El Tannhäuser de Konwitschny (1960)

El experimentado y siempre solvente Franz Konwitschny no dejó un legado discográfico muy numeroso, si bien en los últimos años se han ido rescatando grabaciones. En el campo operístico sólo nos han llegado algunas grabaciones wagnerianas, entre las que siempre ha sobresalido este Tannhäuser en versión de Dresde grabado en estudio en 1960 con los cuerpos estables de la Staatsoper de Berlín y un reparto de la era dorada del canto wagneriano.

TANNHÄUSER

Coro y Orquesta de la Staatsoper de Berlín
Franz Konwitschny
(grabación de estudio realizada en octubre de 1960)

Tannhäuser: Hans Hopf
Elisabeth: Elisabeth Grümmer
Venus: Marianne Schech
Wolfram von Eschenbach: Dietrich Fischer-Dieskau
Landgrave: Gottlob Frick
Walther von der Vogelweide: Fritz Wunderlich
Biterolf: Rudolf Gonszar
Heinrich der Schreiber: Gerhard Unger
Reinmar von Zweter: Reiner Süss
Pastor: Lisa Otto
Dirección:
Elenco:
Sonido:

               Franz Konwitschny pertenece a esa rica tradición de los kapellmeister. Oriundo de Moravia, comenzó su carrera como viola en la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig bajo la dirección de Wilhelm Furtwängler, para después iniciar su andadura como director de orquesta, pasando por Stuttgart, Leipzig, y finalmente, la Staatsoper de Berlín, donde estuvo desde 1955 hasta su fallecimiento repentino en 1962, mientras se encontraba en Belgrado ensayando la Missa Solemnis de Beethoven. Con los berlineses realizó dos grabaciones wagnerianas en estudio en 1960: un Holandés y el presente Tannhäuser, con repartos bastante coincidentes, y donde plasmó su forma de entender esta música, con una concepción sobria.
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Franz Konwitschny en una fotografía
de octubre de 1958.
               Probablemente, a Franz Konwitschny le faltó contacto con los grandes sellos discográficos para plasmar su legado artístico en las mejores condiciones técnicas. Pero si tenemos en cuenta que su radio de acción era la antigua Alemania del Este y que en la década de los cincuenta y principios de los sesenta sólo un par de compañías discográficas estaban en condiciones de embarcarse en grandes producciones, podemos sentirnos afortunados del Wagner legado, sobre todo de las dos obras grabadas en estudio con los cuerpos estables de la Staatsoper de Berlín. Son los dos únicos registros operísticos de Konwitschny en estéreo, realizados por la compañía Electrola, fundada en Berlín en 1925 y trasladada a Colonia en 1952, a cuyo frente se situaban Helmut Storjohann y Gerd Berg. A éstas hay que añadir un Tristán grabado en Leipzig en estudio en 1950 -con Ludwig Suthaus y Margarte Bäumer- (Archipel), unos Maestros en directo en la Staatsoper de Berlín, rescatados por Walhall y, quizás, su contribución más desconocida: su Anillo en el Covent Garden de Londres en 1959, también rescatado por Walhall, con un reparto de los de siempre.

           El Tannhäuser que nos ocupa fue grabado con medios bastante modestos. Ni grandes estudios de grabación con sofisticados equipamientos ni largas sesiones, lo que diferencia esta grabación de otras de la época realizadas en estudio -así, el Anillo y el Tristán de Solti con la Filarmónica de Viena-. La Grunewaldkirche de Berlín sirvió de estudio de grabación durante apenas cinco días, del 17 al 21 de octubre de 1960. La grabación pasó al fondo discográfico de EMI, quien la remasterizó y editó en CD en 1990, pasando después a ser editada bajo el sello Warner, quien posee actualmente el fondo discográfico de EMI, y que ha creado una serie específica para los registros procedentes de Electrola con el nombre de Collogne Collection.

