La gran trilogía de Knappertsbusch en Bayreuth: sus Anillos de 1956, 1957 y 1958

Hacemos un repaso general a los tres Anillos que Knappertsbusch dirigiera en el Festival de Bayreuth en 1956, 1957 y 1958, tres últimos años de la primera producción de Wieland Wagner, estrenada en 1951. La excelencia de batuta y reparto, con sus peculiaridades pero también con muchas semejanzas, dado el corto periodo de tiempo en que tuvieron lugar, hacen que muchos coloquen estas Tetralogías como las mejores de la Historia del disco. Este artículo pretende ser una introducción conjunta a estos Anillos, que iremos analizando por separado más adelante.


Los Anillos de Hans Knappertsbusch en Bayreuth, en 1956, 1957 y 1958, constituyen uno de los acontecimientos más laureados de la Historia de la discografía. Con una aparición lenta y al principio con un sonido muy deficiente, las ediciones actuales permiten escuchar este legado en óptimas condiciones sonoras, con un sonido monoaural nítido y natural. Sólo el de 1956 goza de edición oficial, realizada por Orfeo, pero los de 1957 y 1958, editados actualmente de manera no oficial por Walhall, mejoran el sonido de su predecesor.


Hans Knappertsbusch
               Hans Knappertsbusch fue el director más importante de la era dorada del Nuevo Bayreuth. Los hermanos Wieland y Wolfgang Wagner contaron con él como batuta de cabecera desde la reapertura del Festival en 1951 y hasta su fallecimiento. Kna había sido asistente en Bayreuth de Hans Richter y de Siegfried Wagner, pero nunca había llevado las riendas de una función. A sus sesenta y tres años, probablemente vio esta ocasión como una de las más importantes de su larga carrera artística, si no la que más. Los hermanos Wagner acertaron con su perfil: una batuta tradicional, que ya conocía la dinámica del Festival, que amaba a Wagner y que había sido y era en aquél momento Director de la Ópera Estatal de Baviera. Kna había alcanzado este puesto en 1922, sucediendo a Bruno Walter, pero en 1935, durante el nazismo, Goebbels decidió deponerle. Sus relaciones con los jerarcas nazis directamente no existieron y nos consta que el régimen no le caía simpático. Por eso, en 1945, finalizada la II Guerra Mundial, recuperó su puesto en Munich.

               Kna apareció en Bayreuth desde 1951 hasta 1964 -precisamente la última función de su carrera fue el Parsifal que dirigió el 13 de agosto de aquél año, pues después cayó enfermo, no pudiendo acudir para 1965 y falleciendo en octubre de aquél año-. Año a año acudió fiel a la cita, a excepción de 1953, cuando por discrepancias con la producción de Parsifal de Wieland Wagner, decidió no acudir1. Parsifal precisamente sería la obra que dirigiría en todas las temporadas, con apariciones en Maestros en 1951 -la última función, sustituyendo a Karajan-, 1952 y 1960; Holandés en 1955 y el Anillo, del que dirigió el primer ciclo de 1951 -el segundo lo dirigió Karajan-, el segundo de 1956 -el primero lo dirigió Joseph Keilberth- y los dos de 1957 y 1958. Parece ser que Kna se tomaba Bayreuth como una deber casi religioso y sus emolumentos por dirigir eran muy moderados, lo que benefició también las maltrechas arcas del certamen en estos primeros años de nueva puesta en marcha.


               Ya hemos indicado en alguna ocasión que Kna no tuvo suerte con el incipiente mundo discográfico: en 1951, DECCA, a través de su filial alemana Teldec, colocó equipos en el Festival para registrar Parsifal y su Anillo, pero sólo el Festival Escénico Sacro fue finalmente editado. La compañía consideró que los resultados de la Tetralogía no estaban a la altura, por lo que la grabación durmió el sueño de los justos, una decisión en la que parece que influyeron intereses extramusicales. Por un lado, varios artistas que cantaban en este Anillo tenían contrato de exclusividad con EMI, quien además colocó equipos aquél año para grabar el Anillo y los Maestros de Karajan y la Novena sinfonía de Beethoven inaugural de Furtwängler. Por otro, el productor de DECCA John Culshaw tenía interés en grabar una Tetralogía en estudio, que finalmente le sería encomendada a Georg Solti con la Filarmónica de Viena (1958-1965)2. El sello británico Testament adquirió en 1999 los derechos sobre el Ocaso de este Anillo y lo publicó, evidenciando el altísimo nivel artístico y las condiciones más que dignas de la toma, pero del resto nada sabemos.


