El Anillo de Karajan en estudio: V. El Ocaso de los dioses (1969) - Conclusiones

Finalizamos el análisis del Anillo de estudio de Karajan con el Ocaso.

EL OCASO DE LOS DIOSES

Orquesta Filarmónica de Berlín
Coro de la Deutsche Oper de Berlín
Herbert von Karajan

(grabación de estudio realizada entre el 10 de octubre
y el 29 de diciembre de 1969)

Siegfried: Helge Brillioth
Gunther: Thomas Stewart
Alberich: Zoltán Kelemen
Hagen: Karl Ridderbusch
Brunhilde: Helga Dernesch
Gutrune: Gundula Janowitz
Waltraute: Christa Ludwig
1. Norn: Lili Chookasian
2. Norn: Christa Ludwig
3. Norn: Caterina Ligendza
Woglinde: Liselotte Rebmann
Wellgunde: Edda Moser
Flosshilde: Anna Reynolds

Dirección:
Elenco:
Sonido:

           Tras un Oro y un Sigfrido con personalismos demasiado arriesgados, en el Ocaso Karajan recondujo las cosas, ofreciendo una interpretación detallista sin perder de vista la épica global de la obra. El reparto también acompaña, destacando un notable Sigfrido de Helge Brillioth, en su mejor momento vocal. Helga Dernesch ofrece una Brunilda más compenetrada que en Sigfrido, y Gundula Janowitz es una magnífica Gutrune. Buen saber hacer de Thomas Stewart como Gunther, y Karl Ridderbusch es un Hagen menos temible de lo habitual.

 Entre el 10 de octubre y el 29 de diciembre de 1969 se registró, en la Jesus Christus Kirche de Berlín, el Ocaso con el que Karajan puso fin a su personal Tetralogía. Tras sus errores de reparto y concepción en el Oro y en Sigfrido, en el Ocaso recondujo las cosas. Por un lado, rescató a Thomas Stewart como Gunther y a Gundula Janowitz como Gutrune, a quien propuso preparar el papel -tenía que haberle propuesto también el de Freia-. Prescindió de Jess Thomas y optó por Helge Brillioth para el protagonista. El trío de nornas lució a buen nivel y las ondinas son las mismas que en el Oro, a excepción de Woglinde, donde no pudo contar con Helen Donath -probablemente por el nacimiento de su hijo, que también le obligó a aplazar su debut en el Metropolitan, pues sí acudió a las posteriores representaciones de Salzburgo-, siendo sustituida por Liselotte Rebmann, que había sido Gerhilde en Valquiria. Mantuvo a Helga Dernesch como Brunilda, si bien aquí está más compenetrada con el rol.

El breve Preludio se beneficia de una lectura parsimoniosa donde las líneas fluyen con claridad, como si de un sueño se tratase. La escena de las nornas se inicia a tempo lento y sonoridad un punto velada para ir ganando brillo según avanza el relato, pasando a un interludio magnífico por su épica y su sonoridad preciosista en los violines. El dúo de los protagonistas se desarrolla bajo una atmósfera suave y cantábile de gran belleza -delicados vientos en la intervención inicial de Brunilda, nótese los clarinetes en CD1, pista 4, a partir de 0:48, trompas a partir de 1:05 y oboe a partir de 1:09 y de 1:25- y no exenta de pasión, culminando con un excelente viaje de Sigfrido por el Rhin, limpio y a la vez brillante y con impulso -arrojado el solo de trompa, nótese la claridad con que se escucha el glockenspiel  (CD1, pista 6, 1:24), la modulación de fa a la mayor o el fluir de los violines (2:12) en unas sonoridades que me recuerdan al Moldava de Smetana-. Toda la escena de la sala de los gibichungos se desarrolla a buen tempo, fluyendo la música hacia delante y con cierta agilidad dramática. No encontraremos ese narrador atento que es Solti, pero sí un discurso coherente y efectivo, vibrante por momentos -entrada de Sigfrido, salida con Gunther-. El segundo interludio posee un pathos bien conseguido, a partir de una lectura serena, llevándonos a una escena en la roca de la valquiria un tanto velada y crepuscular más que épica.

Ensayo del segundo acto del Ocaso en Salzburgo

        El preludio del segundo acto resuena poderoso a la par que inquietante -nótese el acorde en las maderas en CD3, pista 3-. El dúo entre Alberich y Hagen se desarrolla con cierta brumosidad atractiva. Dramáticamente está muy bien conseguida la entrada de Sigfrido y su encuentro con Gutrune, pues aunque aparentemente hay cierta alegría, se percibe inquietud y atmósfera de traición -además cuando se menciona el truco del tarnhelm tanto Sigfrido como Hagen cantan en mezza voce-. Explosiva llamada de Hagen a las tropas y, en general, toda la escena principal está llevada a muy bien tiempo -probablemente la mejor escena en términos de coherencia musical y dramática de todo este Anillo-. El trío final logra extraer puntos de introspección interesantes. 