Anverso de la edición en vinilo de este Tannhäuser.
               La calidad de sonido es la que se puede esperar de una grabación de estudio de 1960, sin las genialidades técnicas de las producciones de John Culshaw en DECCA. Una toma de sonido estéreo diáfana e incluso demasiado amplia para algunos momentos, donde parece que la orquesta tiene un gran espacio que llenar de sonido, lo que resta calidez a la toma y la dota de una cierta frialdad. El balance beneficia a los agudos e instrumentos más livianos, lo que provoca, en lo orquestal, una presencia más destacada de las cuerdas -las agudas un punto metálicas- en detrimento del metal grave, unas trompetas brillantes, y unos coros donde las voces agudas se imponen a las graves, restando rotundidad al resultado -en el caso del coro de peregrinos, parece que escuchamos a unos juveniles peregrinos, dada la presencia más destacada de tenores sobre bajos-. La grabación añade campanas en el primer acto, en el momento en que Tannhäuser escucha a los peregrinos en la pradera, suenan campanas en la lejanía (CD1, pista 6, 6:56).


Reverso de la edición en vinilo de este Tannhäuser.
              En cuanto al reparto, Konwitschny pudo contar con un sobresaliente plantel de cantantes wagnerianos de la era dorada, lo que hace aumentar el interés por este registro: el poético Dietrich Fischer-Dieskau como Wolfram, la bellísima voz de Elisabeth Grümmer como Elisabeth, el rotundo Gottlob Frick como Landgrave, e incluso sólidos secundarios entre los que destacan Fritz Wunderlich como Walter von der Vogelweide y Gerhard Unger como Heinrich der Schreiber. La soprano Marianne Schech, tras encarnar a Senta en el Holandés de Konwitschny, fue Venus en este registro -más imperiosa que seductora-, mientras que Hans Hopf fue el elegido para encarnar al protagonista.

               Konwitschny dirige un Tannhäuser sobrio y sincero, con un pulso un punto ligero en los actos primero y segundo y más reposado en el tercero. Sus cualidades giran más hacia el misticismo de este último acto que a la voluptuosidad de Venus en el primero -curiosamente, la primera aparición del himno a Venus en la Obertura resulta contenido, sin esa pasión que contrasta con el tema de los peregrinos, algo que también se repite en la segunda aparición, con tintes solemnes y unas segundas voces en la cuerda un poco amasadas-. La reexposición del tema de los peregrinos resulta de buena factura, aunque a velocidad más bien ligera, incluso demasiado en los últimos acordes.


Primitiva edición en CD de este Tannhäuser.
           En el primer acto, la escena de Venus está competentemente dirigida, sin especial originalidad en el color -partiendo también de que la versión de Dresde es más austera en este sentido-, sintiéndose más inspirado en el concertante final con los cantores y el Landgrave, poético y refinado. El segundo acto se abre animado y fresco, y brilla especialmente en la parte final del dúo de Tannhäuser y Elisabeth y en la dosificación de fuerzas en la entrada de los invitados, con trompetas resonantes -con una pequeña pifia en CD2, pista 5, 5:00-, cuidadoso acompañamiento a los cantores en sus intervenciones en el torneo y en un concertante bien planificado y sobrio, sin cargar las tintas.

               Como hemos indicado, el tercer acto destaca sobre los dos anteriores, resultando excepcional. El Preludio, de contornos redondeados, respira misticismo; el acompañamiento orquesta a Wolfram y Elisabeth en sus frases iniciales es reposado y otoñal, mientras que el coro suena un punto melifluo y eclesial; la marcha de Elisabeth ante un enamorado Wolfram pocas veces se ha expuesto con tanta nostalgia; y el acompañamiento al protagonista en su narración de Roma respira tintes de oratorio. Mencionar el detalle de los trombones un punto más destacados de lo habitual tras el Elisabeth! del protagonista, cuando el coro entona en la lejanía Der Seele Heil (CD3, pista 7, 3:29) y poco después, en Ihr ward der Engel (4:10). El coro de peregrinos final es uno de los más bellos de la discografía, con atmósferas celestiales (pista 8).

