Comenzamos el análisis detallado del Anillo de Karajan en estudio por el orden en que fue grabado, comenzando por tanto con La Valquiria.
Karajan demuestra que conocía el Anillo dirigiendo una Valquiria muy personal, entre lo contemplativo y lo luminoso, en una dirección tradicionalmente romántica pero de texturas suaves y alejada de efectismos. Notable alto para un reparto juvenil muy adecuado en sus roles y en el que sólo desentona la liviana Sieglinde Gundula Janowitz.
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Gundula Janowitz y Karajan en un ensayo escénico en Salzburgo |
Karajan propone una lectura contemplativa y de tempi un punto dilatados en el primer acto, sobre todo si lo comparamos con el registro no oficial procedente de las representaciones de Salzburgo, donde el discurso fluye más ágil para comodidad de los cantantes -unos 15 minutos menos-. La obra se inicia con un preludio de precisa articulación en violines y violas, un punto más picado y saltado de lo habitual. Todo el primer acto presenta una atmósfera suave y un tanto contemplativa, atractiva por regla general -a salvo un metal grave que requeriría una presencia más destacada en la segunda escena-, con cierta atención al color pero sin entresacar sonoridades ocultas -para eso tenemos que acudir a la Tetralogía de Thielemann en Bayreuth (Opus Arte, 2008)-, a salvo algún detalle original en la tercera escena: el corno inglés y los restantes vientos hacia el final del monólogo de Sigmundo (CD1, pista 8, 5:22), la presencia suave pero nítida de las trompas en el relato de Sieglinde (pista 9, 2:42). Desde la parte final de este relato, el tempo se anima más, concluyendo con un brillante final.
El segundo acto está bien articulado, acompañando con energía el dúo de Wotan y Fricka. El acompañamiento del retorno de Brunilda pocas veces ha sonado tan limpio y brillante (CD2, pista 5, 2:05). Intenso pero sabiendo acompañar en el monólogo de Wotan, que en ningún momento resulta estentóreo o artificioso. El interludio resulta pulcro, aunque falto de cierta pasión, algo que ocurre en general a lo largo del dúo de los welsungos, donde se hecha en falta algo más de desesperación y ardor. Magnífico anuncio de la muerte a Sigmundo, lento y contemplativo, con algunos detalles tímbricos de gran belleza -así las maderas y el arpa en CD3, pista 3, 7:22 o el final, verdaderamente explosivo para dejar paso a las sutilezas de la madera en pista 5, 4:04-. El acto se cierra con intensidad, pese a unas llamadas del cuerno de Hunding un tanto veladas por el balance hacia el agudo (pista 8, 1:48).
El tercer acto se inicia con una cabalgata muy atractiva por su pulso rítmico, casi de marcha, y unos violines lacerantes y siempre presentes -especialmente en la última exposición del tema (CD4, pista 1, 4:03) dejando a las voces al fondo del espacio sonoro-. La toma balanceada hacia el agudo genera una sensación de mayor brillantez. La interacción entre Wotan y las valquirias se desarrolla con solvencia y, tras un dúo ciertamente limado de aristas, desembocamos en una intervención final de Brunilda luminosa, que culmina en unos excelentes adioses de Wotan por batuta y solista, ambos en línea redondeada y cantábile, con una cuerda nítida y siempre presente, unas trompas de elegantísima presencia y aparición de la línea secundaria del trombón (pista 10, 1:04) y después de las trompas (2:01). Trompas que también estarán presentes tejiendo un suave tapiz en la música del fuego mágico -nótese, por ejemplo, en pista 13, 0:38-, que en la recta final sin embargo pierde algo de magia al volverse un punto metronómica.
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Boceto de la escenografía para el tercer acto. |
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Karajan en un ensayo escénico con Vickers previo a las representaciones de Salzburgo |
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Janowitz con Karajan |
Excepcional el Hunding de Martti Talvela, una voz que genera en el oyente a partes iguales sensación de nobleza y de temor, gracias a un instrumento un punto brillante, frente a voces más mates como las de Josef Greindl o Gottlob Frick, rotundísimo en todo el registro y con unos graves cavernosos que no pierden brillo.
