Crítica: La Valquiria en el Teatro Real (febrero 2020)

LA VALQUIRIA / Teatro Real de Madrid, quinta representación, 21 de febrero de 2020.
Producción de Robert Carsen para la Ópera de Colonia estrenada en 2000 / Concepción: Robert Carsen y Patrick Kinmonth. Director de escena: Robert Carsen. Escenógrafo y figurinista: Patrick Kinmonth. Iluminador: Manfred Voss. Responsable de la reposición: Oliver Kloeter. Reposición de la iluminación: Guido Petzold
Dirección musical de Pablo Heras-Casado
Reparto: Stuart Skelton (Siegmund), René Pape (Hunding), Tomasz Konieczny (Wotan), Adrianne Pieczonka (Sieglinde), Ricarda Merbeth (Brünnhilde), Daniela Sindram (Fricka), Julie Davis (Gerhilde), Samantha Crawford (Ortlinde), Sandra Ferrández (Waltraute), Bernadett Fodor (Schwertleite), Daniela Köhler (Helmwige), Heike Grötzinger, Marifé Nogales (Grimgerde), Rosie Aldridge (Rossweise).
Todas las imágenes de este artículo son propiedad del Teatro Real de Madrid (www.teatro-real.com). Únicamente se muestran para fines divulgativos.
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Amor invernal

               Tras El oro del Rhin la pasada temporada, ha tocado el turno de La Valquiria. Al igual que entonces, la producción es la amortizadísima de Robert Carsen para la Ópera de Colonia, estrenada en el año 2000. Si el año pasado se ofrecieron siete representaciones del Prólogo a reparto único, en esta ocasión son nueve a doble reparto. Son menos que las de otros títulos de la temporada -trece La flauta mágica en producción de Barrie Kosky o diecinueve La Traviata en producción también amortizadísima de Willy Decker-, pero se ha producido un aumento de dos funciones respecto al Prólogo, probablemente debido a que es el título más popular de la Tetralogía. La que comentamos es la quinta función, tercera del primer reparto.


               Si mi opinión del Oro de Carsen fue bastante negativa, con La Valquiria la valoración mejora un poco, con un primer acto y una segunda parte del segundo que funcionan bastante bien, todo dentro de la ambientación del montaje y de un cierto estatismo en la dirección de actores que no termina de aprovechar los pasajes de orquesta, frecuentes entre las intervenciones vocales -la pareja de welsungos no expresa mucha pasión al final del primero, aunque sí hay ternura entre padre e hija en los adioses de Wotan al final del tercero-. El primer acto nos sitúa en un campamento militar de los años treinta o cuarenta -vemos un fusil con bayoneta-, una suerte de entrada a un hangar cubierto, pues vemos caer la nieve al fondo, con lo cual la parte delantera se encuentra resguardada. Durante el Preludio, dos perros rastrean el campamento buscando a Siegmund, que logra esconderse entre las cajas que se apilan, cargadas de armas. La cabaña de Hunding no es más que una tienda de campaña y Siegmund, Sieglinde y Hunding visten con atuendo militar. La nieve hace acto de presencia en buena parte del acto primero -cesando tras la llegada de la primavera- y durante el inicio de la segunda parte del segundo -huida de los amantes-, un pasaje desolado donde hay un vehículo militar abandonado. Toda la primera parte del segundo acto se desarrolla en un lujoso salón que nos recuerda a la II Guerra Mundial, y donde vemos a Wotan como un militar de alta graduación celebrando una fiesta hasta que llega Brunilda, mientras que Fricka se nos muestra como una mujer de la alta sociedad. La pareja debate sus diferencias sentados frente a frente en dos lujosos sofás mientras se sirve el té, en una escena que tiene más de costumbrismo que de épica. El tercero, la roca de la valquirias, es un escenario vacío delimitado por paneles, con la nieve cubriendo los cadáveres de los soldados caídos. El fuego mágico está pobremente resuelto, sacando Wotan un mechero y, finalmente, apareciendo unas pequeñas llamas al fondo. Una lástima, pues con una iluminación algo más imaginativa, el efecto hubiera sido superior. Iluminación en general convencional -ni destaca, ni sorprende, ni molesta-. Resulta curioso como, frente a la parquedad en el decorado, los extras son abundantes -soldados buscando a Siegmund al inicio, con dos perros-, hombres que acompañan a Hunding, fiesta de Wotan al inicio del segundo con camareros incluidos o los cuerpos de los caídos en el tercero -éstos si son necesarios-.



