En 2006 se estrenaba en Bayreuth una nueva producción del Anillo encomendada en lo musical a Christian Thielemann, quien se había convertido en el valor en alza más importante de la dirección wagneriana. La dirección musical fue extraordinaria y desató verdadero fervor. Dos años más tarde, Opus Arte se lanzó a grabar en disco su interpretación, que apareció en una caja de 14 CDs en noviembre de 2009. La crítica alabó la dirección musical, elevándola a la categoría de histórica, pero destacó que los cantantes no estaban a la misma altura. Aun así, su escucha en frío y unos años después evidencia que el elenco cumplió bien y no empaña una Tetralogía muy disfrutable.
El Festival de 2004 despedía la producción del Anillo debida a Jürgen Flimm y estrenada en 2000 pensando en la que vendría después. El montaje parecía una reelaboración de la propuesta de Patrice Chérau para el Anillo del centenario (1976-1980), otra vuelta de tuerca a la ya dada por Harry Kupfer (1988-1992), pero sin la genialidad de éstos, encorsetando la épica de la obra a la lucha por el poder dentro de unas oficinas. Tampoco la dirección de Giuseppe Sinopoli obtuvo la aprobación general en el 2000, si bien, tras el fallecimiento de éste meses después, llegaría al podio Adam Fischer para demostrar ser un más que solvente traductor de la Tetralogía los cuatro años siguientes. El reparto no acompañó, con algunas lagunas importantes en Sigfrido y Ocaso. Todo lo cual explica el por qué tantas esperanzas puestas en una Tetralogía de la que sólo se sabía que Christian Thielemann estaría en el foso, pues el regisseur inicialmente propuesto, el cineasta danés Lars von Trier, acabara de desistir del proyecto al no saber cómo abordarlo.
El 9 de noviembre de aquél año 2004, Wolfgang Wagner anunció que su amigo, el dramaturgo alemán Tankred Dorst (Sonneberg, Turigina, 1925 - Berlín, 1 de junio de 2017), uno de los hombres de teatro más respetados de Alemania -premio Georg Büchner en 1990, máximo galardón de las letras alemanas- se haría cargo del montaje, contando para ello con poco más de un año y medio. Dorst no había hecho nunca ópera, ni tampoco era una parcela que le interesara, aunque sí había tenido acercamientos a los temas mitológicos: una de sus obras más importantes es Merlin oder Das wüste Land -Merlín o la tierra desolada- (1981) y en 1987 escribió Parzival, inspirada en la leyenda de Wolfram von Eschenbach. De hecho, Wolfgang Wagner pensó en él tras acudir a una representación de Merlin.
Dorst no tuvo mucho tiempo para preparar su propuesta, pero estuvo acompañado por un solvente equipo conformado por Frank Philipp Schlößmann (decorados -también los diseñaría después para el Tristán de Katharina Wagner que pudo verse en el Festival entre 2015 y 2019-), Norbert Abels (dramatugia), Bernd Skodzig (vestuario) y contó como asistente de dirección con su mujer, Ursula Ehler (Bamberg, 1940), también dramaturga y bibliotecaria en la Biblioteca Estatal de Baviera. En seguida declaró a la prensa que no le interesaban las puestas en escena con mensajes de tipo sociopolítico, sino que su interés se centraba en los cuentos de hadas y como encajar los mitos en el tiempo actual.
El 26 de julio de 2006 se levantaba el telón. Su puesta en escena fue, por encima de todo, respetuosa con Wagner y con la historia del Anillo: dioses, nibelungos, gigantes, ondinas, valquirias, humanos, cascos y lanzas estaban en la escena, cada uno con sus particularidades y, por regla general, los decorados estuvieron bien diseñados -el Rhin, el segundo acto de Valquiria, la roca de la Valquiria o la escena de las Nornas brillaron especialmente por su belleza plástica-. Su novedad estribaba en introducir el Anillo en nuestro tiempo, y así, la historia se desarrollaba en el mundo real de los hombres de hoy, sólo que éstos no podían ver a los personajes -porque han olvidado los mitos y leyendas-. Una suerte de Harry Potter para adultos, como lo calificó algún crítico. Esto se concretaba en escenarios que en realidad no eran lo que parecían ser -así, los dioses en el Oro se encuentran en una suerte de azotea, el segundo acto de Valquiria es un parque, el tercero es una cantera, o el bosque donde habita Fafner en Sigfrido está atravesado por una carretera en construcción-. Todo ello, eso sí, llevado a escena con gusto y cierto ingenio1.