               Kna no obtendría otra oportunidad discográfica en el Festival hasta 1962, cuando Philips, en su proyecto de grabar el Canon de Bayreuth en vivo y en estéreo, registró Parsifal.
Vinilo de La Valquiria de 1957 en el sello
Estro Armonico.
Sus 
Anillos, no obstante, comenzaron a difundirse de manera no oficial y con sonido deficiente a partir de mediados de los años setenta. Así, en 1975, el sello Estro Armonico publicó en vinilo el de 1957, editándolo también poco después el sello italiano Fonit-Cetra. Melodram publicaría después en vinilo el de 1958. Ambos pasarían a ser publicados en CD por Laudis y Arkadia, respectivamente (éste último en 1991). Del de 1956 sólo había aparecido completo y en vinilo Valquiria y Ocaso, hasta que a principios de los noventa el sello japonés King Records publicó completo el de 1956, con distribución reducida y también con un sonido muy deficiente3En 1994 Orfeo publicó, con solvente sonido, edición oficial de un Ocaso de Kna en Munich y, finalmente, en 1996, hizo aparición una Tetralogía completa de Kna con sonido aceptable, cuando Golden Melodram publicó la de 1956, hito en el mundo discográfico y del que se vendieron gran número de copias en España. En 2000, este sello publicó completa la de 1957 y, casi sin solución de continuidad, un año más tarde, la de 1958. El sonido iba mejorando a cada Anillo, hasta el punto de que el de 1956 deslucía frente a los dos posteriores, quizás por eso fue el escogido por Orfeo para realizar edición oficial en 2005. Por tanto, la única Tetralogía completa oficial de Kna es la de 1956 en la edición de Orfeo, que utilizó para su publicación las cintas originales de la Radio de Baviera. Cuestión distinta es que Golden Melodram realizara un buen trabajo partiendo de una fuente no oficial -hasta el punto de que quizás Orfeo no se haya planteado publicar los Anillos de 1957 y 1958 porque el sonido de una hipotética edición oficial admite poco margen de mejora-. Las ediciones de Golden Melodram se encuentran descatalogadas, y las Tetralogías de 1957 y 1958 hoy están disponibles en el sello Walhall, que las publicó entre 2008 y 2009 y realizó una reedición en 2014 y 2015. Se trata de copias de la edición de Golden Melodram, por lo que mantienen el buen sonido, aunque la edición es muy sencilla, incluyendo únicamente el elenco y las pistas -si queremos fotografías de la producción, un comentario y las biografías de los cantantes, tenemos que recurrir a la edición Orfeo del Anillo de 1956-. Además, las Tetralogías de 1957 y 1958 se encuentran separadas por jornadas, de manera que no es posible adquirir en una única caja un Anillo completo. También circula una edición del sello americano Music & Arts de la Tetralogía de 1956, copia de la antigua edición de Golden Melodram, por lo que es preferible recurrir a la edición de Orfeo, que mejora el sonido4.

Hans Hotter como Wotan
en el Oro de 1957.
             Aunque los tres Anillos completos de Kna tienen una excelente dirección y unos elencos superlativos, y aunque el lapso de tiempo entre ellos es mínimo, sí existen particularidades en cada uno que aconsejan hacer una comparativa. En primer lugar, en cuanto a la dirección. Es conocido que Kna detestaba ensayar y dejaba mucho a la inspiración del momento, por lo que existe menos margen de cálculo frente a otros directores más meticulosos en este aspecto. Para el Anillo de 1951 dejó los ensayos en manos de Karajan, ocupandose él del ensayo general, y para 1956, la tarea recayó en Keilberth, director del primer ciclo, limitándose Kna a hacer un ensayo general del Ocaso. Para 1957, se ha apuntado que pudo ocuparse de los ensayos Maximilian Kojetinski5, quien conocía los detalles que Kna quería imprimir a su lectura, y también se apunta que pudo hacerse cargo de algún ensayo en 1956, pues el registro suena claramente a Kna pese a compartir el podio con Keilberth6. La formas de Karajan también están ausentes en el Ocaso de 1951 que, con sus 4 horas y 40 minutos es, con diferencia, el más lento de los registros mencionados7. Le sigue el de 1958, con 4 horas y 33 minutos y, con un minuto menos, el de 1956. Por el contrario, el más ligero es el de Munich, donde invierte tan sólo 4 horas y 21 minutos8. El de 1957 se sitúa en un punto medio, con 4 horas y 27 minutos. Nótese, por tanto, las diferencias tratándose del mismo director.