               La voz de Hans Hopf es conocida, ancha y de color baritonal. El tenor resultaba muy espontáneo en su forma de cantar, como si todo ello dependiese de lo que la naturaleza otorga. En este registro demuestra sus buenos medios vocales, buen fiato y agudos más que suficientes. Solventa los recovecos vocales de las tres estrofas del himno a Venus con solvencia, aunque algo falto de refinamiento, con formas que pueden encajar más en la rusticidad del Sigfrido juvenil que en la personalidad pasional y atormentada del caballero cantor, lo que resta credibilidad al personaje en el segundo acto -la cándida Elisabeth Grümmer como Elisabeth enamorada contrasta con la escasa identificación que Hopf tiene con este estado mientras canta su dúo, aunque se compenetran bien en su parte final, conjunta, y en el torneo de canto resulta frío-. Sin duda lo más logrado es su narración de Roma, donde las exigencias de un tenor dramático las cumple sobradamente y donde su rusticidad es válida para plasmar la desesperación del personaje. En el plano dramático, la caracterización del personaje es bastante simple, sin profundidad psicológica en cuanto a evolución del personaje, por lo que en algunos momentos acaba resultando acartonado. Hopf no puede competir con la nobleza de Wolfgang Windgassen y su teatralidad. También Ramón Vinay, aun estando más limitado en el registro agudo, y aunque abordara el papel sólo durante un breve periodo de tiempo, resulta más completo en el aspecto dramático -por citar dos grandes nombres contemporáneos de él-. En cualquier caso, este registro constituye un buen documento para conocer al que, en los años sesenta, fue uno de los principales tenores heroicos y alternativa a Windgassen como Sigfrido y Tannhäuser en Bayreuth1. En definitiva, un notable Tannhäuser en estilo de vieja escuela -que a los oídos más italianizantes de hoy puede resultar algo áspero, aunque adecuado a las necesidades vocales que reclama Wagner-, mejor en lo que a materia prima de voz se refiere que a interpretación o personalidad dramática.

Marianne Schech.
               La soprano Marianne Schech, nacida en Bayrischzell, en los Alpes bávaros, centró su carrera prácticamente en Alemania y especialmente en su Baviera natal. Su voz, de una lírico-dramática, si bien no tiene un timbre especialmente atractivo, es versátil, lo que le permitió abordar gran cantidad de papeles de ópera alemana -incluyendo los de soprano dramática, como Ortrud, Isolda y Brunilda-. Su Venus no tiene una personalidad especialmente marcada, tampoco seductora, sino más bien imperiosa, pero está bien cantada, principalmente gracias a una voz que corre bien por el registro agudo -resulta menos atrayente en el registro medio, aunque competente en todo caso-2. Schech también grabó el papel de Elisabeth en estudio en 1951, con los conjuntos de la Ópera Estatal de Baviera bajo la dirección de Robert Heger y que fue editada en vinilo por Cantus Classics y en nuestros días en CD por Membran, con cantantes de la vieja escuela y un sonido aceptable.

               La luminosa voz de Elisabeth Grümmer, de lírica pura, maravillosamente manejada y con exquisita línea de canto, es ideal para el papel de Elisabeth, en el que es su único registro. En Bayreuth cantó todos los papeles para soprano lírica a excepción de éste (Elsa, Eva, Freia y Gutrune), probablemente por el azar de los repartos, pues el papel estuvo dominado en los Festivales de los cincuenta y sesenta por Gré Brouwenstijn y Leonie Rysanek, sopranos lírico-dramáticas, y sólo las líricas Victoria de los Ángeles (1961 y 1962) y Anja Silja (1962) lo cantaron por aquellos años.

               El Wolfram de Dietrich Fischer-Dieskau es bien conocido gracias a los registros de Bayreuth (Keilberth en 1954, Cluytens en 1955 y Sawallisch en 1961). Disponemos de seis grabaciones del que, para quien estas líneas escribe, es su papel por excelencia, de las cuales cinco tuvieron lugar lugar antes de los 40 años -y en la última, en estudio en 1968 con Otto Gerdes y los cuerpos estables de la Deutsche Oper de Berlín, contaba con 43-. Indicamos esto porque es conocido el manierismo exagerado del Fischer-Dieskau de su última etapa, mientras que en la década de los cincuenta y de los sesenta, el barítono conservaba esa chispa de frescura y espontaneidad, no exenta de poesía y ensoñación -la elegancia con que pregunta al Landgrave en el primer acto si puede contar a Tannhäuser la suerte que le espera con Elisabeth (Erlaubest du mir, Herr, daß ich / Verkünder seines Glücks ihm sei?, CD1, pista 7, 4:39) y su inmediata narración (pista 8), cargada de inflexiones y cambios de dinámicas que enriquecen la interpretación. Su intervención en el concurso de canto es enérgica al inicio, para pasar poco a poco a su ensoñación (CD2, pista 7), mientras que la romanza del lucero vespertino del tercero está cargada de patetismo (CD3, pista 4).