El vestuario respetaba la idiosincrasia de las distintas razas de la trama, pero con colores y estéticas originales: los dioses de riguroso blanco -en Valquiria Wotan y Fricka tornaban al negro-, los nibelungos en tonos verdosos y con rasgos reptiloides, los gigantes en tonos grises y con una suerte de armadura hecha a base de bloques de granito, las valquirias de color rojo...
No obstante, la propuesta de Dorst no alcanzó el apoyo unánime de la crítica, e incluso fue denostada por algunos sectores1 de forma absolutamente exagerada. Algunos dijeron que su trabajo había quedado a medio hacer por cerrar el telón en los interludios -algo que el propio Wagner prevé, pero que desde que Chérau en su Anillo los escenificara parece que ha pasado a ser norma- o criticaron el excesivo estatismo de algunas escenas -algo más propio de tiempos pasados-. Sobre esto último, es cierto que no se ahondó demasiado en los movimientos -algún crítico llegó a decir que era un Anillo de postal y Stephen Gould (Sigfrido), criticó que era una producción que le dejaba bastante al libre albedrío-, pero lo que nos ha llegado en vídeo (Valquiria), no hace aguas, si bien efectivamente la escena se mueve dentro de la dramaturgia más clásica.
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El dramaturgo Tankred Dorst. |
Dorst no tuvo mucho tiempo para preparar su propuesta, pero estuvo acompañado por un solvente equipo conformado por Frank Philipp Schlößmann (decorados -también los diseñaría después para el Tristán de Katharina Wagner que pudo verse en el Festival entre 2015 y 2019-), Norbert Abels (dramatugia), Bernd Skodzig (vestuario) y contó como asistente de dirección con su mujer, Ursula Ehler (Bamberg, 1940), también dramaturga y bibliotecaria en la Biblioteca Estatal de Baviera. En seguida declaró a la prensa que no le interesaban las puestas en escena con mensajes de tipo sociopolítico, sino que su interés se centraba en los cuentos de hadas y como encajar los mitos en el tiempo actual.
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El telón se levantaba y los espectadores pudieron contemplar un Rhin clásico de gran belleza plástica. |
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Las valquirias con su original atuendo rojo. |
No obstante, la propuesta de Dorst no alcanzó el apoyo unánime de la crítica, e incluso fue denostada por algunos sectores1 de forma absolutamente exagerada. Algunos dijeron que su trabajo había quedado a medio hacer por cerrar el telón en los interludios -algo que el propio Wagner prevé, pero que desde que Chérau en su Anillo los escenificara parece que ha pasado a ser norma- o criticaron el excesivo estatismo de algunas escenas -algo más propio de tiempos pasados-. Sobre esto último, es cierto que no se ahondó demasiado en los movimientos -algún crítico llegó a decir que era un Anillo de postal y Stephen Gould (Sigfrido), criticó que era una producción que le dejaba bastante al libre albedrío-, pero lo que nos ha llegado en vídeo (Valquiria), no hace aguas, si bien efectivamente la escena se mueve dentro de la dramaturgia más clásica.
