El Holandés de Barenboim

Analizamos el Holandés que Daniel Barenboim grabó en estudio en 2001 para Teldec (hoy en el fondo discográfico de Warner) junto con los conjuntos de la Staatsoper de Berlín, único acercamiento discográfico que el argentino ha dejado de la obra y con el recientemente fallecido Peter Seiffert.

EL HOLANDÉS ERRANTE

Staatskapelle Berlin
Chor de Deutschen Staatsoper Berlin
(grabación de estudio realizada en mayo y junio de 2001)
Daniel Barenboim

Der Holländer: Falk Struckmann
Senta: Jane Eaglen
Daland: Robert Holl
Erik: Peter Seiffert
Der Steuermann: Rolando Villazón
Mary: Felicity Palmer
Dirección:
Elenco:
Sonido:

Prácticamente a la vez que registraba Tannhäuser, Barenboim también llevó a cabo esta grabación de la primera de las óperas que conforman el Canon de Bayreuth, la que le restaba para completar su integral en disco. Una andadura que se había iniciado con Parsifal en 1989, sin perjuicio de las grabaciones en vídeo realizadas en el Festival de Bayreuth, con su primer registro de Tristán en 1983. El reparto, por desgracia, lastra mucho el resultado global, que sube enteros por la batuta y la prestación orquestal.

La publicación de esta grabación, llevada a cabo en los meses de mayo y junio de 2001, fue tardía y de destino incierto. No apareció hasta el otoño de 2002 debido a un periodo crítico en la industria del disco: se empezó a escuchar que Teldec y Erato, una vez integrados en el grupo Time-Warner, iban a desaparecer, y que el maestro argentino iba a fichar por EMI. Finalmente Warner mantuvo la división Teldec y el registro pudo ver la luz. El Holandés no es un título que Barenboim frecuentase antes ni tampoco después, más allá de tratarse de una obra de repertorio que habitualmente puede verse en la Staatsoper de Berlín, el que fuera su teatro desde 1992 hasta su retirada en 2023. Aprovechando su colaboración con Harry Kupfer en el teatro berlinés, que estrenaba nueva producción de la obra en el Festival de Pascua, se procedió a registrar en estudio la obra. La toma sonora, al igual que en el Tannhäuser, se presenta a gran nivel.

Al igual que en su paralelo Tannhäuser, el argentino experimenta con las versiones de la partitura, probablemente con propósitos dramáticos junto a Kupfer en la propuesta escénica: utiliza la revisada de 1864, pero mantiene para la obertura y el final de la obra los más beethovenianos desenlaces de 1843. Asimismo, recupera la tonalidad original de la balada de Senta, la menor, pues la cantante del estreno, Wilhelmine Schröder-Devrient, pidió al Maestro que la bajara un tono -sol menor- para mayor comodidad de su voz. Desde entonces, la balada transportada ha quedado como la oficial, siendo la original una curiosidad raramente interpretada -en Bayreuth sólo se ha escuchado en 1960, 1961 y 1965, con Anja Silja-. En cuanto al reparto, se utilizó parcialmente el que cantó aquellas funciones, con cambios no necesariamente a mejor: se mantuvieron Falk Struckmann y Robert Holl como Daland, mientras que Senta fue Anne Schwanewilms, Erik fue Jorma Silvasti y Mary fue Uta Priew. En definitiva, un reparto wagneriano del momento en un teatro de primera fila -Silvasti y Priew cantaron sus respectivos roles en Bayreuth y los demás también aparecían por el Festival aquellos años-.

