TRISTÁN E ISOLDA / BAYREUTH 2022

TRISTÁN E ISOLDA / Festival de Bayreuth, 25 de julio de 2022
Otra representación: 12 de agosto
Nueva producción de Roland Schwab / Decorados: Piero Vinciguerra. Vestuario: Gabriele Rupprecht. Dramaturgia: Christian Schröder. Iluminación: Nicol Hungsberg. Vídeo: Luis August Krawen
Dirección musical de Markus Poschner (director del coro: Eberhard Friedrich)
Reparto: Stephen Gould (Tristán), Georg Zeppenfeld (Rey Marke), Catherine Foster (Isolda), Markus Eiche (Kurwenal), Olafur Sigurdarson (Melot), Ekaterina Gubanova (Brangäne), Jorge Rodríguez-Norton (pastor), Raimund Nolte (timonel), Siyabonga Maqungo (joven marinero).
Minutación: Acto I: 81'43 / Acto II: 79'35 / Acto III: 79'06 / Total: 240'24 (4 h).
Todas las imágenes de este artículo son propiedad del Festival de Bayreuth (www.bayreuther-festspiele.de). Únicamente se muestran para fines divulgativos.
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Sueños y sensaciones

               Un año más, y ya van seis -si tenemos en cuenta el no Festival de 2020- comenzamos las crónicas del Festival de Bayreuth. En este tiempo las circunstancias han cambiado mucho para el aficionado español: si en 2017 teníamos la estela del recién fallecido José Luis Pérez de Arteaga, voz indiscutible de las retransmisiones de Bayreuth desde 2005, en 2022 inicialmente no se habían anunciado ni siquiera retransmisiones en Radio Clásica.
 Un servidor manifestó su queja y pidió explicaciones a la emisora en el buzón que al efecto dispone en su web, no obteniendo respuesta. Parece que otros tantos melómanos han hecho lo propio y la emisora sí dará, al menos, el Anillo en diferido la primera semana de agosto. Afortunadamente, las nuevas tecnologías -y en esto ya estábamos avanzados en 2017- nos permiten escuchar el Festival online a una calidad sonora óptima. Puntualmente la Radio de Baviera daba paso a la retransmisión con las habituales fanfarrias en una voz novedosa, la de Constanze Fennel. La tarde en Bayreuth ha sido calurosa por lo que ha comentado la prensa, notándose en la sala, si bien parece no haber afectado al resultado musical.

               La temporada se abre con la nueva producción de Tristán, inicialmente prevista para 2023 y no asignada a director de escena ni musical alguno hasta finales del año pasado, cuando e adelantó por si acaso la pandemia frustraba el estreno de la nueva producción del AnilloRoland Schwab no es uno de los directores de escena estrella de nuestros días, pero como esto a día de hoy no es garantía de nada, preferimos saber que tiene un currículum serio: discípulo de Götz Friedrich en Hamburgo, su carrera se desarrolla fundamentalmente en teatros alemanes, pero también en el extranjero. Es además profesor en la Universidad de Música y Artes Escénicas de Franckfurt y en la Academia de Teatro de Baviera. Anunció una puesta en escena que fuera una huella de la música y, hace unos días, en una entrevista, prometió una escapada a un mundo de belleza, dejándonos llevar por los estados de embriaguez que propone la música. Schwab se ha mostrado contento con el clima de trabajo en el Festival, donde ha podido trabajar libremente y con apoyo de su directora, Katharina Wagner. Eso sí, ha puesto de manifiesto que la pandemia y el hecho de estrenarse también la nueva producción del Anillo ha hecho que los ensayos escénicos se hayan reducido -quizás tuvimos un tercio, ha declarado-, pero se ha mostrado contento con el resultado gracias a que todos los personajes principales conocen sus papeles, y en particular la pareja protagonista. Dada la función comodín de esta producción, al ser preguntado por un montaje lo menos complicado y adaptado a la pandemia, declaró que algo así, y arguyó: No tengo, como la Ópera Estatal de Viena, más de cien figurantes desnudos, en alusión al polémico montaje de Calixto Bieito que la pasada primavera ha dirigido Philippe Jordan en el coliseo vienés.

