LOS MAESTROS CANTORES DE NUREMBERG / BAYREUTH 2025

LOS MAESTROS CANTORES DE NÚREMBERG / Festival de Bayreuth, 25 de julio de 2025, 16:00 horas
Otras representaciones: 2, 5, 11, 14, 19 y 22 de agosto
Nueva producción de Matthias Davids / Decorados: Andrew D. Edwards. Vestuario: Susanne Hubrich. Dramaturgia: Christoph Wagner-Trenkwitz. Iluminación: Fabrice Kebour. Coreografía: Simon Eichenberger
Dirección musical de Daniele Gatti (director del coro: Thomas Eitler-de Lint)
Reparto: Georg Zeppenfeld (Hans Sachs), Jongmin Park (Veit Pogner), Martin Koch (Kunz Vogelgesang), Werner Van Mechelen (Konrad Nachtigal), Michael Nagy (Sixtus Beckmesser), Jordan Shanahan (Fritz Kothner), Daniel Jenz (Balthasar Zorn), Matthew Newlin (Ulrich Eisslinger), Gideon Poppe (Augustin Moser), Alexander Grassauer (Hermann Ortel), Tijl Faveyts (Hans Schwarz), Patrick Zielke (Hans Foltz), Michael Spyres (Walther von Stolzing), Matthias Stier (David), Christina Nilsson (Eva), Christa Mayer (Magdalene), Tobias Kehrer (Sereno).
Minutación: Acto I: 85:07  / Acto II: 62:14 / Acto III: 136:40 / Total: 284:01 (4 h 44 min).
Todas las imágenes de este artículo son propiedad del Festival de Bayreuth (www.bayreuther-festspiele.de). Únicamente se muestran para fines divulgativos.
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Maestros desenfadados en forma de recortable

        Ricardo de Cala a los micrófonos de Radio Clásica de Radio Nacional de España nos daba la bienvenida al Festival de Bayreuth 2025, mano a mano con Miguel Ángel González Barrio, un tándem de lujo para esta inauguración, con dos descansos muy interesantes, el primero dedicado a los directores italianos en el Festival -sólo cuatro: Toscanini, de Sábata, Sinopoli y Gatti- y el segundo a intérpretes históricos de Sachs, con algunas sorpresas sonoras. Desde una hora antes estaba a los micrófonos de la Radio de Baviera Ana Greiter 

        Nueva producción debida al alemán Matthias Davids, nacido en Münster hace 63 años y, desde 2012, director del Landestheater de Linz. Trabajo nada fácil, con el cometido de sustituir la icónica producción de Barrie Kosky cuatro años después de que aquella finalizara su andadura. Muy influido por su etapa como director de musicales -y antes cantante en los mismos- su incursión en el mundo de la ópera suele producirse con montajes coloristas y chispeantes. Así, ya declaró que estos Maestros no discurrirían con interpretaciones políticas o filosóficas, sino que iba a resaltar el aspecto cómico de la obra. Davids apuntaba: Tratarnos a nosotros mismos y a los demás con más amor: ¿Acaso no podríamos finalmente aprender a hacerlo?