Primera edición de este registro
        Barenboim se revela aquí como gran conocedor wagneriano, pero falto de un punto de chispa dramática en los dos primeros actos para alcanzar el sobresaliente. Lo que vamos a decir de la obertura puede predicarse también de los dos primeros actos: sonoridad suntuosa de la orquesta, monumental -muy monumental en los grandes momentos- granítica y homogénea, que tan bien le va esta partitura, sobre todo de unas trompas impecables, claridad en los planos sonoros -nótese, por ejemplo, la línea de los cellos bajo los violines en trémolo al finalizar Daland su intervención inicial (CD1, pista 2, 3:04), que recuerda a una sinfonía de Bruckner- y tempi no apresurados -si bien son más bien ligeros, un total de dos horas y cuarto1, no encontramos aquí las prisas con las que con frecuencia excesiva se tiende a despachar la obra-, tampoco hay piloto automático -otra de los defectos que se le achacan a determinadas batutas en esta obra-, sino que el director se recrea con propósitos dramáticos, pero todo suena demasiado equilibrado y diáfano. Se echa en falta algo más de rusticidad, pathos dramático y atmósfera de misterio e inquietud. En el tercer acto la cosa cambia, comenzando con una fiesta en el puerto festiva y donde la batuta está muy compenetrada, creciendo en intensidad e inquietud a partir de la fantasmagórica aparición de los marineros del holandés (CD2, pista 7, 7:03), que crece e intensidad e inquietud hasta lo demoníaco. La contraposición entre los marineros noruegos y los del holandés es magnífica -sin llegar a la transparencia diamantina de Thielemann-. La cavatina de Erik nos transmite sosiego para pasar a una escena final imponente por un impulso arrollador como pocas veces se ha escuchado.

Falk Struckmann
        En los dos primeros actos hay, no obstante, momentos muy bien conseguidos. En la oberturase muestra muy atento -valga el ritardando que conduce a la aparición a toda orquesta del tema de la redención (pista 1, 7:09)-, la cavatina del timonel, donde hay nervio y tensión y una atmósfera que se va tornando más oscura e inquietante o, en la escena de las hilanderas, la presencia cada vez más destacada  de la cuerda haciendo la respuesta rítmica, detalle original (CD1, pista 10, 2:50). En el dúo entre Senta y Erik falta algo más de tensión, y el de los protagonistas está bien acompañado, pero falta pathos y desesperación, todo suena demasiado equilibrado. También hay algunas aceleraciones caprichosas -nótese en la entrada inicial de los marineros, al final del primer acto o hacia el final del dúo de los protagonistas en el segundo-. En varios momentos oímos murmurar a Barenboim, lo que añade inmediatez a la toma de estudio: al comenzar la obertura canta el tema con las trompas (pista 1, 0:05), susurra a las trompas para que bajen el volumen (2:46), marca (4:54) o en los últimos compases del dúo de Senta y Erik (CD2, pista 2, 11:07).

Falk Struckmann, uno de los cantantes más estrechamente ligados a Barenboim y al Bayreuth de los noventa, protagoniza la obra. Sus aportaciones al repertorio wagneriano han sido muchas, e incluso al final de su carrera se ha desempeñado como bajo -con resultados, a mi juicio, fallidos-. No ha funcionado igual en todos los roles, y si como Telramund, Kurwenal, Donner, Gunther o Amfortas ha compuesto retratos notables, como Holandés, y en el registro que nos ocupa, el resultado no es totalmente óptimo. La voz se muestra demasiado rocosa, y dramáticamente compone un personaje cansino, falto de impetuosidad y vigor, con el problema añadido de que el Holandés está escrito para un bajo-barítono con importante registro grave, generándose cierto vibrato amplio al cantar frases largas en la zona baja. Todo ello hace que la nobleza que se asocia a la línea de canto de Struckmann aquí esté ausente. Es el único registro que disponemos de su Holandés, por lo que no podemos comparar.

Robert Holl
        El Daland de Robert Holl encaja bien con los peros puestos a Struckmann: voz grande, también rocosa, ruda, con grave destacado, pero muy nasal, movida con lentitud y con una línea de canto por regla general monótona. Holl, con indudable materia prima wagneriana -Struckmann también- es un cantante que necesita de una batuta que le guíe, sacando lo mejor de sí mismo. Hay ciertos momentos matizados, como cuando presenta al Holandés a su hija y esta está extasiada -hay picardía y complicidad en Doch keines spricht... (CD2, pista 4, 3:19)-, pero en otros hay mucho de rutina.