               Centrándonos en los Anillos completos, el más lento es el de 1958, en las cuatro obras -por actos, sólo le supera, por menos de un minuto, el tercer acto de La Valquiria de 1957-. Entre el de 1956 y el de 1958 existen escasas diferencias en las minutaciones, a salvo de La Valquiria, donde en 1958 se dilata en casi siete minutos más. El más ligero -dentro de los tempi de Kna- es el de 1957 -en Sigrido son 11 minutos menos frente al de 1958, casi 6 minutos menos en el Ocaso, casi 5 en el Oro y algo más de 2 en La Valquiria-.

               Tras haber dirigido la primera Tetralogía del Nuevo Bayreuth, en 1951, Kna no volvería al Anillo hasta 1956. Lo hizo por petición expresa de Wieland Wagner, pues aquél año se conmemoraban los ochenta años del estreno, y las representaciones del segundo ciclo se habían colocado en las mismas fechas que entonces -13, 14, 15 y 17 de agosto-. Este ciclo, además, era el que iba a retransmitir la Radio de Baviera, y el primer reparto fue dispuesto para este segundo ciclo -aunque los únicos papeles desdoblados eran los de Brunilda (Astrid Varnay en primer lugar, Martha Mödl en segundo, como en años anteriores) y Erda (Jean Madeira en primer lugar, María von Ilosvay en segundo). El primer ciclo se encomendó a Joseph Keilberth, quien desde 1952 venía haciéndose cargo de la obra. Esto molestó al afable director, que se sintió desplazado tras haber moldeado la Tetralogía al gusto de Wieland año a año, y se ha apuntado que pudo ser el detonante de que no regresara al Festival. Esto motivó que, en 1957 y 1958, Kna estuviera al frente del Anillo en solitario hasta la retirada de esta primera producción de Wieland.

               En cuanto a los elencos, están formados por cantantes de los de siempre, pero en algunos papeles hubo mucha rotación entre ellos, por lo que existen diferencias, todo dentro de un nivel insuperable, y que compararemos a grandes rasgos.


Hans Hotter al final de La Valquiria, con Astrid Varnay (Brunilda) dormida.
               Hans Hotter fue Wotan los tres años, un papel con el que debutó en Bayreuth en 1952 -en Valquiria y Sigfrido- y que fue suyo en exclusiva entre 1953 y 1958. En el Festival haría algún Wotan suelto en los sesenta, pero el Anillo de 1958 es el último donde participa de forma completa. Hotter aún no había cumplido los cincuenta y estaba en forma. Es cierto que está aún más fresco en los Anillos de 1953 y 1955, pero aquí no tiene esa nasalidad especialmente patente en la década siguiente -pensemos por ejemplo en la Valquiria del Anillo de Solti, grabada en 1965-. Su prestación es homogénea, aunque en el Sigfrido de 1957 no tuvo su día y la voz se muestra un punto fatigada.

               Alberich fue en 1956 y 1957 Gustav Neidlinger, quien había debutado el papel en Bayreuth en 1952 y que aparecería por allí hasta 1975. Curiosamente, no acudió al Festival en 1958 y 1959. En este último año no se programó el Anillo, sí en 1958, siendo sustituido por Frans Andersson. Neidlinger estaba en su mejor momento, combinando frescura con interiorización dramática del complejo personaje. Andersson es un gran Alberich, de voz oscura y rocosa muy adecuada -a mi ver, el mejor de toda la discografía después de Neidlinger-, aunque la profundidad psicológica con el rol no sea tan acusada.


