El primer Anillo de Keilberth en Bayreuth (1952). II. El ocaso de los dioses

Terminamos este medio Anillo de Keilberth en el Festival de Bayreuth de 1952 comentando El ocaso de los dioses.

EL OCASO DE LOS DIOSES

Festspielhaus Bayreuth, 16 de agosto de 1952
Joseph Keilberth

Siegfried: Max Lorenz
Gunther: Hermann Uhde
Alberich: Gustav Neidlinger
Hagen: Josef Greindl
Brünnhilde: Astrid Varnay
Gutrune: Martha Mödl
Waltraute: Ruth Siewert

1. Norn: Ruth Siewert
2. Norn: Melanie Bugarinovic
3. Norn: Martha Mödl
Woglinde: Erika Zimmermann
Wellgunde: Hanna Ludwig
Flosshilde: Herta Töpper

Dirección:
Elenco:
Sonido:

               Keilberth firmó un Ocaso fresco y vivo en su primera oportunidad en el Festival de Bayreuth. Contó con un gran elenco, con cantantes históricos, aunque el mejor momento vocal del protagonista ya había pasado (Max Lorenz) y no tiene la cantante más adecuada para el papel de Gutrune (Martha Mödl). Varnay (Brunilda), Greindl (Hagen) y Uhde (Gunther) derrochan medios y frescura en papeles que fueron suyos durante años.
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               Tras un Oro más bien artesanal, Keilberth gana enteros en el Ocaso, con una construcción dramática superior. Su dirección es flexible, fresca y muy viva, tendente a la creación de tensión por la velocidad, con un nervio frenético por momentos -así, el viaje de Sigfrido por el Rhin (CD1, pista 6), la marcha de Sigfrido y Gunther a la roca de la Valquiria (CD2, pista 2, 3:56) o el cierre a ritmo vertiginoso de la gran escena del segundo acto con la marcha al banquete del protagonista (CD3, pista 10)-. En total, un Ocaso de 4 horas y 14 minutos, unos cinco minutos menos frente al que firmara Krauss al año siguiente, aunque sin superar a Böhm (1967, DG), quien invirtió 4 horas y 8 minutos. Si comparamos con las minutaciones de Kna, que en 1951 llegó a invertir 4 horas y 40 minutos, la diferencia se hace patente. Keilberth es bastante regular, apenas hay diferencias entre sus interpretaciones, sobre todo teniendo en cuenta las dimensiones de la obra: la más rápida es ésta, seguida de la de 1955 (primer ciclo), donde invierte algo más de un minuto, y en 1953 fueron casi 4 horas y 17 minutos. No he podido localizar una minutación de la grabación del segundo ciclo de 1955.

Astrid Varnay y Max Lorenz.
               El fraseo es fluido y cómodo para los cantantes. No estamos ante la dirección más épica, tampoco la más preciosista, pero sí teatralmente viva. No es la más épica porque no hallaremos gran explosividad y derroche sonoro en momentos como la llamada a las tropas en el segundo acto, el Heil dir, Gunther! está expuesto a ritmo ligero y la escena de la inmolación no tiene ese componente extático de otras lecturas, aunque hay derroche dramático en el interludio que nos devuelve en el primer acto a la roca de la Valquiria, con una cuerda en trémolo y un metal grave magníficos (CD2, pista 4, 1:05). Tampoco es la más preciosista en el colorido orquestal (para eso tenemos que recurrir a Krauss), aunque hay momentos de buena factura, como la ligereza y luminosidad de los violines en sus figuraciones en el interludio del amanecer, contestadas por los cellos (CD1, pista 3, 2:11) o las trompas tras entregar Sigfrido su corcel a Hagen (pista 9, 2:24). Sí es teatralmente viva, con verdadera pasión en el dúo inicial de los protagonistas y nervio dramático en la entrada de Waltraute, aunque hay momentos donde se echa en falta esa profundidad en el discurso que ha caracterizado las grandes direcciones de la Tetralogía -monólogo de Hagen en el primer acto; dúo de Brunilda y Waltraute; blandura en el cierre orquestal del primer acto; falta de cierta tensión dramática tras reconocer Brunilda a Sigfrido en el segundo acto, que sí se consigue en los momentos previos que desembocan en el juramento gracias al aumento de la velocidad; o el trío de Brunilda, Gunther y Hagen-. La marcha fúnebre (CD4, pista 8) resulta muy notable, a tempo un punto más contenido que lo que cabría esperar de Keilberth, con una cuerda muy presente que sirve de base a todo el entramado orquestal y clímax bien planificados. La toma sonora deja escuchar con presencia las flautas tanto en la marcha fúnebre como al final de la obra (nótese en CD4, pista 8, 4:21 y en 4:58; en pista 13, 2:18; o en pista 14, 2:10).

Marcha fúnebre.
               La orquesta se desempeña al buen nivel que se espera, aunque los tempi acelerados de Keilberth le juegan alguna mala pasada en el viaje de Sigfrido por el Rhin, con desafinaciones en los violines (CD1, pista 6, 2:16, 2:20) y en el clímax, en las trompetas (3:18). Hay también una pifia en la trompeta en una de las exposiciones del tema de los gibichungos (pista 7, 3:19) y dos en las trompas: al atacar las fanfarrias con que se concluye el acto segundo y en la marcha fúnebre (CD4, pista 8, 2:00).