No sabemos qué llevo a Barenboim a contar con Jane Eaglen en sus dos últimos registros del Canon -Tannhäuser y este Holandés-, pero el caso es que participó como Elisabeth y como Senta. La voz es delgada, blanquecina y con cierto vibrato, con problemas en el ascenso agudo que procura disimular y otras veces se hace inevitable, como en el final de la balada (CD2, pista 1, 0:40) o al final de la obra. Algo mejor en el dúo con el Holandés. La dicción es por momentos borrosa. Dramáticamente no dice mucho, con una interpretación un tanto monocorde. Su corta carrera por pronto declive no le permitió destacar mucho en el repertorio wagneriano, siendo un ejemplo de los años de erial vocal. La Schwanewilms era una soprano lírica, pero con mejor materia prima y técnica vocal. Bien podría haber realizado estos registros. Misterios de los compromisos discográficos.

Lo más destacado de esta grabación es el Erik juvenil y luminoso del recientemente fallecido Peter Seiffert -¿cómo es posible que Senta se fije en el Holandés?-. Interpretación precisa -en su entrada canta las dos llamadas a Senta y no sólo la segunda, como habitualmente suele hacerse (CD2, pista 1, 1:16)-, atención a las dinámicas y fraseo atento y apasionado. En su voz hay condescendencia tornada después en desesperación, y parece que el rol es sencillo aun cuando es habitual escuchar en esta parte a cantantes faltos de dimensión vocal o de dimensión dramática, cuando no de ambas. Uno de los mejores Erik de toda la discografía, en el tercer y último acercamiento del tenor al rol2. En la cavatina se revela como un narrador nato, cargada de todo lujo de detalles en ritardandi y dinámicas. Un detalle nimio: el vibrato un punto acusado sobre gestandest du mir Liebe (pista 10, 2:05).

En los roles menores parece que se sucumbió a la mercadoctecnia, con dos nombres conocidos pero alejados del repertorio wagneriano: el Timonel de Rolando Villazón, viril de timbre y maneras, de técnica heterodoxa, pero en todo caso notable, y la Mary de la veterana Felicity Palmer, correcta sin más.

Este Holandés marca, a mi juicio, el punto más bajo del ciclo grabado por Barenboim, aun por debajo de sus también discutibles Maestros grabados en Bayreuth, donde el reparto vocal es superior. Las voces de Seiffert y Villazón no pueden levantar el pobre nivel de los tres principales Struckmann, Eaglen y Holl. Una pena, pues la batuta es notabilísima -no se le da el sobresaliente por las reservas apuntadas- y el sonido magnífico. Warner ha publicado un cofre con todo el Canon de Bayreuth grabado por Barenboim entre Bayreuth y Berlín, que si está a buen precio es de adquisición recomendable. Adquirir este Holandés por separado es para pensárselo primero.

MAYO DE 2025.

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1 Casi 6 minutos menos que el registro de Keilberth en el Festival de Bayreuth de 1955 y 17 respecto al de Kna del mismo año, por citar dos históricos.
2 Antes lo grabó en vivo con Sawallisch en la Ópera Estatal de Baviera (1991, EMI) y en estudio con Pinchas Steinberg y la ORF (1992, Naxos). En 1991 dejó grabado el Timonel, en el registro de estudio de Sinopoli (DG), donde Erik era Plácido Domingo.

3 comentarios:

  1. No ha tenido demasiada fortuna el Holandés en los registros de la era digital y a menudo me pregunto si el más satisfactorio no es otro que el de Pinchas Steinberg en Naxos. Un saludo.

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  2. La versión dirigida por Sawallisch está disponible? Nunca oí esa versión.

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