Leonie Rysanek y Jon Vickers como Sigmundo
y Sieglinde en La Valquiria de 1958.
               La pareja de welsungos cambia año a año y presenta acusadas diferencias estilísticas. En 1956 correspondió a Gré Brouwenstijn y Ramón Vinay -como en 1955-, pero para el segundo ciclo -el que fue grabado por la Radio de Baviera y hoy tenemos en disco- Vinay se indispuso y hubo de llamarse a Wolfgang Windgassen, quien tras haber cantado Walther en Maestros el día 12 se había ido a su casa a Stuttgart a descansar y, aquél día 14 hubo de conducir las casi tres horas que separan las dos ciudades para cantar el papel de Sigmundo -algo que probablemente no le incomodó mucho, pues se dice que era amante de los coches y de la velocidad-. Se dice que cuando llegó a Bayreuth estaban a punto de comenzar a sonar las fanfarrias, que Kna le preguntó si se sentía capaz y, contestando afirmativamente, se fue a maquillar. Brouwenstijn y Windgassen conforman un tándem de gran lirismo y elegancia, aunque el tenor presente algunas imprecisiones de medida, fruto de lo imprevisto de la función. Al año siguiente, Ramón Vinay tuvo como partenaire a Birgit Nilsson, en el que fue su regreso a Bayreuth tras las diferencias mantenidas con Wieland a raíz del estreno de su producción del Holandés en 1955, en la única ocasión que cantó Sieglinde en el Festivaly en el único registro que nos ha llegado. Aunque vocalmente está espléndida, dramáticamente resulta una Sieglinde más bien fría, sobre todo frente al oscuro y apasionado Sigmundo de Vinay. A nuestro juicio, la mejor pareja llegaría en 1958, con el regreso a Bayreuth de Leonie Rysanek -quien ya había cantado el rol en 1951- y el debut de Jon Vickers, vocal y dramáticamente incandescentes.


Astrid Varnay y Wolfgang Windgassen
como Brunilda y Sigfrido en 1957.
               Sigfrido y Brunilda son, en 1956 y 1958, Astrid Varnay y Wolfgang Windgassen. En ambos años, la Brunilda del otro ciclo fue Martha Mödl, de quien tan sólo nos ha llegado grabación del Anillo de Keilberth de 1953. Su nivel es apabullante, aunque tradicionalmente se ha dicho que el mejor dúo final de Sigfrido de toda la discografía es el de 1956 y siempre se ha valorado muy positivamente que, en la Valquiria de 1956, Varnay mantuviera largo tiempo el mi4 de ihm innig vertraut del tercer acto. No obstante, los agudos más poderosos y mantenidos de Varnay, en general, no una nota concreta, creo que están en la Valquiria de 1958, a tempo más contenido -los Hohotojo! quitan el aliento-. En cuanto a Windgassen, a mi juicio su mejor Sigfrido juvenil -y por ende, el de toda la discografía- es el de 1958, donde la voz resulta un punto más oscura sin merma de volumen ni de resistencia. En 1957, Varnay cantó Brunilda en los dos ciclos, pero para el Sigfrido del segundo -el que fue retransmitido por radio y, por tanto, recogido en disco- se contó con Bernd Aldenhoff, dando así un descanso al pluriempleado Windgassen, que aquél año cantaba su primer Tristán en Bayreuth. Aldenhoff fue el escogido en 1951 para cantar el primer Anillo, probablemente por recomendación de Kna, quien lo consideraba el heldentenor más humano. Es probable que su voz y sus ademanes estentóreos de la vieja escuela no gustasen a Wieland Wagner, pues al año siguiente sólo cantó el Sigfrido juvenil y, en 1953, fue sustituido por Windgassen. A falta de Windgassen, es probable que Kna optase por Aldenhoff, con quien había hecho el Anillo de Munich de 1955 -del que Orfeo, como hemos indicado, editó el Ocaso-, pero para 1957 la voz había pasado ya su mejor momento, con un vibrato acusado, y además se compenetra bastante mal con Varnay en el dúo final, pese a que ya habían coincidido en 1951 y 1952.