        Resonante llamada de la trompa en el preludio del tercer acto y escena de las ondinas llevada con naturalidad. Bien desarrollado el relato final de Sigfrido, intimista, desembocando en una marcha fúnebre triunfal y una escena donde Karajan maneja bien los tiempos, con una escena de la inmolación a tempo contenido, casi con pulso religioso y cargada de emoción, sin duda otro de los grandes momentos -aunque en la conclusión orquestal, previa a la aparición del tema de la redención, existe un balance un punto alterado hacia el agudo, generando cierta estridencia-.

Karajan da instrucciones escénicas a Brillioth

          Ya apuntamos que Karajan llegó a Thomas motivado por las circunstancias, por lo que parece plausible pensar que más que querer dos cantantes diferentes para Sigfrido, encontró un tenor más adecuado, y efectivamente no andaba errado en su apreciación. El sueco Helge Brillioth contaba con 38 años y se había desempeñado como barítono. Fue en 1965 cuando dio el salto a roles de tenor dramático, comenzando por Otello. Al tiempo de esta grabación se encontraba en un momento vocal magnífico -apuntamos esto porque sus facultades mermaron relativamente rápido, pues en el Tristán de 1975 en Bayreuth con Carlos Kleiber ya sufría un evidente desgaste-. Sin prejuicios, y escuchando su trabajo con objetividad, ofrece un notabilísimo Sigfrido, uno de los mejores cantados de la era post Windgassencon una voz ancha que no se resiente, una línea que procura ser cantábile y dramáticamente se muestra bastante atento y afín con el rol, exhibiendo variedad de matices -apasionado en el prólogo, emocionado al ver a Gutrune en CD1, pista 12, 2:54, si bien un poco reservado en el pacto de sangre con Gunther (CD2, pista 2, 0:54)-. Ofrece un retrato noble del personaje en el segundo acto y en el tercero suena condescendiente -que no atolondrado- con las ondinas. Marca de Karajan es cantar con suavidad su relato, que queda un punto artificioso, también en parte por la ingeniería sonora. La voz no es enorme y es probable que haya cierta ayuda del estudio a la hora de balancear, pero con Windgassen de retirada, Brillioth era una de las mejores elecciones posibles -otra posibilidad hubiera sido Ticho Parly, de voz más baritonal e imponente pero menos sutil-. Probablemente estemos ante el mejor registro de Brillioth dentro de su exigua discografía -para poder escuchar su Sigfrido juvenil debemos acudir a un registro en vivo del mismo año en la Ópera Real de Estocolmo con Silvio Varviso en el podio (Opera Depot), y para escucharle en un Anillo completo -haciendo también Sigmundo- debemos acudir al Anillo que Rudolf Kempe dirigiera allí en 1975 (Opera Depot), pero en aquél momento ya había pasado su mejor momento.

        La Brunilda de Helga Dernesch, sin ser la voz ideal, presenta más empaque vocal y dramático en esta jornada. La tesitura es más central y el papel parece que está más trabajado, sobre todo en el dúo con Waltraute. Sale airosa del segundo acto y en el tercero ofrece una escena de la inmolación dramáticamente imponente, con una voz no muy grande pero arropada bellísimamente por la orquesta.

Thomas Stewart tenía ya mucha experiencia con el rol de Gunther, que venía interpretando en Bayreuth desde 1960 y que aquél verano había cantado con Lorin Maazel en el Festival. La interpretación es muy matizada, alejada de nobleza pero no descuidada. A través de las inflexiones de la voz escuchamos la inseguridad del personaje o su impaciencia cuando Hagen le habla de Brunilda. En el saludo a Sigfrido en el primer acto suena un poco apurado por arriba, como también en su posterior saludo a Sigfrido y Gutrune en el segundo.

Karajan explica el movimiento escénico de la muerte de Sigfrido (Brillioth)
a Hagen (Ridderbusch)

        Karl Ridderbusch fue siempre un buen bajo, muy versátil gracias a su amplia tesitura - interpretó el rol de Sachs en Maestros sin dificultad-, pero no destacó por ser un animal de teatro. No queremos decir que no haya realizado buenas encarnaciones, que las tiene, pero no todo lo que hizo se mostró al mismo nivel. Aquí contaba con 37 años. El instrumento tiene resonancias tonantes y exhibe autoridad e incluso nobleza -nótese en la llamada a Sigfrido en el primer acto (CD1, pista 9, 1:59)-, con una línea cantábile que presenta variedad de matices -esto sin duda se lo debemos a Karajan, nótese todas las explicaciones dadas a los hermanos, en un pianísimo misterioso (CD1, pista 8, 2:16) o la contestación al pacto de sangre (CD2, pista 2, 3:52), muy musical-, pero en general falta maldad y astucia a la hora de tejer la trama con los hermanos gibichungos y con Sigfrido o de exponer su monólogo (CD2, pista 3). Falta socarronería cuando, en el segundo acto, dice que aconsejó bien a Sigfrido en el uso del tarnhelm (CD3, pista 3, 4:33), frase que además pronuncia en pianísimo, acentuando el ladro trágico que tiene la farsa por él organizada. En los Anillos de Boulez en Bayreuth en 1976 y 1977 (Opera Depot) realiza una interpretación más directa pero también más brutal, más afín al personaje. 

