El 10 de abril de 1998, Viernes Santo, Seiffert se encontraba en la Ópera de Colonia protagonizando el Festival Escénico Sacro bajo la dirección de James Conlon, quien fuera Director General de dicho teatro entre 1989 y 2002. Desconozco los detalles de la producción y por la red no circulan fotografías. En todo caso, Colonia siempre ha tenido una vinculación wagneriana especial en la segunda fila -no es Munich ni Dresde-: en su teatro debutó Martha Mödl su Kundry en 1949 y, en 1962, Wieland Wagner ensayó su segunda producción del Anillo para Bayreuth, con Sawallisch y un elenco de históricos (London, Windgassen, Silja...). La orquesta conoce la partitura y la interpreta a alto nivel.
La toma sonora de que disponemos, y que probablemente proceda de grabación realizada por el equipo técnico del propio teatro, se circunscribe únicamente al segundo acto, donde Seiffert está acompañado por la Kundry de Hildegard Behrens -madura, con 61 años, pero que aún tiene cosas que ofrecer- y el efectivo Klingsor de Kristinn Sigmundsson. El sonido es correcto y recoge lo que puede escucharse en la butaca de un teatro: es perceptible cierta distancia en la toma sonora, con cierto soplido de fondo, y las voces pueden presentarse en algún momento un punto alejadas debido al movimiento por el escenario. Hacia el final del dúo aparece un anecdótico golpe de micrófono.
James Conlon no es un nombre que asociemos al repertorio wagneriano, pero sí a Franz Liszt: en 1985 y 1986 registró para Erato las dos sinfonías del suegro de Wagner, Fausto y Dante, con la que era su orquesta en aquél momento, la Filarmónica de Rotterdam, registros referenciales en un repertorio no siempre frecuentado. Su visión del segundo acto es clara, delineada de forma redondeada, sin aristas ni grandes clímax, mirando más bien hacia el oratorio pero sin cargar las tintas en los aspectos más místicos, con tempi más bien ligeros -no llega a 63 minutos, si bien maneja bien las distintas velocidades-. Hubiera sido interesante disponer del registro completo para conocer su planteamiento de los actos primero y tercero y hacernos una idea de conjunto. La atmósfera del castillo de Klingsor no es especialmente asfixiante. Ofrece una buena escena de las muchachas-flor, atenta, y el dúo de Parsifal y Kundry resulta más ascético que dramático, si bien va acumulando tensión hasta un final explosivo -la percusión un tanto efectista al derrumbarse el castillo de Klingsor-.
Peter Seiffert contaba al tiempo de esta interpretación 44 años y se encontraba en su mejor momento -ya lo dijimos al comentar el Lohengrin de Barenboim en estudio del mismo año-: el instrumento luce un bello esmalte y el agudo es fácil, firme y luminoso -el registro medio en algunos momentos no tiene tanta proyección-. Brilla con luz propia en el Amfortas! Die wunde! Su musicalidad general, su elegante fraseo -con un punto de italianidad- y su interpretación apasionada lo colocan como un Parsifal de gran atractivo dentro de los de línea juvenil y no baritonal. En este registro, en concreto, en cuanto a técnica y timbre, por encima de los que nos han legado René Kollo y Siegfried Jerusalem y, por supuesto, Peter Hofmann.
Hildegard Behrens tuvo unas circunstancias canoras parecidas a las de Seiffert: se inició como mozartiana, debutando en 1971 en Friburgo como la Condesa de Las bodas de Fígaro. Al año siguiente se integró en el elenco estable de la Deutsche Oper de Berlín, donde comenzó a frecuentar el repertorio romántico alemán más lírico, incluyendo el rol de Elsa. Con Böhm cantó Leonora en Fidelio y poco después fue descubierta por Karajan, quien deseando huir de voces pesadas para el repertorio wagneriano y straussiano encontró en ella un ideal. El instrumento fue ensanchando y se lanzó a encarnar a Isolda y Brunilda -como la hija de Wotan tuvo su gran puesta de largo en su debut en el Festival de Bayreuth de 1983 bajo la dirección de Solti-. A diferencia de otras voces más líricas, que en poco tiempo se venían abajo en este repertorio, la Behrens cosechó éxitos duraderos, y su instrumento brillante de agudo fácil se ganó el aprecio de la crítica, que veía en ella a una segunda Nilsson, si bien a diferencia de la sueca, el instrumento era algo más pequeño y de sonoridades más juveniles. Aquí la escuchamos a sus 61 años en un sorprendente buen estado vocal -ya querrían muchas sopranos en su mejor etapa cantar así-, a salvo alguna colocación aproximativa de alguna nota al comienzo de su intervención larga hacia Parsifal. No es la Kundry más idiomática por sus graves más reducidos, pero su concepción juvenil y fresca no está exenta de atractivo, con un imponente final gracias a sus agudos refulgentes. Se dice que prolongó en demasía su carrera -de hecho, cuando falleció en 2009, a los 72 años aún daba algunos recitales-, y que en los últimos años su estado vocal era muy deficiente, pero aquí aún luce sus cualidades.
El islandés Kristin Sigmundsson, que era bajo y no barítono, compone un Klingsor de voz granítica, oscura y con autoridad, pero sin dejar de lado la caracterización de acomplejamiento que acompaña al personaje. No fue un cantante propiamente wagneriano, desempeñándose más habitualmente como Sarastro en La flauta mágica o el Comendador de Don Giovanni, pero tuvo algunas incursiones en personajes secundarios wagnerianos, como también en los lieder de Schubert.
En definitiva, un registro que tiene interés por la pareja Seiffert-Behrens en dos roles que no fueron habituales en sus carreras pero en los que demuestran su altura artística. La batuta tampoco está exenta de interés.
ABRIL DE 2025.
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