        Este año, y como ocurriera en 2016 -no así los posteriores- el montaje ha podido verse en vídeo en abierto, no sólo para Alemania, si bien la web de la Radio de Baviera no lo mantiene colgado. Pude ver algunos fragmentos sueltos, pero preferí centrarme en la parte musical. El primer acto se construye sobre una especie de tipi gigante de madera, en cuyo cuerpo superior se sitúa la iglesia de Santa Catalina y a sus pies la escuela de canto. El segundo acto nos trae un Nuremberg entrañable de cuento, mientras que el taller de Sachs es, ante todo funcional, y la escena de la pradera un derroche de desenfado y e incluso astracanería. Un detalle para quien no se haya dado cuenta: estos Maestros ocurren dentro de un recortable de papel -de hecho el cartel representa el desarrollo de unas casitas típicas de Nuremberg-: échese un vistazo a los suelos, que tienen entre dos hileras las clásicas fibras de cartón, amén de unos cuantos accesorios de la fiesta en la pradera. El vestuario es, quizás, lo más discutible, una almagama ecléctica de periodos y estilos, con unos Maestros un tanto esperpénticos -Katharina en su producción (2007-11) veía a los Maestros como respetables profesores de una academia, togas incluidas, mientras aquí parece que se ridiculizan sus modos y formas desde el primer momento-. En la escena de la pradera vemos todo tipo de atuendos, de modernos a folclóricos, en lo que el Salzburger Nachrichten ha asociado al Festival de la Canción de Eurovisión en los noventa: fiesta ruidosa -demasiado cuando entran los maestros, comprometiendo escuchar la música-, colorida y alegre, con personas disfrazadas de gnomos de jardín, una reina de la patata, unos dobles de Angela Merkel y Thomas Gottschalk o una vaca gigante de plástico de colores que flota por encima. Beckmesser aparece como una especie de rockero anticuado con un laúd que tiene cierto parecido con una guitarra eléctrica y, al final, todo queda como una fábula amable: él y Sachs abandonan el escenario juntos, hablando en tono conciliador de lo sucedido, como si dijeran "no fue para tanto". En los próximos días iremos leyendo más sobre la propuesta.

        El reparto cuenta con nombres habituales del Festival que participaron en el anterior montaje -Zeppenfeld, Mayer, Kehrer, Koch, Van Mechelen-, con una corporación de Maestros nutrida por debutantes y segundarios de otros títulos y con una pareja protagonista de nueva generación -Spyres y Nilsson-, quienes debutaron en Bayreuth el año pasado como Sigmundo y Freia, respectivamente. Desde 2007, el papel de Walther había recaído en Klaus Florian Vogt durante dos producciones, a salvo la edición de 2011, en que fue asumido por Burkhard Fritz por pasar Vogt a cantar Lohengrin, por lo que la llegada de Spyres al rol es una novedad en el Festival. En conjunto es un elenco muy notable, difícilmente superable a día de hoy, homogéneo, y que encaja en lo que bien podríamos llamar un elenco clásico, con todas las voces en su sitio, lo cual en una obra con tantos papeles y de conjunto, no es fácil de decir.

        Algún medio, como Nachkritik, se ha hecho eco de que el público seguía buscando sus asientos cuando se habían apagado las luces de la sala y seguía buscando sus asientos, algo especialmente complicado en el Festspielhaus por no tener pasillo central, por lo que algunas personas tuvieron que echar mano de la linterna del móvil mientras se escuchaban siseos. No es fácil retrasar el comienzo de la representación cuando las emisoras europeas están en directo.

        Regresa a Bayreuth Daniele Gatti tras catorce años de ausencia, ahora como director de la Staatskapelle Dresden y aún recordando su Parsifal (2008-11), después de que sonase en 2017 para ponerse al frente de la actual Tetralogía. El director, reputado mahleriano, es una batuta serena, algunos la consideran fría, pero tendente a los grandes clímax y a una buena construcción del edificio orquestal. No es, aparentemente, Maestros la obra que mejor se adecúe a estas características -no es Parsifal-, si bien no podemos olvidar que Knappertsbusch nos legó algunas de las mejores lecturas de la comedia wagneriana de todos los tiempos. Aparte, Gatti ha tenido varias incursiones en la partitura en los últimos doce años -la famosa producción de Stefan Herheim estrenada en el Festival de Salzburgo en 2013, continuación de la colaboración entre ambos artistas tras el Parsifal de Bayreuth, y después ha llevado la obra a la Scala de Milán (2017) y al Maggio Musicale Fiorentino (2023)-. 