La elección de Thomas Stewart como Wotan fue una apuesta acertada por parte de Karajan. Hans Hotter había evidenciado en la grabación de DECCA un año antes que ya no podía ofrecer un Wotan vocalmente deslumbrante. George London estaba a punto de retirarse de los escenarios -lo haría al año siguiente- por la parálisis de la cuerda vocal sufrida en 1961, y Theo Adam era el relevo natural, si bien parece que al director quería optar por alguien nuevo -con Adam contaría para su grabación de estudio de Maestros Cantores (EMI, 1970)- y propuso preparar el rol al norteamericano, quien desde 1960 venía cantando en Bayreuth Donner, Gunther, Amfortas y el Holandés. Su trabajo es realmente bueno, y si bien psicológicamente profundizaría más en el papel con los años, aquí su voz vigorosa y noble y su línea de canto redondeada resultan muy atractivas. Opta por una interpretación directa y alejada de visiones oscuras o cargadas de patetismo -a salvo quizás sus Das Ende! del monólogo, que no obstante presenta un acompañamiento equilibrado por parte de Karajan, que no carga las tintas. Magníficos adioses de Wotan, un pasaje que siempre le fue particularmente emocionante, donde además hacia el final exhibe una inteligente mezza voce a partir de zum letzten Mal (CD4, pista 11, 1:46). Stewart consideraría su Wotan en este Anillo como su acercamiento más famoso al rol, y tildando de ridículas las modernas producciones, particularmente el Anillo del Centenario en Bayreuth debido a Patrice Cheréau. Elogiaría el acercamiento de Karajan como respetuoso con la obra de Wagner y también defendió que el director asumiera funciones dramáticas al diseñar la producción, en aras de una mayor coherencia de conjunto4. No estuvo presente en las funciones de Nueva York de 1969, ocupando su lugar Theo Adam, probablemente por razones de agenda, pues para aquella fecha Stewart ya cantaba las tres partes con normalidad, y de hecho las había cantado aquél verano en Bayreuth.
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Crespin como Brunilda en las funciones de Salzburgo |
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Josephine Veasey |
Lo más flojo de este registro es el octeto de valquirias, que no tiene la distinción de la precedente grabación de Solti, particularmente las voces graves, un tanto matroniles. Como curiosidad, Siegrune es Barbro Ericson, la efímera Kundry del último Parsifal de Kna en Bayreuth (1964).
El montaje viajó a Nueva York en noviembre de 1967, en una serie de representaciones que se prolongarían hasta el mes siguiente y que se retomarían en febrero. El reparto fue idéntico al de Salzburgo -con el debut neoyorquino de Janowitz-, a excepción de Régine Crespin, que al decidir no volver a cantar el rol fue sustituida por Birgit Nilsson. Ésta era la única que se incorporaba a un proyecto ya rodado cuya producción le pareció oscura, estática y que ofrecía poco que hacer -la soprano tenía muy trabajadas las producciones de Tristán y del Anillo de Wieland Wagner en Bayreuth y la de Karajan debió de resultarle de aficionado-. Para más retranca, acudió a uno de los ensayos con un casco de minero, lo que avivó la discusión. Además, la crítica quedó dividida por el enfoque camerístico del director, quien debía debía volver para las representaciones de febrero, pero que una gripe se le impidió, por lo que la batuta pasó a menos de Berislav Klobucar, en aquél momento director de la Staatsoper de Viena. En esta segunda tanda de funciones no aparecieron ni Janowitz ni Veasey, siendo sustituidas por las consumadas Leonie Rysanek y Christa Ludwig, respectivamente -no sabemos si debido al cambio de director desistieron de participar o fue debido a cuestión de agenda, aunque en el caso de Janowitz, dado que Karajan había sido el impulsor de que cantara Sieglinde, puede que declinara acudir a Nueva York si no era de la mano de su mentor-. De las primeras funciones de Karajan carecemos de registro, pero Sony sí editó, de las segundas y con un solvente sonido estéreo, la del día 24, con Klobucar en el podio, un registro canónico en el sentido más amplio del término: no estamos ante una batuta genial, pero estamos ante un Wagner interpretado de forma tradicional. Karajan sí volvió para los meses de febrero y marzo de 1969, incorporando el Oro. En aquella ocasión estuvieron Vickers (Sigmundo), Crespin (Sieglinde), Talvela (Hunding), Nilsson (Brunilda), Theo Adam (Wotan) -por imposibilidad de agenda de Stewart- y regresó Veasey como Fricka. Esta Valquiria fue editada por el sello Nuova Era de forma no oficial y después por Sony de manera oficial. Eso sí, la Orquesta del Metropolitan de los años sesenta no podía compararse, ni de lejos, con Viena-Berlín-Munich-Dresde-Bayreuth.
