TRISTÁN E ISOLDA / BAYREUTH 2024

TRISTÁN E ISOLDA / Festival de Bayreuth, 25 de julio de 2024
Otras representaciones: 3, 6, 9, 15, 18 y 26 de agosto
Nueva producción de Thorleifur Örn Arnarsson / Decorados: Vytautas Narbutas. Vestuario: Sibylle Wallum. Dramaturgia: Andri Hardmeier. Iluminación: Sascha Zauner
Dirección musical de Semyon Bychkov (director del coro: Eberhard Friedrich)
Reparto: Andreas Schager (Tristán), Günther Groissböck (Rey Marke), Camilla Nylund (Isolda), Olafur Sigurdarson (Kurwenal), Birger Radde (Melot), Christa Mayer (Brangäne), Daniel Jenz (pastor), Lawson Anderson (timonel), Matthew Newlin (joven marinero).
Minutación: Acto I: 84:27 / Acto II: 77:39 / Acto III: 76:09 / Total: 238:15 (3 h 58 min).
Todas las imágenes de este artículo son propiedad del Festival de Bayreuth (www.bayreuther-festspiele.de). Únicamente se muestran para fines divulgativos.
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Cuento surrealista con piezas de museo

            Comenzamos las retransmisiones del Festival de Bayreuth 2024, con Anna Greiter a los micrófonos de la Radio de Baviera. 
A las 15:45 Ricardo de Cala desde Radio Nacional de España iniciaba la retransmisión, contando en el primer intermedio con una entrevista en diferido al musicólogo José Luis Téllez y, en el segundo, al director José Luis Temes.

          Regreso de Semyon Bychkov al Festival, anunciado en 2021 después de haber dirigido en dos ediciones Parsifal -2018 y 2019- con un resultado sobresaliente. Había ganas de escuchar su lectura de Tristán. Se esperaba pausada, detallada y analítica y así ha sido. El actual director de la Orquesta Filarmónica Checa cuenta con 71 años y ha tenido una trayectoria diversa y variopinta. Su acercamiento a Wagner ha sido tardío y alejado de los focos mediáticos, pero no cabe duda que exitoso.

            Reparto con un buen numero de habituales, comenzando por la pareja protagonista, conformada por Andreas Schager y Camilla Nylund. El primero es, a día de hoy y fallecido Stephen Gould, el heldentenor por excelencia. La segunda cuenta con medios netamente líricos y ha hecho carrera en el Festival con roles de este tipo: Elisabeth (2011-14), Eva (2019 y 2021) y Elsa (2019 y 2022), aunque tuvo una incursión en Sieglinde en 2017, más discutible. Günther Groissböck debuto en Bayreuth en 2011 junto a Nylund, haciendo de Landgrave en Tannhäuser. Vendrían después Fasolt, Titurel, Pogner y Gurnemanz -por este orden-, añadiendo este año un quinto rol. La pandemia le disuadió de preparar Wotan, rol que debía haber debutado en 2020. Consumada también Christa Mayer desde su debut en 2008 en el Anillo de Thielemann como Erda y Waltraute. Fue la Brangania de la producción de Thielemann/Wagner (2015-2019) y apareció también el pasado año en la producción de pandemia debida a Roland Schwab, dirigida por Markus Poschner. Ekaterina Gubanova, quien ya cantara el rol en 2022, debía asumir estas representaciones, pero una indisposición la mantuvo retirada en las fechas de ensayo, lo que le obligó a ceder el testigo. Olafur Sigurdarson, que llegó a Bayreuth en 2021 como Biterolf, se ha convertido rápidamente en un habitual: a este rol añadió en 2022 y 2023 Melot y Alberich, y este año aparecerá como Alberich, Biterolf y Kurwenal.