Josef Greindl como Hagen.
               En cuanto a los malos, Josef Greindl fue Hunding y Hagen los tres años, y Fafner en 1957 y 1958, papeles que ya venía cantando en ediciones anteriores. En 1956, en cambio, Wieland hizo el experimento de asignar a Greindl la parte del gigante enamoradizo, Fasolt, y la del malévolo Fafner pasó al joven Arnold van Mill, de voz más noble. El resultado no le debió convencer, y en 1957 asignó Fasolt a van Mill -excepcional-. En 1958, Fasolt es un joven Theo Adam, de buenos medios pero de timbre no tan noble como van Mill y menos distinguido en su línea de canto. Como Mime, Paul Kuën cantó en 1956 y 1957, como venía haciendo desde 1951, pasando a manos de Gerhard Stolze en 1958, dos caracterizaciones diferentes pero ambas excelentes.

               Respecto a los dioses, Fricka fue Georgine von Milinkovic en 1956 y 1957, de buena línea de canto pero con medios livianos, sonando excesivamente juvenil para la parte. El papel pasó a Rita Gorr en 1958, superlativa, con un instrumento de gran entidad y apabullante presencia dramática. Freia fue la versátil Gré Brouwentijn en 1956 y Elisabeth Grümmer en 1957 y 1958 -lo mismo ocurre con Gutrune en el Ocaso-, papeles en que la Grümmer resulta icónica. Froh estuvo muy bien servido en 1956 y 1957 por Josef Traxel, histórico tenor lírico, pero en 1958 fue cantado por Sándor Kónya -¿quizás la mejor encarnación del papel?-. No hubo la misma suerte con Donner y Loge, aunque estuvieron encarnados por cantantes notables. El dios del trueno recayó en 1956 en Alfons Herwig, un año después en Toni Blankenheim y, en, 1958, en Erik Saedén, siendo a mi ver preferible este último, aunque sin llegar al nivel de Hermann Uhde en 1953 o de Thomas Stewart en 1960 y 1961. Respecto al semidiós del fuego, un veterano Ludwig Suthaus lo encarnó en 1956 y 1957, en las que son de sus últimas grabaciones, pasando a Fritz Uhl en 1958, pero ambos resultan demasiado histriones, especialmente este último, que en algunos momentos parece tener maneras de Mime. Finalmente, Erda fue Jean Madeira en 1956, mientras que Maria von Ilosvay, sin los graves tan prominentes de la primera aunque también gran cantante, lo fue en 1957 y 1958. Ambas asumieron también el papel de Waltraute en el Ocaso: Madeira en 1956 y 1958 y von Ilosvay en 1957.

              Quedaría por hablar de Gunther, un histórico y referencial Hermann Uhde en 1956 y 1957, siguiendo la estela de años anteriores. Por desgracia, no participó en Bayreuth en 1958, pasando el papel a manos de Otto Wiener, de voz áspera y mate.

          Las ondinas están cantadas por voces de gran nivel, aunque hay que destacar la dulzura de Dorothea Siebert como Woglinde en 1957 y 1958 -un papel que sería suyo durante la década de los sesenta- y la voz oscura y aterciopelada de Ursula Boese como Flosshilde en 1958 -quien cantó Fricka en 1965 con Karl Böhm, lástima que no tengamos registro-. Ilse Hollveg puso voz al pájaro del bosque en 1956 y 1957 y, en 1958, fue la Siebert, dos recreaciones históricas de la parte.

               En cuanto al sonido, monoaural, ya hemos indicado que mejora a cada Anillo. El de 1958 tiene el mejor, una toma amplia y natural que mira más a los años sesenta. La sonoridad orquestal, de gran densidad, tiene una cuerda grave prominente. Le sigue de cerca, sin mucha diferencia, el de 1957, con un bueno sonido natural propio de los años cincuenta. En ambos casos no hay soplido, no hay saturaciones y no existe la estridencia de las trompetas que tiene el registro en estéreo de Keilberth de 1955 -e incluso el sonido con punta brillante que tiene aquél se me hace menos natural que el que ofrecen estos Anillos, algo que notarán los que disfruten con el sonido monoaural-. La diferencia más acusada se produce con el de 1956, donde parece que para evitar el soplido fue sometido a un mayor filtrado, por lo que el sonido de la orquesta está más encorsetado.

