Crítica: estreno del poema sinfónico Tannhäuser de Pedro Halffter en Valladolid

TANNHÄUSER. Poema sinfónico en tres movimientos para coro y gran orquesta basado en la ópera del mismo nombre de Richard Wagner. Arreglo de Pedro Halffter / Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid. Sala Sinfónica Jesús López Cobos, segunda representación, 15 de febrero de 2020.
Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Coros de Castilla y León (director: Jordi Casas). Director musical: Pedro Halffter.
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¡Bendito sea el milagro de la gracia!

               Se me va a permitir titular esta crítica con esta frase del coro de peregrinos con el que concluye Tannhäuser para querer significar que, en ocasiones, los elementos en juego se entremezclan de forma y manera que dan lugar a resultados artísticos muy disfrutables, tanto por lo que respecta al arreglo como a la interpretación.

               Hacía diecinueve años que Pedro Halffter no se ponía al frente de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Son casi dos décadas y desconozco qué programa ofreció y qué tal fueron los resultados. Algo más de dos años ha empleado Halffter en este arreglo, el segundo que hace de Tannhäuser para orquesta y partiendo de aquél primero, con el aliciente, en este caso, de incluir coro. Un vasto poema sinfónico de casi noventa minutos de duración, en tres movimientos que se corresponden con los tres actos de la obra, titulados, respectivamente: La montaña de Venus, En el castillo de Wartburg y Peregrinación de Tannhäuser. El arreglo tiene bastantes atractivos: sigue el argumento en orden, la orquestación wagneriana está conservada con fidelidad y sólo retocada en aquellos casos en que la ausencia de voces lo requiere, contiene material de prácticamente toda la ópera -como veremos a continuación-, el inicio y final de cada movimiento es idéntico a los de los actos de la ópera y sólo emplea pequeños enlaces de cosecha propia cuando es indispensable. Es decir, no estamos hablando de una fantasía, paráfrasis o cualquier otro tipo de obra original inspirada en Tannhäuser, sino que hablamos de un Tannhäuser para la sala de conciertos.


               Describimos cada uno de los movimientos. El primero incluye completa la obertura y la bacanal sin solución de continuidad -esto es, versión de Viena, adaptada desde la de París, popularmente conocida como versión de París-, importante material del dúo Tannhäuser-Venus en dicha versión -pero no el himno a Venus-, la desaparición del Venusberg y el motivo del corno inglés en la pradera, las fanfarrias de caza en las trompas y la parte final del concertante. El segundo acto incluye la introducción completa, que en lugar de enlazar con el aria de la sala enlaza directamente con los últimos compases de ésta, la parte final del dúo Tannhäuser-Elisabeth, la entrada de los invitados, el himno a Venus -en la misma orquestación que suena en la obertura, dado que no hay cantante-, el alboroto del coro y la entrada del coro en el concertante final, algo recortado, hasta su conclusión. El tercero acto incluye el preludio -sin la parte final, produciéndose el corte tras el clímax central-, el coro de los peregrinos, la romanza del lucero vespertino, el motivo que representa la desesperación de Tannhäuser al regresar -que vuelven a sonar al final de la narración de Roma- y todo el pasaje que enlaza con la aparición de Venus -algo recortada- y el coro de peregrinos.

               El arreglo fluye con naturalidad, aprovecha la exhuberante orquestación del dúo Venus-Tannhäuser en la versión de París y la participación del coro en la entrada de los invitados, la condena a Tannhäuser, el concertante final del segundo acto, el coro de peregrinos y el final de la obra. Como excepción, la transición es algo más brusca entre el dúo Venus-Tannhäuser y la desaparición de la montaña de Venus o en la aparición del himno a Venus en el segundo acto. En el tercer acto no se utiliza la plegaria de Elisabeth ni la narración de Roma.

                El estreno corrió a cargo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, con 84 músicos para este programa, y los Coros de Castilla y León, con 139 coralistas. Ambos se desempeñaron con competencia, con algunos momentos sobresalientes, en una sala de acústica redondeada especialmente bella. Cuerda con vigor suficiente para aguantar el envite de los metales y ductilidad adecuada en los pasajes más ágiles, maderas refinadas y un par de pifias aisladas en unos metales cálidos y atentos. Los diferentes solos estuvieron bien ejecutados -mención especial para la arpista, dado su importante cometido-. En cuanto al coro, necesitó templarse, pero una vez calentado rindió a buen nivel, explosivo, dúctil y bien empastado.