Tristán (Gould) e Isolda (Foster)
               Como viene siendo habitual, el Festival ha ofrecido a los medios algunas imágenes del ensayo general, que la Radio de Baviera ha compartido poco antes de comenzar el segundo acto. A falta de conocer con detalle la propuesta, de las imágenes ofrecidas no parece que estamos ante la experiencia lumínica de los Tristanes de Wieland Wagner, aunque sí ha habido elogios a un uso inteligente e impactante de la iluminación en el desarrollo del drama. Poschner parece ubicar la obra en un espacio futurista indefinido un punto demodé, como si del mundo feliz de Huxley se tratase. El vestuario juega con cierta atemporalidad, aunque no prescinde de las ya añejas gabardinas -¿será posible que llevemos treinta años con este recurso, desde que parece que las pusiese de moda Harry Kupfer?-. La paleta de colores parece jugar entre el blanco y negro y gamas azul-violáceas. De lo leído en los medios, la propuesta parte de un espacio ovalado en un crucero de lujo en el que los amantes, tras beber el filtro, quedan atrapados en un meta mundo de pasión y anhelo representado a través de sugestivas proyecciones. La escenografía utiliza elementos moderno-atemporales, pero respeta la esencia del drama y es fiel a la obra. No hay, aparentemente, ni provocación ni planteamientos meta-argumentales.

               Markus Poschner, director de la Orquesta Bruckner de Linz, ha sido un recambio de última hora, sustituyendo al inicialmente propuesto Cornelius Meister antes de afrontar los dos ensayos generales -algún medio habla de tres-, al tener que hacerse cargo este último del Anillo. Su trayectoria es la de un kapellmeister en el sentido más tradicional del término -no peyorativo-, pues en Linz dirige anualmente gran cantidad de títulos operísticos que le permite tener una visión global que siempre suma experiencia a la hora de enfrentarse a un reto de estas características. La última vez que dirigió la obra fue en la temporada 2018/19, teniendo programado un Parsifal en la primavera de 2020 que fue cancelado por la pandemia. La víspera del estreno le dedicaba una entrevista la Radio de Baviera, donde relataba cómo se produjo la llamada desde Bayreuth el pasado 15 de julio proponiéndole hacerse cargo de la inauguración del certamen dirigiendo Tristán e Isolda. Poschner pidió media hora para pensarlo y lo discutió con su familia para poco después dar su conformidad. Se ha mostrado cómodo ante la propuesta de Schwab, director de escena a quien no conocía y con quien ha podido tratar en los últimos días sobre los aspectos escénicos.

Tercer acto, con Tristán (Gould) y Kurwenal (Eiche)
               Poschner se ha mostrado asombrado por el nivel de la orquesta: aquí en Bayreuth comienzas donde nunca llegas a ningún otro lugar, y eso es, por supuesto, lo más grande para el músico. Algo similar ha opinado del elenco, con el que ha mantenido una actitud de mutua comprensión: Tienes a tu disposición grandes cantantes, con los que también puedes entrar en zonas, la llamada "zona roja", donde es muy dificil de llegar. Todo el mundo se arriesga y está dispuesto a torturarse y arriesgarlo todo, esa es la situación ideal para nosotros los músicos. Poschner ya había dirigido a la Orquesta del Festival en su presentación en Abu Dabi en 2019 y también había sido asistente en el Festspielhaus, por lo que conocía de antemano la particular acústica del abismo místico. Conocía a Meister, si bien parece que existen diferencias de planteamiento: cuando Meister se hizo cargo de los ensayos del Anillo de Inkinen se dijo que era más lento que éste, e Inkinen ofreció el año pasado una Valquiria de tempi similares a los empleados por Knappertsbusch en 1958, por lo que es de suponer que desarrollara una planteamiento similar en Tristán. La dirección de Poschner escora más hacia los tempi amplios, aunque sin excesos. De hecho, su inteligente aliento dramático hace que la tensión no decaiga, e incluso de la escucha parece que nos movemos en unos tempi más ágiles de lo que realmente son.