        En primer lugar, y esto era de esperar, la interpretación destaca por sus tempi dilatados -4 horas y 44 minutos-. Basta comparar esta minutación con las manejadas por Philippe Jordan en la anterior producción (2017-21), entre las 4 horas y 15 minutos en 2021 y las 4 horas y 24 minutos en 2018, duraciones similares a las invertidas por Sebastian Weigle en la producción a su vez anterior (2007-11). Gatti supera en 20 minutos el registro más lento de Jordan, y casi en media hora el más rápido. Invierte también unos minutos más que Kna. Ahora bien, y esto sorprenderá: existe una minutación relativamente reciente que la supera: la de Thielemann, quien en 2002 invirtió casi cuatro minutos más, si bien es conocido que el berlinés, con los años, y como hiciera su maestro Karajan, ha ido aligerando los tempi. Si nos vamos a Barenboim (1996-99), en su grabación oficial, registrada en 1999 (Teldec), invirtió 4 horas y 27 minutos. Ahora bien, los tempi empleados por Gatti no son sinónimo de languidez ni de pesadez, antes al contrario: la obra fluye con naturalidad gracias a un inteligente manejo de relantendi y acelerandi, y de hecho yo no he sido consciente de la lentitud de la batuta hasta que he sumado las minutaciones.

Escena de la pradera
        Su labor ha ido de menos a más, con un preludio al que se le podía haber sacado más partido y, en general, un primer acto donde la articulación podía haber sido más detallada. 
Ahora bien, hay que tener en cuenta que Maestros es la obra más compleja de dirigir en el foso del Festspielhaus, por la amplitud del foso, la colocación de los distintos instrumentos y el hecho de tener distintos juegos en las maderas con los que hay que ser particularmente meticuloso, en un espacio que, como es bien conocido, tiene retardo y donde la acústica tiende a limar el sonido. En cambio, el segundo acto ha sido sobresaliente de todo punto, con una atmósfera crepuscular de verano que se notaba en la música, una articulación más precisa, acompañamiento atento a los cantantes y culminando en una fuga clarísima en líneas -atención a las trompetas con el tema antes de que entre el coro-, muy bien planteada y desarrollada. Ahora bien, falta el aliento dramático que Kna imprimía a este pasaje. Reposado, paleado y ensoñador cierre de acto, tras la intervención del sereno.

El tercer acto se ha abierto con un preludio muy dilatado, como también el tempo que ha imprimido a las sucesivas estrofas de la canción del premio. Se ha manejado con elegancia y opulencia en la escena de la pradera, sin dejarse llevar por el lado más festivo de la música, culminando en una solemne arenga final y coro. Con independencia del desenfreno humorístico que había en escena, Gatti ha mantenido en todo momento su visión profunda y honda de la obra, bien calculada y dosificada en atmósferas y planos sonoros.

        La Orquesta del Festival, ese prodigioso instrumento, si normalmente se muestra a un nivel superlativo, en este estreno lo ha estado aún más: Gatti ha exprimido todas las posibilidades de la orquesta -planos sonoros, fraseo, accelerandi y ritardandi aquí y allá, nótese ese accelerandi que ha sido todo un alarde de precisión al finalizar el coro inicial- y la formación se plegaba sin reservas a las demandas del director, que ha desarrollado una lectura a su estilo: poniendo de manifiesto sus capacidades como director, el dominio de la partitura -hay detalles que evidencian buen conocimiento, pero yo destacaría el grave en la reexposición del tema en el preludio del primer acto-.