Pedro Halffter se dirige al público antes de iniciar la obra.
               Pedro Halffter quiso explicar, antes de iniciar la interpretación, cual había sido su objetivo con el arreglo, así como el desarrollo del poema sinfónico, cronológico con la ópera. Su lectura fue de menos a más, pues la Obertura comenzó un tanto plúmbea, no sólo por un tempi pausado sino por una lectura vertical, más centrada en el entramado armónico -transparencia en las secciones intermedias de cuerda- que en dejar fluir el discurso, no teniendo especial tensión el crescendo a la exposición del tema de los peregrinos a toda orquesta, que además tuvo exceso de volumen en los trombones. Mejoró con el tema de Venus -excelente solo de violín del concertino- y entró con arrojo en la bacanal, que en los momentos más explosivos adoleció de falta de control sonoro, lo que llevó a la falta de diferenciación tímbrica. Sin embargo, cuando vuelve la calma, la atmósfera brumosa que envuelve la montaña de Venus fue expuesta con especial belleza tímbrica y buen manejo de dinámicas, siendo lo más logrado del primer movimiento y uno de los momentos álgidos de la interpretación, junto con una escena de Venus especialmente refinada, de tintes sonoros straussianos. Bien ejecutado el resto del movimiento.

               El segundo comenzó con especial agilidad y brillantez, lo que siguió en el pasaje correspondiente al dúo de Elisabeth y Tannhäuser. A un tempo ligero y animado la entrada de los invitados, con un coro de hombres inicialmente un punto áspero, que se fue templando según avanzaba su intervención. Similar las mujeres, algo tirantes en el agudo para irse también templando. Explosivo en la condena a Tannhäuser y bien desarrollado el concertante final.

               El mejor fue el tercer movimiento, con un preludio expuesto a tempo contenido, con nostalgia, que enlazó con un coro de peregrinos explosivo y bien empastado. Emotiva romanza del lucero vespertino y arrolladora entrada de Venus para un final emotivo, con los efectivos orquestales y corales desatados.

               En definitiva, una lectura bien articulada por regla general, con gesto amplio y emotiva, que demuestra conocimiento de este repertorio.

               Calurosas ovaciones del público, que Pedro Halffter agradeció dirigiéndose al auditorio indicando que su arreglo, fruto de más de dos años de trabajo, estaba pensado para el público, como indicando que es el público el que ha de juzgarlo y que agradecía el veredicto recibido. Repitió el final desde la entrada de Venus. Bienvenido sea este arreglo de Tannhäuser, que permite llevarlo a la sala de concierto como una sinfonía de Mahler -como poema sinfónico de dimensiones convencionales ya se viene programando la Obertura- y que creo tiene suficiente atractivo como programa grande -como a día de hoy se viene programando aisladamente la Novena de Beethoven, los Requiem de Mozart o Verdi o las sinfonías de Bruckner y Mahler, obras con importante poder de convocatoria-.

               No cabe duda de que estrenar en Valladolid este poema sinfónico ha sido todo un acierto. Primero, porque el público ha abarrotado la Sala Sinfónica del Centro Cultural Miguel Delibes los dos días que se ha interpretado. Segundo, porque dicha sala, que en lo estético emula a su homóloga del Auditorio Nacional, es uno de los mejores auditorios de España, por capacidad y acústica. La Orquesta Sinfónica de Castilla y León es una formación competente, que como la mayoría de orquestas españolas tiene sus más y sus menos dependiendo de la batuta y la dinámica de trabajo, y aquí su rendimiento ha sido superlativo -probablemente lo mejor que ha hecho últimamente junto con el ciclo Mahler que ha venido desarrollando en las últimas temporadas con Eliahu Inbal-. En cuanto a los Coros de Castilla y León, también con sede en el Centro Cultural Miguel Delibes, todos los elogios son pocos para una formación que, hay que indicarlo, es amateur, teniendo a su frente a un experimentado Jordi Casas que sabe extraer lo mejor de la misma. Me consta que su trabajo ha sido meticuloso, pues empezaron en noviembre a preparar este Tannhäuser.

              Sólo queda una aspiración: que este poema sinfónico sea grabado. Desconozco las intenciones en cuanto a las funciones ofrecidas en Valladolid y si será editado este trabajo o Halffter lo rodará antes con otras orquestas antes de decidirse, si tiene en mente grabarlo, que espero que así sea.

               El programa puede descargarse aquí.

FEBRERO DE 2020.

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