              La jornada inaugural tuvo una acogida unánimemente positiva, sin división de opiniones ni provocaciones, con aplausos superpuestos al acorde final, algo que no es habitual en el Festspielhaus salvo, hace ya décadas, en los festivos Maestros -escuchénse los registros de Karajan (1951) o Varviso (1974), por poner dos ejemplos-, aunque ya se produjo en el estreno del Parsifal de Stefan Herheim con dirección musical de Daniele Gatti en 2008. La puesta en escena ha convencido al respetable y la dirección musical ha demostrado no sólo buen saber hacer sino valía, pese a la tardía incorporación de Poschner. Solvente reparto, con una pareja protagonista que puede con los papeles, lo cual para los tiempos que corren es una alegría. Sobresalen por medios e intención dramática Georg Zeppenfed (Marke) y Ekaterina Gubanova (Brangania), dos indiscutibles en sus respectivos roles. Un punto por debajo Markus Eiche como un Kurwenal liviano y falto de mordiente.

La pareja protagonista
               Markus Poschner sorprende por una lectura vibrante y dramáticamente atenta, pero sin caer en la violencia, la brusquedad o el efectismo fácil. Maneja los clímax con gran naturalidad y redondez -no en vano es un habitual de las sinfonías de Bruckner, donde esto es un aspecto imprescindible- y su propuesta denota clase, lo que es aún más meritorio teniendo en cuenta su tardía incorporación al montaje. En la citada entrevista en la Radio de Baviera apeló al componente de la inmediatez frente a la disciplina obsesiva de los ensayos: 
Todo lo que funciona en el ensayo general está bajo una estrella diferente en el estreno con la presencia de la audiencia y, en última instancia, cambia todos los parámetros. En este caso no hay duda de que su planteamiento le ha funcionado.

               Las primeras notas del preludio no presagian la propuesta general, mostrando unas texturas sedosas y blandas, con aristas limadas y una cuerda diáfana, huyendo de sonoridades musculadas, como si de una sutil evocación se tratase, expuesta con serenidad. Con la primera escena encontramos las primeras señas de identidad de la batuta: marcada articulación en el acompañamiento a Brangania -pero sin resultar marcial-, con una cuerda siempre presente, dejando fluir el discurso con gran naturalidad- y atención a las líneas secundarias de la compleja partitura. El acompañamiento a Isolda en la tercera escena es ágil, brioso y dramáticamente atento, con una cuerda de gran precisión rítmica. Hay detalles originales, como las fanfarrias nítidas de trompeta con las que acompaña a Kurwenal tanto en la segunda escena como cuando entra en el camarote de Isolda. Igualmente, el clarinete en el monólogo de Isolda -Das wär' ein Schatz...-, que culmina explosivo y con una vibrante sonoridad de los metales o el remarque en forma de fanfarria que tienen algunos pasajes del dúo de los protagonistas en el segundo acto. Si hay que destacar una escena, nos quedaríamos desde el encuentro de los protagonistas al final del primer acto, en lo que es un acompañamiento magnífico, de perfecta articulación y sonoridad, calculado control de dinámicas y crecimiento hasta un electrizante final, donde se combina la introspección de los amantes con unas sutilísimas maderas y el júbilo vibrante y explosivo de las tropas del rey en los metales.

               La introducción del segundo acto se beneficia de una planificada distribución de los planos sonoros en las fanfarrias de las trompas, redondas y envolventes. El dúo se desarrolla con fluidez, más desbordante que contemplativo o poético, y la Liebesnacht resulta limpia y pulida. Magnífico su trabajo hacia final de acto, cuidando el entramado de líneas -nítido y preciso arpa- y con un final de gran densidad orquestal que denota la afinidad que el director tiene con Bruckner.

