Proseguimos con la producción de Lohengrin de Wieland Wagner (1958-62) en el que fue su tercer año en cartel. En este ocasión el reparto fue más tradicional, con cantantes habituales del Nuevo Bayreuth (Windgassen, Neidlinger, Varnay, Adam), a excepción de la Elsa de la noruega Aase Nordmo-Løvberg en el único año que participó en el Festival. Debut juvenil en Bayreuth de Lorin Maazel.
Para 1960, Wieland Wagner ofreció Lohengrin al joven director Lorin Maazel, quien desarrolló una personal dirección de sonido un tanto dulzón. El elenco fue más tradicional que los dos años precedentes, con cantantes de los de siempre, aunque ni batuta ni elenco consiguieron superar lo ofrecido en ediciones anteriores.
Finalizada la edición de 1958, André Cluytens pidió a Wieland un descanso. Éste llamó al veterano Lovro von Matačić para dirigir Lohengrin, quien accedió para una única edición. Para 1960 apostó por el joven Lorin Maazel, primer director americano en el Festival y el segundo más joven de su Historia, debutando con treinta años1. Su paso juvenil por Bayreuth no fue una excepción en su carrera, pues ya había sido invitado con trece años a dirigir las Orquestas de Nueva York y Filadelfia, y con veinticinco se había puesto al frente de la Filarmónica de Berlín.
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Windgassen (Lohengrin) y Nordmo-Løvberg (Elsa), detrás Adam (Rey Enrique). Final del segundo acto. |
Este Lohengrin ha tenido una atención reducida frente a sus predecesores. Las fuentes hacen hincapié en un acontecimiento social y no artístico: a la segunda función, correspondiente al 1 de agosto, acudió el recién elegido presidente federal alemán Heinrich Lübcke, acompañando a los reyes de Tailandia. La trascendencia no radicaba tanto en la presencia de los monarcas como en el hecho de que el anterior presidente federal, el liberal Theodor Heuss, nunca había acudido al Festival a lo largo de las nueve ediciones precedentes en que había estado en el cargo, como si tuviera miedo de que su presencia pudiera significar un asentimiento a todo lo que el certamen había supuesto en los años del nazismo. En la décima edición, con el modelo de Wieland y Wolfgang absolutamente asentado y alabado en todo el mundo, era evidente que nadie podía criticar nada a un presidente alemán por acudir al evento.
Para aquella jornada del 1 de agosto se anunció que cuando llegaran los mandatarios a la plaza del Festspielhaus sonarían los respectivos himnos nacionales y harían acto de presencia en el balcón. Parece que tal acto no se llevó a cabo por la lluvia -el clima de Bayreuth es suave y en verano no son raros los días de tormenta-, pese a las diez mil personas que aguardaban en el exterior. En el segundo descanso, la pareja real acudió al escenario para saludar a los cantantes. Se relata también que la reina, vestida con un pareo verde lima y un corpiño bordado en oro, fue vista comiendo salchichas y bebiendo cerveza en los descansos, haciendo gala a las costumbres del Festival. Al finalizar la representación, la avenida estaba iluminada con antorchas2.
Melodram editó en vinilo la grabación radiofónica en 1981 de forma no oficial. Ángel Fernando Mayo en su Guía Wagner -cuya segunda y última edición es de 2001-, comentaba este registro dentro de los no editados en CD, diciendo que Maazel no era un director wagneriano, la soprano decepcionaba y el protagonista estaba en horas bajas, recomendando acudir a los otros tres años de la producción. En 2005 Golden Melodram la publicó en CD con un magnífico sonido monoaural, sin duda una de sus mejores ediciones. No se le da el notable alto por prudencia, pues las trompas suenan por momentos un punto alejadas, como a veces el metal en general en algunos momentos de los dos primeros actos, si bien probablemente se deba al miedo de Maazel a un volumen excesivo, pues él mismo declaró que no se sentía cómodo con un foso que consideraba estruendoso. También el coro de hombres en el segundo acto no tiene una nitidez absoluta, y en el preludio del acto tercero y la subsiguiente marcha nupcial, la toma resulta seca. En todo caso, dudo de que una edición oficial mejorara el resultado, pues es probable que la fuente de Melodram-Golden Melodram fuera la cinta original: tradicionalmente se ha dicho que Jürgen Grundheber, cerebro de la compañía, tenía un amigo que trabajaba en la Radio de Baviera y le suministraba el material de manera oficiosa. Desgraciadamente esta edición, que yo poseo de segunda mano, se encuentra decatalogada. En el mercado está presente la editada por Myto en 2011, que no es copia de la anterior, pues no coinciden las pistas y el sonido es diferente, aunque de calidad similar. El de Golden Melodram tiene un grave con más presencia, mientras que el de Myto tiene un agudo más brillante. Por su parte, Opera Depot tiene disponible este registro, pero desconozco cuál es su fuente.