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Thielemann dirigiendo el Anillo en el foso de Bayreuth en 2006. |
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Andrew Shore fue un personal Alberich, muy malévolo. |
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La pareja de Welsungos (Wottrich y Westbroek). |
En 2008, Mihoko Fujimura dejó de ser Erda y Waltraute, al pasar a cantar Kundry en el Parsifal recién estrenado de Daniele Gatti, con puesta en escena de Stefan Herheim. No se entendía muy bien por que la Fujimura cantaba Erda, una soprano corta metida a contralto, si no era por fidelidad a la cita con Bayreuth. Ciertamente, su Erda estaba muy bien cantada, pero era pobre en graves. La reemplazó Christa Mayer, con una atractiva voz oscura -descubierta en 2007 en el Anillo de Valencia de Zubin Mehta-, quien hoy es una de las indispensables de Bayreuth. También se sustituyó a Adrianne Pieczonka por Eva-Maria Westbroek en el papel de Sieglinde, quien había cosechado el año anterior un gran éxito en la Valquiria que la Filarmónica de Berlín y Simon Rattle habían interpretado en el Festival de Aix-en-Provence. La Brunilda de Linda Watson acusaba cierto desgaste vocal en la zona alta -patente si se compara con su Kundry en el Parsifal de Sinopoli de 1998 (C Major)- y Thielemann no tuvo muchos miramientos con ella en 2007, planteando su sustitución para 2008 por Adrienne Dugger -la Senta del Holandés que Marc Albrecht dirigió entre 2003 y 2006-. Dugger fue anunciada e inició los ensayos, pero éstos no debieron de ir bien. En esto se fijó Katharina Wagner, quien convenció a Thielemann de que era necesario traer de nuevo a Watson. El director hubo de disculparse con la soprano y ésta cantó el papel hasta la retirada del montaje, siendo el único pero importante que puede ponerse a este Anillo, que con una Brunilda más fresca hubiera ganado nota alta en lo vocal.
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Mime (Siegel) y Sigfrido (Gould), en el segundo acto de Sigfrido. Fagner (König), yace muerto a un lado. |
En 2010 tampoco cantó Hans-Peter König, siendo sustituido por Eric Halfvaron, en lo que supuso su regreso al Festival una década después de su última aparición. Muy activo en Bayreuth en los años noventa, la voz no estaba igual de fresca que entonces, pero con técnica y tablas compuso una actuación a la altura de la representación -repitió al año siguiente con Thielemann en el citado Anillo de Viena-. También hubo cambios en Valquiria: Endrik Wottrich (Sigmundo), Eva Maria Westbroek (Sieglinde) y Michelle Breedt (Fricka) dieron paso a Johan Botha, Edith Haller y Mihoko Fujimura -Fricka también en el Oro-. Lo más probable es que estos cambios se debieran a que Opus Arte iba a grabar en vídeo este título7, por lo que era deseable una rotación de cantantes para que no fuera igual al registro de 2008 publicado en CD. Hay quien dice que Wottrich desapareció de Bayreuth tras romper con Katharina Wagner, mientras que la Fujimura cantó Fricka como premio de consolación al dejar de hacer Kundry -su voz y su personalidad más bien hierática no terminaban de casar con la psicología del personaje, siendo sustituida por Susan Maclean, de atractiva voz plateada-.
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Mime (Gerhard Siegel) juega con un globo terráqueo en la escuela abandonada donde tiene lugar el primer acto de Sigfrido. Esta simpática escena fue utilizada de portada de la edición. |
Se ha dicho -y es cierto-, que el elenco no consigue estar a la altura de la dirección, salvo algunos cantantes. Pero si consideramos que la dirección de este Anillo se codea con las históricas de Furtwängler y Knappertsbusch, harían falta los elencos dorados de los años cincuenta para que pudiera estar a la altura de la batuta. No es cierto, como algún sector se ha empeñado en aseverar, que el elenco sea mediocre o que hace perder interés a esta Tetralogía, sobre todo cuando se utiliza esta afirmación para ponderar el citado registro de Viena, grabado en 2011 por la ORF y editado por DG en 2013, el cual no sólo tiene peor toma sonora, sino también un elenco más desigual. Este registro comparte con el de Bayreuth algunos cantantes: Albert Dohmen (Wotan), Stephen Gould (Sigfrido) o Linda Watson (Brunilda en Sigfrido y Ocaso), pero en otros los cambios son a peor: Waltraud Meier (Sieglinde) y Eric Halfvarson (Hunding y Hagen) son