Primer acto. Pieczonka (Sieglinde), Skelton (Siegmund) y Pape (Hunding).
               Si el año pasado elogié el trabajo de Pablo Heras-Casado y la Orquesta Sinfónica del Teatro Real, en esta ocasión soy más comedido, con un primer acto decepcionante. El Preludio sonó emborronado en su sección central y hasta el clímax, con falta de diferenciación tímbrica, en general la cuerda estuvo falta de fuerza -reducción de algunos atriles frente a lo demansado por Wagner, debido fundamentalmente al espacio del foso-, con algunos pasajes donde se desdibujaba su presencia y los vientos tuvieron cierta timidez para acometer momentos comprometidos -la aparición de la espada tras cantar Siegmund sus Wälse!-, así como problemas en los solos del oboe y en los cellos y alguna pifia puntual en los metales. Destacar, eso sí, la presencia de las seis arpas requeridas en el foso, que sonaron nítidas. Mejoró la orquesta en el segundo acto y en el tercero, bastante más competente, con mayor volumen, como si hicieran un primer acto a sonoridades más tenues para dosificar las fuerzas ante la larga partitura. En cuanto a la labor directorial, tempi lentos con contrastes en ocasiones bruscos, sin delinear el arco completo de la frase, lo que supone pérdida de lirismo y un cierto encorsetamiento de todo el discurso. Eso sí, los tempi un punto lentos ayudan a la cuerda en los momentos más comprometidos, por lo que no sé si podía tener algo que ver. En todo caso, un primer acto de setenta minutos es arriesgado y conseguir mantener la tensión a esas velocidades es cosa de unos pocos. Tuvo algunos momentos muy logrados, como toda la escena del anuncio de la muerte a Siegmund -a tempo lento e inspirada- o los adioses de Wotan, pero la regla general fue una rutina meramente correcta.

               El reparto se desempeñó con competencia y resultó equilibrado, cada uno con sus particularidades. Los tres intervinientes del primer acto -Siegmund, Sieglinde y Hunding- se beneficiaron de una orquesta de sonoridad un tanto apagada, lo que les permitió cantar con comodidad.


Skelton (Siegmund) y Pieczonka (Sieglinde).
               Sólido el Siegmund de Stuart Skelton, con un centro de color baritonal interesante que le permite desarrollar un personaje con algunos momentos notables. Comenzó algo engolado y en el primer acto se sentía más cómodo en los parlamentos que en la línea puramente lírica -algo falto de fiato en el Winterstürme-, pero entonó dos largos Wälse!. En el segundo acto estuvo modélico, con una interacción con Brunilde en el anuncio de la muerte que probablemente fue lo mejor de toda la velada, con un color baritonal y una capacidad para construir frases largas que le permitió dotar a esta intervención de gran nobleza.

               A su lado, Adrianne Pieczonka demostró ser una cantante de buena técnica e inteligencia de medios. Ya ha pasado su mejor momento vocal, su voz no tiene el volumen ni la frescura en el agudo de hace unos años, pero conserva su capacidad de frasear con delicadeza y su timbre cristalino y su emisión clara. Su Sieglinde siempre ha sido sobria y un poco retraída, por lo que no fue de extrañar que aprovechara estos recursos, realizando una encarnación del personaje notablemente efectiva. Estuvo apurada en los momentos más dramáticos -parte final de la narración a Siegmund en la escena tercera del primer acto, el Hinweg! del segundo o la despedida de Brunilda en el tercero-, pero eso no empaña un buen trabajo general. Dramáticamente la pareja de welsungos no demostró una especial química pero sí se compenetró bien.