En cuanto a la partitura, Wieland siguió con sus experimentos. En esta ocasión cortó las frases a capela que cantan Lohengrin, Elsa, Telramund y Ortrud en el primer acto tras la invocación del Rey Enrique -Mein Herr und Gott-, enlazando directamente con la entrada del coro. En el segundo, el interludio que simboliza el amanecer aparece completo, como también la primera intervención del coro, pero se recortan algunas frases tras la primera intervención del Heraldo y las últimas antes de la intervención de los cuatro nobles brabanzones, y también se recortan los alegatos de Telramund al Rey hacia el final de acto. En el tercer acto se repiten los cortes de 1958: el In fernem land termina con los acordes suaves que conducirían a la segunda parte de la narración -omitida-, y no con el forte habitual, y tras el O Luft! Luft der Unglücksel'gen! de Elsa ya aparece el cisne.
Lorin Maazel nunca ha despertado los aprecios wagnerianos, si bien este Lohengrin es su mejor trabajo en este repertorio, escaso de registros. A éste le sumamos sus irregulares Anillos de 1968 y 1969 en el Festival, que le valieron patentes abucheos, y un Holandés en la Staatsoper de Berlín en 1965 de sonido ramplón, registros todos ellos publicados de manera no oficial por Opera Depot. En este Lohengrin su dirección ha sido calificada habitualmente como relamida o dulzona. Ciertamente estamos ante una dirección de sonido un punto hedonista, con una cuerda algodonosa de buena presencia, pero precisamente en eso radica el atractivo de este registro, pues si queremos una sonoridad tradicionalmente germana podemos acudir, por esos años, a los registros de Keilberth (Bayreuth 1953, Membran), Jochum (Bayreuth 1954, Archipel, Andrómeda, Opera d'Oro) o Kna (Munich, 1963, Orfeo). Ya desde las notas de los violines al principio del Preludio -que con 7:36 es uno de los más ágiles de toda la discografía3- notamos suavidad y redondez, con una cuerda de bello sonido. Las fanfarrias resultan un punto chirriantes en el primer acto e incluso con afinación dudosa en el interludio del segundo acto. Maazel tiene predilección por los momentos solistas e intimistas -sueño de Elsa, dúo de los protagonistas en los actos primero y tercero, dúo de Elsa y Ortrud en el segundo-, donde el tempo por momentos se paraliza y la batuta se recrea en una atmósfera suave y complaciente, consiguiendo momentos de gran belleza sonora que bien seguro encajarían con la propuesta azul-plata de Wieland. Las escenas más dramáticas, le resultan menos inspiradoras y opta por tempi ágiles. En los concertantes de los dos primeros actos resulta elegante, pero se echa en falta algo más de tensión. En todo caso, y a diferencia de sus discutidos Anillos, existe una notable visión de conjunto.
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Astrid Varnay como Ortrud |
En el segundo acto, la primera intervención del coro de hombres que se sucede tras el interludio que representa el amanecer resulta blanda (CD2, pista 7, 3:22), pareciendo despertar tras la primera intervención del Heraldo y especialmente tras la segunda, culminando de forma explosiva. La procesión de Elsa hacia la catedral se beneficia de una sonoridad preciosista y tempo reposado (pista 9) y el conflicto entre Elsa y Ortrud está expuesto con nervio. En las dudas de Elsa antes de entrar con Lohengrin en la catedral la batuta pasa ligera y sin mucho compromiso. Los últimos compases son más contemplativos que dramáticos.
El preludio del tercer acto, probablemente el más rápido de toda la discografía (2:48)4, resulta rutinario, privado de la atmósfera evocadora que tiene la sección central, pudiéndosele prestar mayor atención a los juegos tímbricos. Tampoco la marcha nupcial es la mejor, rígida, monocromática y carente de la magia de otras versiones, aunque al igual que hizo Cluytens dos años antes, baja drásticamente el volumen en la última aparición del tema. En el dúo, aunque resulta refinado -sin llegar al nivel de Cluytens-, no se compenetra del todo bien con los cantantes y resulta un tanto plano en su evolución hacía la duda de Elsa. La irrupción de Telramund en la cámara nupcial pasa desapercibida en la batuta. Curiosamente, el interludio es excelente, brioso, con unas trompetas precisas y una cuerda redondeada muy atractiva. Desde la entrada del protagonista la batuta es de altos vuelos: se palpa la tensión, que poco a poco va cediendo en suavidad y dulzura, aunque los últimos acordes del metal en el In fernem land presentan cierta blandura. El saludo al cisne y el desenlace es excelente, pausado y melancólico.