               El tercer acto se inicia más terrenal que evocador o metafísico, con un acompañamiento en todo momento vibrante, quizás con un trazo un punto más grueso y menos sutil en las juegos tímbricos.

Brangania (Gubanova) e Isolda (Foster)
             He de decir que esta crónica la he redactado después de una segunda y atenta escucha de la retransmisión. Si mi primera impresión fue un trabajo notable por parte de Poschner, con algunos detalles de interés, tras una segunda escucha creo que su lectura merece el sobresaliente, pues no sólo denota ilusión y buenas ideas, sino arrojo y compromiso en su visión de la obra, con gran riqueza de dinámicas, funcionando perfectamente como interpretación tradicionalmente romántica de la partitura y apelando al destacado componente sinfónico que tiene el drama wagneriano. Puede haber lecturas más sensuales y hedonistas, casi de efluvios -Thielemann- u otras más analíticas y limpias -Karajan en estudio, Kleiber-, otras que miran más hacia la Segunda Escuela de Viena -la segunda de Barenboim en Bayreuth-, y todas igualmente válidas, pero la lectura de Poschner denota conocimiento no sólo de la partitura sino también del tiempo de su estreno. Es dudoso cómo quedará el plantel de batutas para el año que viene, pero Poschner se merece poder desarrollar su propuesta con un calendario de ensayos completo.

              En cuanto al reparto, Catherine Foster interpreta su primera Isolda en Bayreuth, pero es un papel que ya ha rodado, especialmente en el último año por distintos teatros alemanes -la última función ha sido el pasado 1 de julio en en Leipzig, con Andreas Schager y René Pape, bajo la dirección de Ulf Schimmer-. Por lo que respecta a Stephen Gould, ya fue Tristán en la anterior producción, debida a Katharina Wagner (2015-19), con dirección musical de Christian Thielemann, al igual que Zeppenfeld, quien se alternó con René Pape como Marke. Por su parte, Ekaterina Gubanova afronta el que sin duda ha sido su gran papel wagneriano: Brangania, que ha cantado en las últimas representaciones de la obra en la Staatsoper de Viena el pasado mes de mayo con Schager, Pape, la Isolda de Martina Serafin y el Kurwenal de Iain Paterson -quien encarnó el rol en la anterior producción-, bajo la dirección de Philippe Jordan. Gubanova hizo suyo este rol de la mano de Daniel Barenboim, si bien últimamente lo tiene menos en agenda en favor de otros papeles más dramáticos, como la Venus de Tannhäuser y, desde el año pasado, la Ortrud de Lohengrin.

Gould como Tristán malherido al final del segundo acto
               Stephen Gould, a sus 60 años, es un Tristán maduro, de enorme voz baritonal que maneja con oficio. Su estado vocal es sorprendente bueno, pese a algún portamento y algunas oscilaciones que no empañan un trabajo solvente en el extenuante papel. En la Liebesnacht, desarrollada en piano, el instrumento pierde proyección y se muestra un punto dubitativo. En la recta final del dúo -So starben wir- muestra una afinación un punto dudosa y lentitud de respuesta. Notabilísimo el 
O König, cargado de nobleza y con un bello juego de dinámicas, espoleado por Poschner, que hilvana un magnifico acompañamiento donde se van entrecruzando con naturalidad todo el complejo entramado de líneas y planos sonoros. En el tercer acto demuestra que todavía puede con el extenuante monólogo, si bien existe un cierto vibrato amplio no especialmente molesto. Veremos qué tal termina su tour de force de este año, con Tannhäuser y el Sigfrido del Ocaso. En la mañana del estreno, la Radio de Baviera publicó una entrevista donde el tenor relataba que lleva cantando Tannhäuser veinte y un años, que Sigfrido lo debutó en Bayreuth en 2006 y, para Tristán, que vino unos años después, recurrió a más de dos años de preparación. No cabe duda que la carrera de Gould ha sido larga y exitosa en un repertorio donde muchos abrasan su instrumento en pocos años.

