corporación de maestros, con voces de entidad. Hay algunos cambios -sale Arlnold van Mill, entra Theo Adam- no significativos. Werner Faulhaber es un Kothner de entidad, que además expone las reglas de la tabulatura con un tono deliberadamente pedante.

Portentoso el Coro, dirigido por Wilhelm Pitz, en una de sus veladas inolvidables. 

El quinteto del tercer acto
        La producción de Hartmann fue retirada de cartel aquél segundo año. Había nacido como un parche ante la insistencia de la Sociedad de Amigos de Bayreuth de que Maestros debía aparecer en cartel el año de la reapertura. Tras ella abandonaron Bayreuth los cantantes de EMI impuestos por Karajan que quedaban -Edelmann, Unger y Hopf-, si bien este último regresaría en la década de los sesenta como Sigfrido y Tannhäuser6.

Kna sólo dirigió Maestros en Bayreuth en 1952 y 1960 -dejando a salvo la última función de 1951-. El reparto de 1960 es superior -Greindl, Windgassen, Grümmer, Adam...- y los tempi de 1960 resultan más flexibles, pero yo no puedo prescindir de la dirección de 1952, absolutamente evocadora y cargada de suave felicidad, la mejor dirección de la Historia. No cabe duda de que estaba más cómodo dirigiendo el tradicional montaje de Hartmann que el minimalista de Wieland. Además, el sonido de 1952 es superior aun cuando el de 1960 sea una edición oficial de Orfeo. La comparación entre Karajan y Kna resulta indiscutiblemente favorable a Kna. En cuanto al reparto, se mueven al mismo nivel sobresaliente en conjunto, si bien en ambos hay algunas debilidades menores: Karajan pulió más a Hopf, probablemente a base de ensayo, pero della Casa ofrece un retrato dramáticamente más completo de Eva que la Schwarzkopf; el Pogner de Böhme es indiscutiblemente inferior al de Dalberg, pero Faulhaber es un Kothner superior, y la corporación de maestros está más pulida en 1952. Asimismo, aunque ni Faulhaber (1951) ni Neidlinger (1952) son las voces más adecuadas para el sereno, gana Neidlinger. En cuanto a Unger, habrá quien prefiera al más aristocrático de 1951 que al más teatral de 1952 o a la inversa. En todo caso, un monumento a la obra wagneriana, una grabación histórica de obligado conocimiento.

OCTUBRE DE 2024.
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1 Es clásica la anécdota que relata el asombro de los miembros de la orquesta cuando vieron a Kna entrar en el foso del Festspielhaus, a lo que este replicó, con su habitual socarronería: ¿Qué les pasa? ¿Creen que no conozco la obra?
2 BAUER, O. G., Die Geschichte der Bayreuther FestspieleDeutscher Kunstverlag, 2016, tomo II, p. 52. Seguido de Parsifal, con un 85% y Tristán con un 81%. El Anillo tuvo una ocupación del 77%. Habría que esperar a 1954 para lograr el ansiado lleno.
3 Existe grabación de este Lohengrin, que se representó con cortes, con Thomas Schippers en el podio y un reparto intrascendente (Walhall, hoy descatalogada), y de otra Eva también en el Metropolitan, en 1963, con el intrascendente Joseph Rosentock dirigiendo y un reparto donde destaca Sándor Kónya como Walther, junto al Sachs, ya veterano, de Edelmann.
4 Kna se reía de la aparatosidad que supuso para Karajan registrar este pasaje.
5 - ¿Dónde nació usted?- le preguntó Kna a la soprano durante un ensayo. - En Berna- respondió. - Ya me lo imaginaba-, replicó Kna. Puede leerse en GÓMEZ RODRÍGUEZ, E. J., El Nuevo Bayreuth de Wieland y Wolfgang Wagner, Ediciones Karussell, 4ª ed., 2014, p. 157.
6 Como curiosidad, indicar que volvió a cantar el rol de Walther con Kna en el Festival: fue en 1960, sustituyendo a un indispuesto Windgassen en la cuarta función de aquél año.

3 comentarios:

  1. Felicidades, estupenda disección de un excelente director.

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  2. Los tres pilares wagnerianos de la discografía de Kna: Parsifal, Anillo y Maestros. El del 51 cuenta con la ventaja de un sonido de estudio y dos magníficos Sachs (Schöffler) y David (Dermota), pero las voces de Walther (Treptow) y Magdalena (Schürhoff) suenan un poco "antiguas". El del 55 para mí es el más redondo, cómico y teatral y con el buen sonido de una fuente radiofónica, aunque el coro y la orquesta son inferiores a los de Bayreuth. El del 60 ya está extensamente comentado en este mismo blog. Un saludo y como siempre enhorabuena por cada magnífico análisis.

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