dos cantantes históricos, pero en 2011 ya había pasado su mejor momento y, aunque resuelven con técnica e inteligencia sus partes, no tienen el vigor vocal de Eva Maria Westbroek y Hans-Peter König en el registro que nos ocupa. Tampoco hay color entre el gran Mime de Gerhard Siegel y el berreante Wolfgang Schmidt. Un joven Tomasz Konieczny es un liviano Alberich, que canta bien pero que en aquél momento carecía de la oscuridad y anchura de voz que requiere el personaje. Además de para los incondicionales de Meier, este segundo registro tiene interés para escuchar el particular Loge, baritonal, de Adrian Eröd, o la oscura Erda de Anna Larsson. En Valquiria, Brunilda es Katarina Dalayman, de voz más carnosa y fresca que Linda Watson, mientras que Donner y Gunther ganan con Markus Eiche frente al insulso Ralf Lukas, pero ello no decanta la balanza en favor de Viena. Si hay que escoger una Tetralogía, y aun teniendo en cuenta que el registro de Opus Arte puede ser más difícil de encontrar, es preferible optar por la de Bayreuth. Es cierto que Linda Watson exhibe una voz en exceso timbrada y apurada en el agudo o que Ralf Lukas es un endeble Donner y Gunther de voz fea, pero Albert Dohmen compone un Wotan rotundo y mayestático de voz oscura -su monólogo y sus adioses en Valquiria o el torneo del saber en Sigfrido se cuentan entre los grandes-; Andrew Shore es un maligno Alberich único en la concepción de su personaje; Hans-Peter König recoge el testigo de los históricos Fafner y Hagen; Arnold Bezuyen es intachable como Loge; Gerhard Siegel es un Mime maligno ajeno a todo histrionismo vocal, en la línea de Paul Kuën; Michelle Breedt compone una Fricka rotunda; Christa Mayer posee una atractiva voz oscura para Erda y Waltraute, y Eva Maria Westbroek es una apasionada Sieglinde. El resto del reparto, como mínimo, es competente. Stephen Gould, Sigfrido de timbre peculiar, aguanta el tipo con arrojo, sin descalabros vocales y llegando entero al dúo final. No hay duda de que el saber hacer del elenco va también contagiado por la batuta, que acompaña cuidadosamente a los cantantes para que den el máximo posible. Y es que la batuta es superlativa, acrecentada por un sonido cercano y natural -ninguna Tetralogía puede rivalizar con ésta en la conjunción dirección/calidad de sonido-, lo que hace que algunos momentos sean antológicos y otros, aun con cantantes a un nivel más bajo, al menos disfrutables.
Pasamos a comentar cada una de las óperas que componen este Anillo:
La Valquiria
ABRIL DE 2020.
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1 Resulta curioso como algunos críticos denostaron esta puesta en escena tachándola de anodina y gris para elogiar el sinsentido -colorista y movido, eso sí-, de la producción de Frank Castorf (2013-2017) que pudo verse después en el Festival. Parece como si una puesta en escena rompedora necesitara un par de novedades para triunfar, mientras que una puesta clásica necesitara todo lujo de precisiones para ganar la conformidad de determinados críticos. Dorst llevó a escena el Anillo de Wagner con profesionalidad, aportando un enfoque nuevo desde el respeto a la obra y sin querer contar otra cosa que no fuera la obra de Wagner. Y eso hoy en día es mucho. En sus notas al programa, tituladas Las huellas de los dioses, podemos leer: En nuestro tiempo presente, los viejos dioses, los viejos mitos parecen no tener más lugar. Por otro lado, notamos una y otra vez que las personas son impulsadas por fuerzas, por emociones, que son completamente anacrónicas. De esta manera, uno puede pensar fácilmente que los antiguos dioses extraños todavía están presentes, hacer nidos para sí mismos aquí y allá en nuestras ciudades contemporáneas, en los bordes, debajo de los pasos elevados de las autopistas, en los edificios vacíos destinados a la demolición, en las esquinas y muros de nuestra civilización, incluso cuando nosotros, poniendo nuestra fe en la razón, no estamos dispuestos a verlos ni a prestarles atención. Las tierras baldías y la naturaleza salvaje siguen siendo parte de nuestro presente y viven en nuestras cabezas a pesar de todas las razones. A veces gobierna nuestras vidas y destruye las apariencias agradables en las que plácidamente nos sentimos seguros. Un examen bastante detallado de la producción, aunque correspondiente a su última edición, en 2010, es la de Michael Miller, que puede leerse en inglés aquí.