               El trío de Nornas tiene la particularidad de contar con Martha Mödl como la tercera Norna además de como Gutrune -ya había sido así en 1951-. Encomendar esta breve parte a una voz de especial relieve, intentándola dotar de un aliento trágico, fue algo frecuente en los años dorados del Nuevo Bayreuth: además de Mödl en 1951, Regina Resnik en 1953 -la Sieglinde de aquél año-, Astrid Varnay y Mödl alternándose en 1956, Birgit Nilsson en 1957 o Rita Gorr en 1958 -la Fricka de aquél año, lo cual es aún más curioso, por ser una mezzo-. En general se trata de un trío de aliento dramático, más que la batuta, que en esta escena desarrolla una lectura competente pero sin especial tensión hasta prácticamente el final de la escena, con unas cuerdas agitadas (CD1, pista 2, 2:42)-. Destaca Mödl por razones obvias, con una visión de cómo será el fin del mundo que quita el aliento. Melanie Bugarinovic es una segunda Norna de timbre denso y buenos graves, resultando más liviana y de menor presencia Ruth Siewert como la primera.

Brunilda (Varnay) y Sigfrido (Lorenz) en el prólogo.
          La Brunilda de Astrid Varnay es la gran conocida. Voz de centro ancho y vigorosa en el agudo, con magníficos reguladores y esa habitual fluctuación al iniciar una nota larga, tan característica de ella. Éste era su segundo año como Brunilda tras su debut en Bayreuth el año anterior1, en un papel que sería suyo durante toda la década de los cincuenta y con apariciones en el papel hasta el Festival de 1967. Su instrumento está pletórico y sin merma de su apabullante presencia dramática -nótese toda la gran escena del segundo acto o una inmolación excepcional-.

               Al lado de Varnay encontramos a Max Lorenz, ya pasado su mejor momento vocal, pero con una intervención que ya quisieran para sí muchos tenores de hoy. La voz de Lorenz suena juvenil -con un timbre algo más claro que en la década de los cuarenta-, es dúctil, noble en el fraseo y homogénea en todo el registro, aunque sus ademanes dramáticos son los de la vieja escuela, un tanto acartonados -nótese por ejemplo Deinem Bruder bot (CD2, pista 1) o el encuentro con las ondinas en el acto tercero, donde no hay picardía-. La línea de canto es espontánea pero efectiva, con algún ademán histrión. No obstante, la edad no perdona y la medida de las notas es bastante aproximativa a lo largo de todas sus intervenciones -Zu Gibichs starkem Sohne (CD1, pista 8, 5:48), por poner un ejemplo-, une sílabas para facilitar el ascenso al agudo -Brünnhildes zu gedenken! (CD1, pista 4, 2:57), Hoiho, Hagen! (CD3, pista 4), Brünnhilde wäre dann sein! (CD4, pista 6, 6:24)o camuflar la falta de fiato. Además, en las notas largas, la emisión se abre. En las difíciles frases con que cierra el segundo acto, directamente se come los dos agudos comprometidos: el si bemol 3 de Wonnige Lust (CD3, pista 10, 4:13) y el do 4 en meinem frohen Mute (4:42), si bien parece ya pactado con el director, pues Keilberth lo intenta disimular acelerando notablemente. Curiosamente, en el tercer acto corona su contestación a la llamada de Hagen con un sonoro do4 (CD4, pista 4, 0:48). Su narración sobresale gracias a sus medios vocales (pista 6), demostrando saber apianar con naturalidad y sin perder proyección la voz, aun cuando prefiera moverse en la horquilla del mezzoforte-forte.

Gutrune (Mödl) y Gunther (Uhde) en una
imagen de 1951.
               El Gunther de Hermann Uhde, es uno de los históricos, probablemente el más grande de la segunda mitad del siglo XX. En este registro, en su segundo año en el papel, la voz suena un punto gutural, aunque la caracterización de las dudas e inseguridades del personaje están plasmadas de manera impecable.

               Martha Mödl fue Gutrune tanto en 1951 como en 1952. Ya para 1953 pasaría a cantar Brunilda, alternándose con Varnay3La voz, oscura y de aliento trágico, no es la más adecuada para un papel de caracterización inocente, estando ante la única cantante de la Historia del Festival que haya alternado Kundry y Gutrune el mismo año. La talla vocal y dramática de Mödl es indiscutible, y en 1952, el instrumento tenía la frescura necesaria para afrontar un papel de verdadera soprano sin apuros reseñables en el agudo, pero como Gutrune su voz me parece que tiene demasiada presencia, aunque tiene atractivo escuchar a ambas cantantes en las escasas frases que se dicen hacia el final de la obra, con una Gutrune con presencia suficiente para inquirir a Brunilda.