Sachs (Zeppenfeld) presenta al premio en el tercer acto: Eva (Nilsson)
        Georg Zeppenfeld debutó el rol de Sachs en el Festival de Pascua de Salzburgo de 2019 de la mano de Christian Thielemann, quien le animó a hacerlo, para lo cual el bajo alemán invirtió nada menos que tres años. 
En aquél momento era Michael Volle quien cantaba el papel en el Festival, pero era razonable considerar que, el próximo montaje, estaría protagonizado por Zeppenfeld, quien impresionó en su debut en 2010 como el Rey Enrique y quien lleva apareciendo ininterrumpidamente desde 2015 -estuvo ausente entre 2012 y 2014-, siendo en la última década el bajo de cabecera del Festival -también ha encarnado a Pogner, Marke, Gurnemanz, Hunding, el Sereno y Daland, en orden cronológico-. Si en los Maestros de Salzburgo (publicados por Hänssler) aún le faltaba algo de profundidad psicológica con el rol, seis años después se presenta con el rol absolutamente interiorizado, en lo vocal y en lo dramático. Juegan a su favor su voz aterciopelada y su elegante fraseo, componiendo un Sachs amable y noble, con un cierto halo de nostalgia, y un punto más intelectual que popular. Destaca su buen hacer en los dos monólogos -es un cantante musical y elegante-, como asimismo en la arenga final, donde llega pletórico de facultades. Pese a ser un bajo, no tiene problemas con la tesitura, que aborda con comodidad. Con su interpretación se convierte en el primer cantante en la historia de Bayreuth en afrontar, a lo largo de tres montajes distintos, los roles de Pogner, Sereno y Sachs. De compatibilizar Sachs y Pogner tenemos varios ejemplos en los años dorados del Nuevo Bayreuth gracias a las originalidades de Wieland Wagner: Hans Hotter, que era bajo barítono, tras cantar Sachs afrontó el rol del orfebre, mientras que Theo Adam, también de esta cuerda, fue contratado primero como Pogner para después cantar Sachs ya en la era de Wolfgang. El caso más paradigmático, por su histórica encarnación en el registro de Kna en el Festival de 1960 (Orfeo), es Josef Greindl, quien tras tener en repertorio Pogner, se dejó convencer por Wieland para preparar el rol de Sachs.

Cristina Nilsson como Eva
al comienzo de la obra
        Muy buen trabajo el de Michael Spyres como Walther, en una encarnación arrojada y juvenil del personaje, varonil, cantábile, con buena línea de canto por regla general -hay cierta tendencia a la gola por momentos y en el agudo se maneja con cuidado, aunque no lo ha tenido nada fácil con el lentísimo tempo que Gatti ha imprimido a la canción del premio-. Dramáticamente muy convincente. Probablemente Spyres esté en el punto medio ideal entre lirismo y heroicidad que se requiere para este rol. Sorprende el bozarrón que saca cuando, en el segundo acto, parodia el veredicto negativo de los Maestros.

        También muy buen trabajo el de Christina Nilsson como Eva, con indudables atractivos: voz cristalina, próxima a la soprano ligera, interpretación luminosa, fraseo muy elegante, con delicadeza, y claro dominio del discurso wagneriano, que fluye natural en una parte que, más allá del O Sachs y el quinteto -magnífico-, tiene mucho de arioso.

        El David de Matthias Stier es de línea clásica, ligero, juvenil y dramáticamente muy compenetrado con el rol -con ese punto de urgencia que requiere el papel-. El único inconveniente, menor, es que el agudo es limitado, a partir del la3 gritado, lo que se hace especialmente patente en sus explicaciones a Walther en el primer acto.

        Christa Mayer es una Magdalena de sonoridades un punto matroniles e interpretación dramáticamente muy atenta, bien fraseada y con un timbre que contrasta con el de Eva.

        Esperaba el Pogner de Jongmin Park, de 39 años de edad. El coreano sorprendió en los Maestros que Pablo Heras-Casado dirigiera en el Teatro Real de Madrid en la primavera del año pasado y su debut en Bayreuth es bienvenido. La voz es grande y la emisión un punto entubada, pero frasea con nobleza y posee variedad de dinámicas -muy buen monólogo en el primer acto, rotundo y a la vez sutil-, recordándome en maneras al estilo de otro coreano que hizo larga carrera en Bayreuth, Kwangchul Youn.