2 Así lo manifestaba Andrew Shore (Alberich), en una entrevista concedida en 2009 a Jim Pritchard que puede leerse en inglés aquí.
2 Así lo manifestaba Andrew Shore (Alberich), en una entrevista concedida en 2009 a Jim Pritchard que puede leerse en inglés aquí.
3 En la misma entrevista indicada en el número anterior.
4 El cantante, prematuramente fallecido a los 52 años en 2017, llegó a Bayreuth de la mano de Barenboim en 1996 para cantar David en Maestros y el joven marinero de Tristán y ascendió enteros de forma nada habitual. En 2001 y 2002 cantó como Walther algunas funciones de Maestros alternándose con Robert Dean Smith, quien cantaba también Sigmundo en Valquiria. Después de haber cantado entre 2001 y 2004 Froh y en 2003 Erik, fue Parsifal en 2004 con Boulez en la nefasta producción de Schlingensief. De hecho, las declaraciones que el tenor hizo contra el regisseur fueron sonadas en la prensa internacional. Al año siguiente volvió a ser Erik y, en 2006, se le anunció como Sigmundo, con gran polémica.
4 El cantante, prematuramente fallecido a los 52 años en 2017, llegó a Bayreuth de la mano de Barenboim en 1996 para cantar David en Maestros y el joven marinero de Tristán y ascendió enteros de forma nada habitual. En 2001 y 2002 cantó como Walther algunas funciones de Maestros alternándose con Robert Dean Smith, quien cantaba también Sigmundo en Valquiria. Después de haber cantado entre 2001 y 2004 Froh y en 2003 Erik, fue Parsifal en 2004 con Boulez en la nefasta producción de Schlingensief. De hecho, las declaraciones que el tenor hizo contra el regisseur fueron sonadas en la prensa internacional. Al año siguiente volvió a ser Erik y, en 2006, se le anunció como Sigmundo, con gran polémica.
5 En una entrevista concedida a Jim Pritchard, que puede leerse en inglés aquí, Gould declaró que aceptó debutar el papel de Sigfrido nada menos que en Bayreuth por petición de Thielemann, y añade: Tankred Dorst era un hombre muy dulce y maravilloso, pero no tenía idea de lo que estaba haciendo, no había forma de que yo lo hubiera hecho -en condiciones óptimas-. Tras la primera edición, siguió cantando el papel gracias al apoyo que le ofreció Wolfgang Wagner, quien le contó cómo cantantes históricos como Max Lorenz o Wolfgang Windgassen habían luchado por hacerse al papel. Manifestó en dicha entrevista: Tuve éxito con Siegfried en Viena y fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que ser más cuidadoso en el futuro y que necesitaba un director muy solidario porque eso es parte del secreto de poder cantar esta pieza.
6 La cosa no deja de tener gracia, pues los dos peores Sigfridos de la Historia del Festival han vuelto después como Mime. El primero, Manfred Jung, Sigfrido con Boulez/Chérau en los últimos años del Anillo del Centenario, regresó como Mime en el de Levine/Kirchner (1994-98), siendo Sigfrido Wolfgang Schmidt. Después, Schmidt y Franz compartieron el papel en la Tetralogía siguiente y, regresando Franz en 2009, Schmidt hizo de Mime.
6 La cosa no deja de tener gracia, pues los dos peores Sigfridos de la Historia del Festival han vuelto después como Mime. El primero, Manfred Jung, Sigfrido con Boulez/Chérau en los últimos años del Anillo del Centenario, regresó como Mime en el de Levine/Kirchner (1994-98), siendo Sigfrido Wolfgang Schmidt. Después, Schmidt y Franz compartieron el papel en la Tetralogía siguiente y, regresando Franz en 2009, Schmidt hizo de Mime.
7 Inicialmente estaba previsto grabar el Parsifal de Stefan Herheim, con Daniele Gatti en el podio, pero una cuestión legal lo impidió. Las cámaras lo registraron en 2012, pero no con Gatti sino con Philippe Jordan. Incluso fue retransmitido por la cadena de televisión Arte, pero el registro nunca llegó a ser publicado, aunque circula por la red. Nunca se ha sabido el problema legal que ha impedido editarlo.
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