               El Hagen de Josef Greindl es histórico2. Greindl ya estaba en Bayreuth antes de la Guerra -debutó como Pogner en Maestros en 1943, con Furtwängler-, pero no fue hasta 1952 cuando se haría cargo por primera vez de Fafner, Hunding y Hagen, tres papeles que cantaría una y otra vez hasta 1969. En este registro contaba con treinta y nueve años, por lo que la voz está en su mejor momento, tersa y tonante, sin los apuros en el agudo y las nasalidades que irían apareciendo después. En años posteriores ganaría en introspección en sus momentos más maquiavélicos -el monólogo del primer acto (CD2, pista 3)-, pero no hay duda de que estamos ante el registro donde muestra su voz más fresca -su llamada a las tropas son todo un derroche vocal (CD3, pista 5)- y sin merma de su impronta dramática -cómo embauca a los hermanos en el primer acto o la rabia con que inquiere a Sigfrido instantes antes de matarlo: Rache rieten sie mir! (CD4, pista 6, 8:30)-.

Hagen (Greindl) y los gibichungos en el segundo acto.

               La Waltraute de Ruth Siewert no es tan icónica como la de Maria von Ilosvay o Jean Madeira en años posteriores, pero realiza una buena interpretación de su parte. Quizás Melanie Bugarinovic -a quien escuchábamos en el Oro como Erda y aquí como segunda Norna-, con una voz más grande y con mejores graves hubiera sido una elección preferible.


               Gustav Neidlinger hace un efectivo Alberich en su breve intervención, con muy buenos medios vocales, aunque en años posteriores ganaría en introspección dando las instrucciones a su hijo Hagen.

              El trío de ondinas, idéntico al del Oro -Erika Zimmermann, Hanna Ludwig y Herta Töpper- es sobresaliente, empasta bien y se muestra burlón con el impetuoso Sigfrido.

               El coro, dirigido por Wilhelm Pitz, muestra ese sonido granítico y explosivo característico de estos años.

              En definitiva, el Ocaso es lo mejor de este Anillo. La dirección de Keilberth es muy notable y tiene destacado impulso teatral, no alcanzando el sobresaliente por falta de profundidad en los momentos más introspectivos o que demandan mayor profundad psicológica. El elenco es sobresaliente, y sin duda alguna lo calificaríamos con el excepcional con Wolfgang Windgassen como Sigfrido y una Gutrune de voz más adecuada, aunque precisamente la curiosidad de este registro es escuchar el Sigfrido de Max Lorenz y la Gutrune de Martha Mödl, pues Varnay, Uhde, Greindl y Neidlinger -que derrochan medios vocales y personalidad dramática- repiten en años posteriores. Sobre la valoración global de esta Tetralogía, hay que tener en cuenta que las jornadas más destacadas son las que hemos comentado, por tener los cantantes más interesantes, aunque no deja de ser un registro de los años dorados del Nuevo Bayreuth, con el interés que esto implica. Tener el Oro y el Ocaso es más que suficiente, aunque si se quiere tenerla completa hay que recurrir a la Valquiria y Sigfrido publicados por Myto en 2009, con peor sonido, dado que las ediciones completas de Golden Melodram y Archipel están descatalogadas.



JUNIO DE 2020.
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1 No obstante, Varnay había debutado el papel mucho antes, el 12 de diciembre de 1941, en el Metropolitan de Nueva York, con tan solo veintitrés años -el 6 de diciembre de aquél año había debutado en el mismo escenario el papel de Sieglinde-. Para la reapertura del Festival, Wieland Wagner quiso contar con Kirsten Flagstad, la gran soprano noruega, quien había dejado Bayreuth con la llegada del nazismo. No obstante, Flagstad contaría para el Festival de 1951 con cincuenta y seis años, y consideró que no estaba en condiciones de poder asumir Brunilda en un Anillo completo al nivel que se esperaba de ella, por lo que sugirió a Wieland una discípula, Astrid Varnay, quien en aquél momento contaba con treinta y tres años y llevaba varias Tetralogías a sus espaldas en teatros importantes, destacadamente el Metropolitan.
2 Del Hagen de Greindl hay diez registros en disco, siendo el cantante del que disponemos de un mayor número de grabaciones. El primero es el que nos ocupa, le sigue el Anillo de Furtwängler de la RAI (1953, EMI, Membran) y las Tetralogías de Keilberth (Membran, Pan Classics) y Krauss del mismo año en Bayreuth (Orfeo, Archipel, Membran, Pristine Classical), Keilberth de nuevo en el Festival de Bayreuth de 1955, con grabación de los dos ciclos (Testament), Kna en 1956 (Orfeo), 1957 (Walhall) y 1958 (Walhall), y Böhm en 1967 (DG).
3 Esto provocó la curiosa situación de que, en 1954, Varnay cantó Brunilda en el primer ciclo y Mödl Gutrune, y en el segundo, con Mödl de Brunilda, Varnay encarnó a Gutrune. Como hemos indicado en la introducción a este Anillo, de la Tetralogía de 1954 sólo se publicó la Valquiria (Golden Melodram, Archipel) y hoy se encuentra descatalogada. En años posteriores se harían cargo del papel voces más adecuadas, como Gré Brounwenstijn y, sobretodo, Elisabeth Grümmer.

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