        Excelente Gundula Janowitz como Gutrune. Su dicción clara y su voz cristalina le permiten encarnar a un personaje inocente y elegante. Después de las funciones de Salzburgo no volvió al rol, probablemente por falta de interés en un personaje secundario.

Zoltán Kelemen desarrolla un Alberich con una voz con la anchura suficiente y conveniente caracterizada al inicio de su intervención como si emergiera de los sueños de Hagen. Su Alberich es sutil y brumoso, muy efectivo.

Solvente trío de nornas, destacando una excepcional segunda norna de Christa Ludwig que pone los pelos de punta, quien también se ocupa del papel de Waltraute, como ya hiciera en el Ocaso de Solti, si bien aquí la dirección es más pausada y resignada, no resultando su interpretación tan electrizante como en el registro del húngaro. La tercera está encomendada a Catarina Ligendza, otra voz de entidad. Comienza un poco fría su entrada, pero después depara también momentos magníficos. Correcta la primera, encomendada a Lili Chookasian. Muy homogéneo y efectivo el trío de ondinas 

Muy bien el coro de la Deutsche Oper de Berlín, dirigido por Walter Hagen-Gröll, potente e incisivo, acompañado de un Karajan desbordante y con una orquesta opulenta que da una respuesta directa, alejada de cualquier manierismo, si bien su entrada es un tanto artificiosa, pues la toma les sitúa alejados y se van aproximando y, tras la intervención de Gunther, el último acorde tiene un crescendo de efectismo vacuo.

Concluida la escucha de esta Tetralogía, lo primero que me viene a la cabeza es que estamos ante un Anillo de escenas o momentos. Escenas o momentos de excelente nivel y, por tanto, de obligado conocimiento: la primera escena del Oro, el primer acto de La Valquiria, la cabalgata, los adioses de Wotan, el prólogo del Ocaso, la escena central del segundo acto o la escena de la inmolación. Pero también hay momentos donde la batuta carece de aliento dramático y todo es una pulcra sucesión de notas -escenas tercera y cuarta del Oro, preludio de Sigfrido, escena de Erda...-. Tomando cada obra en conjunto, sólo La Valquiria constituye una aportación destacada a la discografía de la obra, y el Ocaso con ciertos reparos al primer acto. Lo demás parecen escenas de concierto en vez de un drama completo, lo que provoca que como Tetralogía no funcione. Vocalmente tampoco hay unidad, concentrándose las mejores bazas vocales en Valquiria: Vickers, Talvela, Stewart, Crespin y Veasey; con Brillioth, Janowitz y Ludwig en el Ocaso. Es cierto que también destacan los gigantes de Talvela y Ridderbusch, pero no consiguen levantar por si solos el OroRelata Oswald Georg Bauer en su extensa Historia del Festival de Bayreuth que, en 1969, último año en que pudo verse el segundo Anillo de Wieland, tras los abucheos que cosechó Lorin Maazel, el certamen empezó a tener miedo del Bayreuth que estaba construyendo Karajan en Salzburgo1. Hoy disponemos de grabaciones no oficiales de ambas Tetralogías (Opera Depot), y escuchadas objetivamente, la de Bayreuth resulta mucho más coherente e idiomática. Ángel Fernando Mayo en su Guía Wagner declaraba que el Anillo de Karajan había envejecido mal. Yo no hablaría de envejecimiento, sino directamente de una visión demasiado personal y rebuscada. Maazel no era un director wagneriano, pero desde su óptica el Anillo presenta una lectura más coherente. Karajan intentó realizar una lectura luminosa, limpia y cantábile del Anillo, pero en la búsqueda del detalle perdió el sentido del conjunto. Intentos como los de Krauss (1953, Orfeo), Böhm (1966-67, DG) y el referido de Maazel -están publicadas por Opera Depot sus dos Tetralogías, la de 1968 y la de 1969-, son mucho más coherentes con la obra. Pese a todo, el Anillo de Karajan se ha mantenido siempre presente en el mercado y a un precio muy razonable, aunque su interés radica en las escenas que hemos indicado.

Introducción

La Valquiria

El Oro del Rhin

Sigfrido

DICIEMBRE DE 2023.
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1 BAUER, Oswald Georg, Die Geschichte der Bayreuther Festspiele, Deutscher Kunstverlag, 2016, tomo II, p. 215. 

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