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Windgassen como Lohengrin. A la derehca, Adam como el Rey. |
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Aase Nordmo-Løvberg como Elsa |
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Gustav Neidlinger como Telramund |
Astrid Varnay es una efectivísima Ortrud en lo dramático, con una interpretación calculadora y sombría de similares parámetros a la de 1958, si bien aquí el instrumento aparece un punto más oscuro y el agudo es menos generoso, incluso más apurada que en el registro de 1963 en Munich con Knappertsbusch, curiosamente posterior y con tempi más dilatados. Esto se hace especialmente patente en la invocación a los dioses paganos (CD2, pista 5, 6:48), con un la#4 gritado. En su favor hay que decir que su registro medio oscuro encaja bien con el instrumento oscuro de Neidlinger y que solventa con competencia su imprecación final (CD3, pista 11, 0:38), aunque se adelanta en su entrada y los agudos resultan emitidos desde atrás.
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Theo Adam como Rey Enrique |
Eberhard Waechter mantiene la prestación de años precedentes como un Heraldo de línea clásica y centro ancho, sonando juvenil y apasionado -la dirección de Maazel le permite imprimir cierta italianidad en su línea de canto-. Como curiosidad, tiene un fallo de memoria al advertir de las instrucciones del combate en el primer acto -Nun höret mich und achtet wohl (CD1, pista 9, 2:16)-: cambia el tercer verso, se despista y canta otra letra diferente, hasta que ya no puede encajar la intervención y omite los dos últimos versos (que se escucha pronunciarlos al apuntador). Tras contestar el coro, vuelve a centrarse.
Los cuatro nobles brabanzones son de lujo, como asimismo los pajes, donde está Gundula Janowitz en el año de su debut en Bayreuth.
Excelente el Coro del Festival dirigido por el histórico Wilhelm Pitz, desde la explosividad en los concertantes -un punto rústico y áspero en el amanecer del segundo acto- a la sonoridad sutil y envolvente de la procesión de Elsa hacia la catedral.
En definitiva, una grabación que en lo vocal, y pese a un elenco plagado de cantantes de los de siempre, no es una novedad frente a otras de su época: podemos escuchar a Windgassen y a Varnay en mejor estado vocal y con un reparto más redondo en los registros de 1953 y 1954 ya citados. También a Theo Adam en el de 1954. El Telramund de Neidlinger es una curiosidad y a Waechter se le puede escuchar en los registros de 1958 y 1959. En todo caso, la categoría del elenco se impone y merece un notable alto. El aliciente de esta grabación es la personal dirección de Maazel, suave y contemplativa en los momentos más intimistas, y que se beneficia de una buena toma sonora. También de notable alto.
DICIEMBRE DE 2024.
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1 Sólo superado por Siegfried Wagner, quien se puso al frente del Anillo en 1896 con 28. Una juventud que no se volvería a ver hasta 2010, cuando Andris Nelsons se puso al frente de Lohengrin con treinta y dos.
2 Lo relata BAUER, O. G., Die Geschichte der Bayreuther Festspiele, Deutscher Kunstverlag, 2016, tomo II, p. 130, quien nada refiere sobre cuestiones artísticas de este Lohengrin.
3 Supera a directores tradicionalmente ágiles, como Wolfgang Sawallisch (Bayreuth 1962, DECCA) y Andris Nelsons (Bayreuth 2011, Opus Arte), quienes invierten 8:09, aunque Woldemar Nelsson (Bayreuth 1982, EuroArts) es aún más rápido, con tan sólo 6:50. Y curiosamente Hans Knappertsbusch (Munich, 1963, Orfeo), se coloca también entre los más rápidos, con 7 minutos. En el extremo opuesto, Joseph Keilberth (Bayreuth 1953, Membran) invierte 10:03 y Eugen Jochum (Bayreuth 1954, Andrómeda) 9:15.
4 Supera a Wolfgang Sawallisch en su grabación oficial en el Festival de 1962 (2:54), a Woldemar Nelsson en el Festival de 1982 (3:12) o a Andris Nelsons en 2011 (3:02). Curiosamente, entre los ágiles también entra Knappertsbusch, con 2:57.
4 Supera a Wolfgang Sawallisch en su grabación oficial en el Festival de 1962 (2:54), a Woldemar Nelsson en el Festival de 1982 (3:12) o a Andris Nelsons en 2011 (3:02). Curiosamente, entre los ágiles también entra Knappertsbusch, con 2:57.
5 Fuera del repertorio wagneriano destaca un Fidelio de 1960 con Windgassen y Karajan en la Staatsoper de Viena (Golden Melodram, Andrómeda).
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