           Esta gran trilogía merece ser conocida en su totalidad, pero parece que siempre nos gusta hacer clasificaciones, lo que lleva a la gran pregunta: ¿cual es el mejor? Ningún Anillo en disco es absolutamente redondo, llevando a la perfección absoluta batuta y elenco -un elenco además muy amplio, en el que es inevitable que se produzcan altibajos-. Sí podemos decir que, en cuanto a batuta y prestación orquestal, nos parece imposible encontrar una Tetralogía mejor en cuanto a calidad y homogeneidad. Podríamos citar a Furtwängler en sus dos Anillos completos -el de La Scala de 1950 y el ofrecido en versión de concierto con la Orquesta de la RAI de Roma en 1953-, pero el rendimiento de estas formaciones está lejos de asemejarse al de la Orquesta del Festival y el sonido es muy inferior. El único que puede competir a este nivel, a mi juicio, es el de Thielemann en Bayreuth, que además de la excepcional toma sonora -ningún Anillo suena mejor-, cuenta con una orquesta del siglo XXI, técnicamente superior a la del Bayreuth de los cincuenta. En un nivel inferior, aunque laureado, estarían Keilberth, Krauss, Solti y Böhm -cada uno con sus particularidades, en el orden que se prefiera-,  que cuentan con la Orquesta de Bayreuth y la Filarmónica de Viena, pero donde la homogeneidad de planteamiento ya no es tan perfecta.

               En cuanto a los elencos, estos Anillos tienen a los cantantes de siempre, con un rendimiento que tiene ligerísimas variaciones, siempre dentro de un nivel altísimo. El argumento clásico para desmitificar estas Tetralogías es que varios cantantes están más frescos con Keilberth (1952, 1953 y 1955) y Krauss (1953). A mi juicio, el único caso claro es el Wotan de Hans Hotter, donde la emisión efectivamente es más nítida en aquellos registros, pero en el periodo 1956-58, y aun con alguna nasalidad o emisión algo más borrosa, no puede hablarse de un rendimiento inferior, que además se compensa con una impronta dramática superior -nótese el dramatismo de su monólogo o la humanidad de sus adioses en La Valquiria-. No comparto esta opinión respecto al Alberich de Neidlinger que además gana aquí en compenetración con el papel -en 1952 el personaje aún está en construcción-. Tampoco con respecto al Sigmundo de Ramón Vinay, dubitativo en 1953, y que en 1957 realiza una interpretación espontánea pero apasionada y sin problemas en el agudo. La voz de Windgassen tiene aquí más cuerpo y Varnay y Greindl no acusan aún el paso de los años.

               Con todos estos datos, sí pueden darse algunas pautas por jornadas de lo que es más recomendable. Claramente, hay una obra y un año que marcó lo más flojo de estos registros gloriosos: el Sigfrido de 1957, con un Aldenhoff que a sus ademanes estentóreos se suma el haber pasado ya su mejor momento vocal y el no compenetrarse del todo bien con Varnay en el dúo final; un Hotter fatigado; y un Neidlinger que tampoco da lo mejor de sí en el registro agudo. En cuanto a escoger un registro por obra, para el Oro es habitual recomendar el de 1957: Hotter en buena forma como Wotan, está Neidlinger como Alberich, Freia ya es Elisabeth Grümmer, tiene los mejores gigantes -van Mill como Fasolt y Greindl como Fafner-, el preludio es el que mejor fluye y la primera escena la más bucólica y delicada. Aunque el de 1958 tiene la Fricka de Rita Gorr y a Sándor Kónya como Froh, en cómputo global gana el del año anterior. Recomendar la Valquiria de 1958 es indiscutible, con la mejor pareja de welsungos -Jon Vickers y Leonie Rysanek- y quizá la más grande de la segunda mitad del siglo XX -aunque también está Rysanek con James King en el Anillo de Böhm (1966, DG) o King con Régine Crespin en el de Solti de estudio (1965, DECCA)-. Fricka es la imperiosa Rita Gorr, Varnay tiene unos agudos apoteósicos en los dilatados tempi de Kna y Hotter es muy humano en sus adioses. En Sigfrido discrepo de la recomendación oficial del de 1956 y coloco por delante el de 1958, con un Windgassen de voz más oscura y un dúo final que presenta escasísimas diferencias con el de 1956, aun cuando entonces la pareja Windgassen-Varnay estuviera más pletórica si cabe. Además, el Alberich de Frans Andersson no es desdeñable. Con el Ocaso tengo más dudas: el de 1958 tiene un nivel altísimo a salvo el Gunther de Otto Wiener; el de 1957 tiene el reparto soñado en los papeles principales: Windgassen, Varnay, Uhde, Greindl y Grümmer, pero Varnay no está tan desbordante como en los otros dos y Waltraute es Maria von Ilosvay en lugar de Jean Madeira; el de 1956 tiene a Madeira pero no está Grümmer como Gutrune sino Brouwenstijn, lo que es el inconveniente más pequeño, por lo que coloco en primer lugar el de 1956.