               René Pape fue, finalmente, el Hunding del primer reparto. Inicialmente se había anunciado a Günther Gröissbock, pero el Teatro Real realizó un intercambio de cantantes a petición de la Staatsoper de Berlín. Allí debía debutar el primero el papel del barón Osch en el Caballero de la rosa de Strauss bajo la batuta de Zubin Mehta, papel que finalmente ha decidido no acometer, por lo que Berlín precisaba un cantante para esas funciones, recurriendo a Gröissböck, quien ya ha cantado el rol en varias ocasiones. A cambio, Pape cubrió a éste como Hunding en esta Valquiria. Cantante wagneriano de larga trayectoria, los años han pasado y su instrumento no tiene el volumen y la densidad de sus mejores años, pero aún conserva su bello timbre, su autoridad, presencia dramática y elegante fraseo.


Konieczny (Wotan) y Merbeth (Brunilda).
               Como Brunilda pudimos escuchar a Ricarda Merbeth, otra veterana cantante wagneriana que, desde hace poco, se ha lanzado a cantar Isolda y Brunilda. Ya me he referido a ella en otras ocasiones. Creo que ha hecho muy buen trabajo en papeles líricos y lírico-dramáticos, y que su instrumento no es el de una soprano dramática. Además, también los años han ido pasando y su emisión es más inestable, con un vibrato amplio. En su favor sí hay que decir que la voz sonó con bastante frescura y que sube al agudo con cierto facilidad. Además, tiene tablas en escena y resulta convincente. Quizás lo más logrado de su intervención fue el anuncio de la muerte a Siegmund.

               Ya se anunció desde el principio que Tomasz Konieczny se haría cargo del papel de Wotan, reemplazando a Greer Grimsley, quien se ocupó del papel en el Oro. Más barítono que bajo, su timbre no es especialmente noble -me convence más para el atormentado Telramund- y su emisión no es del todo diáfana, pero se encuentra cómodo con la tesitura y tiene volumen y resistencia suficiente para afrontar el papel, realizando una competente interpretación, con algunos momentos notables.

               Daniela Sindram se ocupó finalmente de la Fricka de los dos repartos -inicialmente estaba previsto que fuera Sarah Connolly, quien cantó el papel en el Oro-. Hemos salido ganando con el cambio, con una cantante verdaderamente wagneriana, de voz tersa y agudo sólido, con presencia en el escenario. Una pena que su intervención no llegara a la media hora. Como curiosidad, Sindram cantó Wellgunde y Siegrune en el Anillo de Bayreuth de Adam Fischer, a principios de siglo y actualmente tiene una presencia estable en la Deustche Oper de Berlín cantando papeles wagnerianos.


Konieczny (Wotan) y Merbeth (Brunilda) al final de la obra.
               Desigual el octeto de valquirias, con algunas voces mejores que otras y desempastado en algunos momentos de su intervención.

              En definitiva, un primer reparto equilibrado y competente en conjunto. Una pena que la dirección y la orquesta no estuvieran al mismo nivel. No he escuchado el segundo reparto, aunque he leído buenas referencias de la otra Brunilda -Ingela Brimberg-. También han recibido buenas críticas Christopher Ventris y Elisabet Strid como pareja de welsungos -ambos han cantado en Bayreuth, el primero fue Siegmund con Janowski y la segunda Freia con Petrenko-, aunque creo que son voces muy líricas para estos papeles. El Wotan del segundo reparto es James Rutherford, de quien se ha elogiado su dicción pero se ha dicho que le faltaba volumen.

FEBRERO DE 2020.

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