Beckmesser (Nagy) en la escuela de canto
        Gratísima sorpresa el Beckmesser de Michael Nagy, que tiene todos los elementos para encarnar al escribano: voz tersa, con agilidad, bien timbrada e incisiva en el parlato y, a la vez, elegante en su serenata. Su caracterización es juvenil, siendo la de un pedante neurótico. Plantó un sonoro la3 con que cierra su marcha de casa de Sachs en el tercer acto. 
Nagy fue un buen Wolfram en 2011, 2012 y 2013, en el Tannhäuser imposible de Sabastian Baugarten, pese a que entonces algunos lo achacaran de voz pequeña y demasiado otoñal. Cuando debutó tenía 35 años, ahora tiene 49. Su interpretación es para considerar.

        Corporación de Maestros al alto nivel que habitualmente demuestra Bayreuth. Kothner de Jordan Shanaham de entidad, de voz oscura, potente, bien timbrada y capaz de sortear las agilidades exponiendo las reglas de la tabulatura, sin duda una de las voces de barítono wagneriano más importantes de nuestros días, y que este año, al rol de Klingsor de años anteriores, añade éste y el de Kurwenal.

        Sereno de línea clásica por parte de Tobias Kehrer, reció y austero, más mayestático en su decir en la primera intervención que en la del final de acto, en la que se emplea un tempo más ágil.

        En esta función se estrenaba Thomas Eitler-de Lint como nuevo director del Coro del Festival, formación que ha afrontado este año un periodo de reestructuración. Es cierto que Gatti ha tenido en algún momento cierto exceso de decibelios en la escena de la pradera, por lo que habrá que ver cómo funcionan los siguientes días, y sobre todo teniendo en cuenta que estamos escuchando una retransmisión, pero me da la sensación que la formación opta más por una sonoridad más granítica -de los tiempos de Wilhelm Pitz- que la sedosa y envolvente de Eberhard Friedrich. Como curiosidad, se ha adelantado un punto debido al rallentando enorme que ha hecho Gatti antes del clímax y de entonar el Hails! Sachs! final.

        El veredicto del público ha sido muy positivo: ovaciones destacadas para Nagy, Nilsson, Spyres y Zeppenfeld -muy querido en la casa por su experiencia y compromiso wagneriano-. Aprobación para Gatti, pero no con ovación estruendosa -¿quizás se prefería una dirección más popular y menos intelectualizada?-. Tampoco Eitler-de Lint consiguió la ovación que tradicionalmente conseguía Eberhard Friedrich cuando se descorría la cortina y aparecía el coro. La producción de Davids ha sido mayoritariamente aplaudida, con sólo unos pocos abucheos. Ciertamente, pensaba que iba a causar más polémica por frivolizar quizás en exceso la obra, pero ciertamente, con tantas producciones polémicas, no ya en Bayreuth, sino en cualquier teatro de primera fila, un montaje que sigue el argumento y que pretende sacarnos una sonrisa no es un problema, incluso todo lo contrario.

Quinteto del tercer acto


Grabación digital en HD, en formato .aac 256 kbps. El primer acto de RAI 3 y segundo y tercero de la Radio de Baviera. Se incluyen alocuciones iniciales y finales.

26 DE JULIO DE 2025.

5 comentarios:

  1. https://www.ardmediathek.de/video/br-klassik-concert/premiere-wagners-meistersinger-oder-daniele-gatti-oder-bayreuther-festspiele-2025/br/Y3JpZDovL2JyLmRlL2Jyb2FkY2FzdC83MGIwNTY2NS00YzkxLTQ1MjEtOGMxNi1hOWUzOGVlMDA2NjVfb25saW5lYnJvYWRjYXN0

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    1. Indica que el vídeo no está disponible. No sé si lo habrán limitado sólo a Alemania.

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  2. ¡Muchísimas gracias!

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