               ¿Y si queremos una Tetralogía completa? Los que no gustan de los tempi dilatados han defendido la de 1957, por ser la de tempi más ágiles y entender que favorece el drama, considerando que en 1956 y 1958 hay dinámicas adormecientes. También desde que apareció la edición oficial de Orfeo un sector ha defendido la de 1956. Yo me inclino por la de 1958, pues de los tres Anillos que nos han llegado completos, es su interpretación más personal, la que muestra más claramente su visión de la obra, con tempi más amplios, especial atención al texto y maravillosos clímax conseguidos por acumulación de tensión. Además, indudablemente es la que tiene mejor sonido. Cuestión distinta es que el recién llegado al universo wagneriano pueda encontrar demasiado densa esta lectura -que de los tres Anillos no tengo duda de que lo es-, pero es Kna en todo su esplendor.

JULIO DE 2020.
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1 La historia es conocida: Kna no se mostraba muy contento con el montaje minimalista de Wieland y, tras dos años dirigiéndolo, decidió no regresar para 1953. Wieland llamó entonces a Clemens Krauss, el reputado discípulo de Richard Strauss, quien se había mantenido al margen en el Nuevo Bayreuth por diferencias irreconciliables con Kna -Krauss, bien relacionado con las autoridades nazis, había sustituido a Kna al frente de la Ópera de Munich-. Se hizo cargo de Parsifal y del segundo ciclo del Anillo, tarea que iba a repetir al año siguiente, pero el 16 de mayo falleció en Ciudad de México después de haber dirigido allí un concierto. Se dice que los hermanos Wagner, al quedarse sin su segunda baza, pidieron opinión a Joseph Keilberth, quien venía dirigiendo en el Festival desde 1952 y se caracterizaba por su amabilidad y sencillez. Ëste, resueltamente, les dijo: Caballeros, ustedes no tienen otras elección: tienen que llamar a Knappertsbusch. A Knappertsbusch le pudo más su espíritu de servicio a la causa wagneriana que su ego y decidió volver.
2 La suerte de EMI no fue mejor, pues sólo se publicaron completos Maestros. Para la Novena tuvieron que recurrir a algún fragmento de ensayo para completar la grabación -lo cual nunca se ha dicho abiertamente pero quedó confirmado cuando, en 2008, Orfeo editó esta Novena utilizando las cintas de la Radio de Baviera, evidenciando la existencia de fragmentos distintos-. En cuanto al Anillo, sólo se publicó el tercer acto de La Valquiria. Walhall ha editado el Oro y Sigfrido de manera no oficial, con aceptable sonido monoaural. De los dos primeros actos de La Valquiria y del Ocaso no hay rastro.
3 Este dato procede del artículo de Ángel Fernando Mayo en el boletín número 44 (diciembre de 1996) de DIVERDI -el distribuidor fonográfico con tienda en la calle de la Santísima Trinidad de Madrid, que desapareció en 2013 tras veintitrés años de actividad-, popularmente conocido como la hoja parroquial. Mayo indica también que el Anillo de 1956 ya había aparecido completo antes, en América, en cintas magnetofónicas abiertas. Nos dice Mayo: Hacia 1975 apareció en América en cintas magnetofónicas abiertas muy desiguales, pues a veces estaban bajas de tono o distorsionadas y el dúo final de Sigfrido -de importancia capital como luego se verá- resultaba a lo sumo conjeturable. Además, indica Mayo que la edición en vinilo de Melodram, posterior a esta de cintas magnetofónicas, tenía en el Ocaso una interferencia de la Emisora Libre de Berlín en el tercer acto.
4 Music & Arts había publicado antes la de 1957, previamente a que lo hiciera Golden Melodram, con un sonido muy pobre, por lo que tras aparecer la edición de Golden Melodram, no la reeditó.