Los protagonistas en el dúo del primer acto
            Si normalmente suele trascender algún detalle de la propuesta escénica, este año ha habido absoluto silencio. Incluso el secretismo se ha extendido hasta ya iniciado el tercer acto, cuando la Radio de Baviera ha publicado en su web la galería de imágenes del ensayo general. Recordemos que antes de la pandemia era habitual disponer de estas imágenes una hora antes del comienzo de la representación y últimamente se hacían públicas finalizado el primer acto. El islandés Thorleifur Örn Arnarsson, de 46 años, hijo y hermano de actores, cursó sus estudios en Berlín y es en Alemania donde tiene su radio de acción. Su trabajo se ha circunscrito habitualmente al teatro, con algunos clásicos como obras de Shakespeare o sus propias versiones de la Horestíada o la Edda. De Wagner ya había llevado a escena Lohengrin y Parsifal. Pocas entrevistas han trascendido en los días previas, y la más interesante ha aparecido en el periódico mexicano La jornada. Elogiaba el clima de trabajo en Bayreuth, donde las puestas en escena se preparan y ensayan con tranquilidad frente al fragor de un teatro de ópera al uso. Sobre su propuesta ha declarado que la idea le vino de una noche de invierno en su cabaña cerca del volcán Hackler, en Islandia, escuchando la obra mientras observaba por la ventana la aurora boreal. Considera Tristán una de las mayores tragedias jamás escrituras, una obra que oscila entre el amor y la muerte como polos opuestos -así lo pensó Wieland Wagner en su segundo montaje- y donde la música discurre un paso por delante de lo que los protagonistas se atreven a admitir. Admitía no tener miedo al duro público de Bayreuth: tratamos de trabajar muy cerca del texto y la música, de las emociones de Tristán, y espero que eso sea comprendido. Lo peor sería para mí la indiferencia. Pero tampoco hago un teatro que viva de la provocación.

Tercer acto
        La propuesta escénica sorprende por la paleta anaranjada de colores, el aparataje escénico -se ve hasta una rueca que nos hace pensar en la bella durmiente- y su vestuario atemporal. Arnarsson se ha centrado más en el mundo de los sueños, a modo de representar las sensaciones de los protagonistas, que en un momento temporal concreto. No puede negarse la originalidad. El abigarrado vestido de larguísima cola con que hace aparición Isolda recuerda al de la histórica producción de Jean-Pierre Ponnelle, estrenada en 1981 con Barenboim en el podio, si bien éste tiene textos manuscritos en letras grandes -¿quizás algunas frases del libreto?-. En el primer acto se intuye el barco con sus aparejos, mientras que en el segundo, un gran casco de nave es el escenario por el que discurren los amantes, lleno de objetos que parecen sacados de un museo o de un anticuario. Lo más interesante es el cambio de luz, de los tonos violáceos durante el dúo de los amantes a los claros con la aparición de Marke al despertar el día. El tercer acto, con algunos objetos dispersos, deconstruye el caso del barco del segundo. Una especie de cuento en clave surrealista cuyas estampas ofrecen un impacto atrayente. Abucheos perceptibles a la salida del equipo escénico, si bien no parecían mayoritarios ni fuertes. Habrá que esperar a tener mas información sobre la propuesta.

Semyon Bychkov ha desarrollado una lectura donde los tres actos quedan bien diferenciados y poniendo de manifiesto su experiencia como director de foso -volumen controlado, atención al fraseo de los cantantes-. No ha sido, a mi juicio, absolutamente redonda, pues podría haber sacado más partido a toda la primera parte del tercer acto, si bien Andreas Schager, tras un un desbordante segundo acto, se ha tomado el tercero de una forma más reservada. Por su parte, Olafur Sigurdarson tampoco ha mostrado el mayor vigor y precisión, por lo que la batuta ha tenido que manejarse con especial atención. 

Cartel anunciador de la retransmisión
de esteTristán en cines alemanes
            Lo más sorprendente ha sido el primer acto, el más lento en la Historia del Nuevo Bayreuth. 
No es muy complicado comparar, pues pocos directores ha tenido la obra en estos 73 años: Karajan, Jochum -estos dos sólo una edición- Sawallisch, Böhm, Kleiber, Stein, Barenboim -quien ostenta el récord, casi veinte años-, Oue -una edición-, Schneider, Thielemann, Poschner y, ahora, Bychkov. Sólo Schneider y Poschner había superado la barrera de los ochenta minutos y ahora Bychkov se planta en casi 84 minutos y medio, en una lectura de cargado romanticismo -inicio prácticamente imperceptible en los cellos y cuerda con abundante vibrato-. Primer acto de sonoridades un punto brumosas y reflexivas, pero llevado en todo momento a buen pulso, sin caída alguna de tensión y, de hecho, toda la construcción del primer acto a este tempo ha sido modélica. El segundo acto, llevado a velocidades más tradicionales y con clara pasión romántica, reafirma el conocimiento y seguridad de Bychkov con la partitura, en una lectura tradicionalmente romántica que recuerda a la de Barenboim en los años ochenta. El tercero, también llevado a tempi convencionales, vuelve a poner de manifiesto ciertas brumosidades. Gana interés en el tramo final del monólogo del protagonista y la entrada de Isolda y la llegada del segundo barco, con una orquesta briosa pero no ruidosa o efectista, con un sonido de cuerdas compactas y de enorme precisión rítmica. Liebestod paladeado con una enorme respiración antes del acorde final, que quita la respiración. En conjunto no estamos ante una de las direcciones más lentas -Poschner invirtió un par de minutos más-. No se lleva el sobresaliente por es rutina indicada en la primera parte del tercer acto, pero no cabe duda de que estamos ante uno de los mejores directores de nuestro tiempo y que irá mejorando la propuesta. Su dirección puede hacer Historia.