               Gottlob Frick es un excelente Landgrave, aplomado, elegante en el fraseo, rotundo en su sobriedad en el primer acto, apasionado en su airoso del segundo (CD2, pista 6) -con un acompañamiento intenso de Konwitschny- e implacable en su condena a Tannhäuser (CD2, pista 11).

             Fritz Wunderlich es un extraordinario Walter von der Vogelweide, que combina buenos medios líricos, excelente fraseo y un punto de pasión a su interpretación de la breve parte. Indicar, como curiosidad, que los dos únicos Wagner que grabó fueron éste y el Timonel del Holandés, el mismo año y también con Konwitschny.

             Rudolf Gonszar es un competente Biterolf, con la fiereza que requiere el papel. Competentes también Gerhard Unger como Heinrich der Schreiber y Reiner Süss como Reinmar von Zweter.

                  Lisa Otto resulta excelente como un Pastor grácil y espontáneo.

                  En esta grabación se optó por contar con niños para los papeles de los cuatro pajes.

              La prestación del Coro de la Staatsoper de Berlín, dirigido por Karl Schmidt, es buena, sin llegar a la densidad telúrica del coro de Bayreuth. La toma sonora favorece a los tenores sobre los bajos en el coro de peregrinos, lo que lo hace sonar un punto más liviano y juvenil.

               En definitiva, un Tannhäuser que se coloca entre las primeras recomendaciones de la discografía y que es necesario conocer, con una dirección sincera de Konwitschny y varios cantantes absolutamente referenciales en sus papeles: Grümmer, Fischer-Dieskau, Frick, Wunderlich, y en el caso de Grümmer y Wunderlich, en el que es su único registro en sus respectivos papeles. No le damos cinco estrellas a la dirección por considerar que es muy buena, pero no genial en conjunto, pues el tercer acto descolla sobre los dos precedentes. En cuanto al reparto, tampoco le damos cinco estrellas, pues Hans Hopf y Marianne Schech son dos notables Tannhäuser y Venus, pero no excepcionales -Hopf falto de dimensión psicológica y sutileza en los pasajes más elegantes, y Schech más imperiosa que seductora en su creación de Venus-.

ENERO DE 2019.
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Entre sus registros, además de los archiconocidos Maestros con Karajan y la parte de tenor en le Novena de Beethoven con Furtwängler, ambos en Bayreuth en 1951, podemos escuchar su Lohengrin en Munich con Kna (Orfeo, 1960) y su Sigfrido en el Anillo de Kempe, también en el Festival (Orfeo, 1961). Allí también cantó Tannhäuser en 1965 bajo la batuta de André Cluytens y en 1966 bajo la batuta de Carl Melles, pero no disponemos de registro. Si queremos escucharle otro Tannhäuser debemos acudir a un directo del Metropolitan con Solti del mismo año que la grabación que nos ocupa, editado por Walhall, y que cuenta con un reparto excelente (Leonie Rysanek como Elisabeth, Irene Dalis como Venus, Hermann Prey como Wolfram y Jerome Hines como Landgrave), aunque con los inevitables inconvenientes del sonido de una toma radiofónica editada no oficialmente. Para escuchar su Tristán debemos acudir a una grabación no oficial del sello Exclusive, procedente de una representación en la Staatsoper de Viena en 1973 -con Carlos Kleiber en el podio y Catarina Ligendza como Isolda-, hoy de difícil localización.
Como curiosidad, en 1955 fue la tercera Norna del Anillo de Kna en Munich (Orfeo). En 1960, Schech tuvo una importante presencia fonográfica, pues además de esta Venus, había sido Senta en el Holandés que Konwitschny grabó meses antes y fue también Chryostemis en la grabación de estudio de Elektra de Karl Böhm con la Staatskapelle Dresden -había sido la Mariscala dos años antes en su grabación de El caballero de la rosa-. Curiosamente, en todas ellas coincidió con Dietrich Fischer-Dieskau. Con 46 años, de 1960 datan sus últimos registros en disco.

1 comentario:

  1. Una de esas grabaciones wagnerianas quizá no suficientemente valorada, pues de las versiones de estudio sólo la de Solti puede ponerse por delante. Estupendo y exhaustivo análisis.

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