5 Este dato fue apuntado por Ángel Fernando Mayo en el boletín número 88 (diciembre de 2000) de DIVERDI. Kojetinski fue un director austriaco nacido en Viena en 1906 y fallecido en Bayreuth en 1986. En sus primeros años se desempeñó como pianista -en 1929 hizo dos giras con la Filarmónica de Viena bajo la batuta de Furtwängler-. Entre 1932 y 1935 se desempeñó como director en la Ópera de Ulm, donde coincidió con Karajan, quien fue primer kapellmeister entre 1929 y 1934. Entre 1938 y 1942 trabajó en la Ópera de Viena y, tras la II Guerra Mundial, asumió el puesto de director titular de la Ópera de Graz. Kojetinski dirigió por primera vez en España el 26 de marzo de 1954, a la Orquesta del Gran Teatro del Liceo, cuyo programa puede verse aquí.
6 Ángel Fernando Mayo, en el boletín número 44 (diciembre de 1996) de DIVERDI, a propósito del Anillo de 1956, apunta esta posibilidad:  Se dice -no en las notas- que sólo hizo un ensayo general de Götterdämmerung: ¿el día 16 de agosto, el 12 sin cantantes o sólo con parte de ellos? ¿Cómo se explica entonces la realización de mil matices exclusivos en el tempo, la acentuación, el fraseo y las transiciones? ¿Acaso Maximiliam Kojetinsky, el kapellmeister de Graz, que sabía sánscrito wagneriano y era quien tenía la competencia delegada de prepararle a Kna  las representaciones, había hecho saber de antemano los detalles? La verdad es que las cuatro obras quedan diferenciadas, y dentro de ellas los actos y escenas, con un sentido de la unidad del conjunto jamás documentado así por otra batuta.
7 Quizás la emoción de la reinauguración hicieron a Kna extasiarse en la obra, pues también su Parsifal de aquél año es el más lento de todos los que nos dejó en disco. 
8 Si bien 4 horas y 21 minutos es una duración amplia. Keilberth se mueve en el entorno de las 4 horas y 15 minutos en sus diferentes registros (1952, 1953 y 1955), con variaciones anecdóticas; y Böhm invierte 4 horas y 8 minutos (1967, DG). Si nos vamos a Boulez (1979, DG), la obra le dura 4 horas y 3 minutos. El Ocaso más lento de la discografía es el del Anillo que Reginald Goodall grabó en vivo con la English National Opera (en inglés) en 1977 (Chandos), y que dura algo más de 5 horas y 10 minutos, una grabación que es una curiosidad, pues carece de interés por elenco y por orquesta.
9 Como ya contamos en la reseña del Tristán de Sawallisch en Bayreuth, Wieland ofreció a la Nilsson cantar Sieglinde en la reapertura, pero la soprano estaba comprometida con Glyndebourne, por lo que su audición para Bayreuth hubo de esperar a 1953. Tras cantar la parte de soprano en la Novena de Beethoven (1953) y Elsa (1954), no se tomó a bien que se la propusiera como segundo reparto en la nueva producción del Holandés, dejando el primer lugar a Astrid Varnay, por lo que declinó participar y no regresó al Festival hasta 1957, cuando se le propuso cantar Isolda en la nueva producción de Wolfgang. Además, aquél año cantó también Sieglinde y la tercera Norna en el Anillo.

1 comentario:

  1. "Cuando Golden Melodram publicó la de 1956, hito en el mundo discográfico y del que se vendieron gran número de copias en España". Intuyo que nuestro añorado Ángel Fernando Mayo es responsable de tantas conversiones al wagnerismo como el propio Wagner. Era capaz de transmitir su amor por la obra de Wagner con tanta erudición (pero al mismo tiempo de una forma pedagógica huyendo del pedanterío) que su entusiasmo resultaba contagioso.
    Adquirí el anillo del 56 en la edición de Music & Arts clon de la de Dolden Melodram cuando su precio dejó de ser prohibitivo y desde entonces me parace un hito, hasta el punto de que no me importó volverla adquirir en la edición de Orfeo. De la del 57 tengo sólo "El Oro" (prodigiosa representación) y de la del 58 "La Valkyria", ya que Vickers ha sido siempre una de mis debilidades canoras.
    Un saludo.

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