Schager como Tristán en el tercer acto, llevando
parte de la cola del vestido de Isolda
        Andreas Schager añade Tristán a sus intervenciones en Bayreuth -ya ha sido Erik, Parsifal y Sigfrido, y fue anunciado como Lohengrin, si bien la pandemia impidió esta aparición-. En los últimos años su voz broncínea, de heldentenor, ancha y con resonancias baritonales en el registro medio y grave, pero  lo convierten en un valor seguro en los roles wagnerianos más complejos. Buena mezza voce al referirse a Morold en su dúo con Isolda en el primer acto y desbordante en el dúo del segundo. Al comienzo del tramo final del dúo -cuando se entona el tema que luego sonará en el Liebestod-, ha tenido un problema de entonación, probablemente debido a que comienza en una nota especialmente grave. Modélico en el O König. Más comedido y reservado en el tercer acto, animándose ya en la parte final del monólogo, quizás no dosificó del todo sus fuerzas, pues el derroche del segundo acto resultó impresionante. Se nota que es querido y reconocido en Bayreuth, pues en las imágenes que han circulado de los saludos finales se le ve desbordante de alegría y agradecido al público, permitiéndose incluso coger en brazos a Nylund, con quien ha demostrado tener muy buena química.

        Tenía dudas de la Isolda de Camilla Nylund, quien cuenta con 54 años y debutó el rol hace dos en Zurich, para después interpretarlo en Nápoles. En enero de este año hizo aparición junto a Klaus Florian Vogt en Dresde con Thielemann, y las críticas han sido en todos los casos positivas. Puede con la parte pese a sus medios líricos, con un instrumento que ha ensanchado y que se encuentra en buen estado, con su tradicional vibrato amplio y también con su buen saber decir: buena dicción y mejor fraseo. Se ha ido templando tras unas primeras frases comprometidas en la primera escena, con el agudo no del todo estable, ofreciendo un buen monólogo y después un notable dúo con el protagonista, como asimismo en el segundo acto. Menos interesante en su aparición final, con un Liebestod donde el tempo lento que imprime Bychkov la expone más a ese vibrato. 

        Olafur Sigurdarson presenta una voz liviana y más bien juvenil a pesar de su edad, un tanto destimbrada e impersonal, con pérdida de empaque en el registro agudo, al que accede con un empuje poco elegante. Vocalmente ha resultado lo más flojo del reparto, sin empañar el resultado general. En su intervención inicial del tercer acto se ha hecho patente como Bychkov ha procurado acompañarle con el mayor cuidado posible, incluso comprometiendo el vuelo musical general.

Monólogo de Marke. Groissböck en el medio de la escena
        La veterana Christa Mayer repite su ya conocida Brangania, de acentos trágicos y fraseo atentísimo. El instrumento ha perdido esmalte y se muestra un punto ácido por momentos, si bien lo maneja con indudable inteligencia, ofreciendo detalles de gran calidad, como varios filados aquí y allá -especialmente destacado uno en sus últimas frases-. Muy bien en las llamadas del segundo acto.

        Sobresaliente Günther Groissböck como un granítico Marke, muy vigoroso vocalmente y con una presencia dramática importante, alejado de afectaciones o histrionismos. Una interpretación a considerar.

            Sorprendentes, por su entidad vocal, los cantantes que tienen a su cargo los roles menores. Arrojado y con bella voz Matthew Newlin como joven marinero -a quien también escucharemos como timonel en el Holandés y escudero en Parsifal-, e imponente el Melot de Birger Radde, rotundo y poderoso, con un instrumento oscuro que creo le permitiría hacer un buen Kurwenal. El pastor de Daniel Jenz es de línea clásica, esa tan tradicional en Bayreuth. Muy bien también el timonel de Lawson Anderson.

        Magnífico como siempre el Coro dirigido por Eberhard Friedrich, en un final del primer acto impresionante, con la batuta absoluta dominadora de la partitura sin caer en el efectismo.

        En definitiva, una atractiva inauguración del Festival. Este Tristán no ha sido absolutamente redondo, pero promete. Si envejece bien, puede convertirse en uno de los hitos de nuestro tiempo.

Grabación digital procedente de la Radio de Polonia en HD, en formato .aac a 313 kpbs.
Se incluyen las alocuciones iniciales y finales de la Radio de Baviera.

25 DE JULIO DE 2024.

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