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Karajan en un ensayo escénico con las valquirias |
En definitiva, una notabilísima Valquiria, con una dirección personal de Karajan, a medio camino entre lo contemplativo y lo apasionado, con algunos momentos excelentes -del Winsterstürme al final del primer acto o los adioses de Wotan- y que tiene como principales alicientes escuchar el Sigmundo de Vickers en buenas condiciones sonoras -sobre todo teniendo en cuenta que el registro de Leinsdorf de 1961 se encuentra descatalogado- y el Wotan de Thomas Stewart en inmejorable sonido -si bien aparte del directo obtenido del Festival de Pascua podemos escucharle un Wotan completo en el Anillo de Lorin Maazel en Bayreuth (Opera Depot)-. De igual manera, la Fricka de Veasey merece una escucha, quien tampoco es fácil de localizar, si bien en este caso, además del directo del Festival de Pascua tenemos una grabación no oficial del Covent Garden con Solti (Opera Depot, 1965) y la de la referida Valquiria de Nueva York de 1969. Lo mismo puede decirse del Hunding de Talvela, que puede escucharse en los referidos registros ya indicados del Festival de Pascua, Viena y Nueva York.
Algún crítico ha pretendido colocar esta grabación por encima de la de Solti, si bien creo que el planteamiento de este último es más idiomático y su elenco más redondo. Lo que ocurre es que el estado vocal de Hotter se hace patente en los adioses de Wotan tras una fulgurante Nilsson y una batuta explosiva, mientras que en este registro Stewart, sin tener el mismo nivel de profundidad psicológica en el rol, está muy fresco y cuenta con una Brunilda más humana. No obstante, con otra Sieglinde, el elenco se hubiera alzado con un indiscutible sobresaliente.
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2 VVAA, Wagner Outside the Ring, 2009, p. 238.
Hola. Yo soy mucho más generoso con la Siglinda de Gundula Janowitz, cuya hermosura vocal me cautivó la primera vez que la oí y para mí es una de las grandes bazas de esta Walkyria. Y también soy mucho más generoso con el Wotan de Hans Hotter para Solti, que todo lo mermado que quieras, sigue siendo el número uno sin discusión posible. Jon Vickers es uno de los grandes Sigmundos, qué duda cabe, pero ahí están también Ramón Vinay, James King y Siegfried Jerusalem. Son puntos en los que no estoy de acuerdo contigo. Pero esto es lo de menos. Tu blog es el mejor blog que conozco sobre Wagner, al menos en castellano, e incluso de ópera en general. Lo llevas de una manera estupenda, todas tus publicaciones son top y las críticas que haces están maravillosamente expuestas, y son siempre razonadas e imparciales. Después uno estará más o menos de acuerdo con tal comentario o tal otro, pero esto es inevitable y pasa siempre. Pero las opiniones van y vienen, este blog permanece, espero que por muchos años, y sólo queda felicitarte, y animarte para que prosigas en el empeño.
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro que te guste el blog. La ventaja que tiene el mundo musical es que es tremendamente subjetivo y nos depara un montón de posibilidades y visiones diferentes. El wagneriano, si cabe, más aún. Lo importante es disfrutar con la música.
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