Los amantes en el dúo del segundo acto
               Catherine Foster es una cantante disciplinada, de buena técnica y fiato suficiente, que se ha ganado el respeto de los wagnerianos con su solvente Brunilda, mostrada en la anterior Tetralogía (2013-18). A sus 47 años canta por primera vez Isolda en Bayreuth. La voz no es ni ancha ni oscura, como tampoco especialmente grande, y tiene un timbre claro que no llega a ser pálido ni tampoco especialmente lacerante, 
de agudo fácil un punto rutilante, sin tener tampoco un instrumento campaneante. Se siente cómoda con la parte y la línea de canto nunca se ve comprometida, incluyendo los escarpados agudos que tiene que sortear en la primera escena de los actos primero y segundo y en su monólogo del primer acto. Por tanto, estas credenciales ya son mucho decir para los tiempos que corren. En conjunto convence dramáticamente, especialmente en su monólogo del primer acto, sin cargar las tintas en la dimensión vengativa del personaje, y su voz nunca se confunde con la de su doncella, aunque hay momentos donde se muestra un tanto contenida, como la primera escena del segundo acto -frente a una desbordante Brangania de Gubanova- o el Liebestod, falto de cierta poesía.

              El veterano Markus Eiche se ha convertido en un todoterreno en Bayreuth. Desde su debut en 2007 como Kothner en Maestros, ha pasado como Wolfram por dos producciones de Tannhäuser y también ha sido Donner y Gunther en el anterior Anillo. Este año afronta Kurwenal, y lo hace con sus habituales medios, ya conocidos: la voz no es especialmente grande y tiene un timbre un tanto diáfano. Es un cantante musical, ofreciendo una interpretación equilibrada y con clara dicción, si bien el rol no es el que mejor se adapta a sus particularidades, componiendo un Kurwenal juvenil, un punto aristocrático y amanerado, sobre todo en el tercer acto, con claros ademanes otoñales un punto ensoñadores más propios del Wolfram de Tannhäuser, y falta la virilidad que tradicionalmente se asocia al rol. Tampoco es su mejor faceta afrontar parlamentos ágiles, como se pone de manifiesto en sus intervenciones en el primer acto -en la segunda escena suena un punto desabrido-.

               Ekaterina Gubanova es una elegantísima y a la vez electrizante Brangania, conjugando su timbre aterciopelado con un vibrato rápido, consiguiendo una interpretación nerviosa y dramáticamente atenta en todo momento, con detalles de muy buena factura -nótese su diálogo con Tristán en la segunda escena- y cuyo único pero -menor- es una dicción no del todo clara.

               La voz de Georg Zeppenfeld es aterciopelada y rica en armónicos, ofreciendo un Marke magníficamente cantado, implicado dramáticamente, noble y resonante, y la vez cargado de humanidad y condescendencia por su sobrino. Hacia el final de su monólogo revela un punto de rabia, reflejada en una orquesta vibrante.

               El rol de Melot tiene una tesitura fundamentalmente intermedia, lo que permite que tanto tenores como barítonos se hagan cargo de la breve parte. Sin embargo, Olafur Sigurdarson, quien cantará Alberich en el Anillo, es un bajo-barítono al que la tesitura le viene alta, pasando apuros en sus frases del segundo acto. Físicamente tampoco parecer encajar especialmente en el rol, por edad y por dimensiones, pareciendo más bien Marke.

               Muy bien de estilo y maneras el debutante Siyabonga Maqungo como joven marinero, en la línea clásica de esta parte, con una dicción clarísima y atención a los reguladores. Muy bien el pastor de Jorge Rodríguez-Norton, exhibiendo un instrumento atractivo de cierto vigor que se sale de la tradición de encomendar el rol a tenores de carácter y que me hace pensar que el español bien podría cantar papeles de más relieve, como David o Loge. Bien el timonel de Raimund Nolte, de voz no especialmente grande ni oscura, quien en la anterior producción fue un elegante Melot.

               Magnífico el coro dirigido por Ebarhard Friedrich, como es norma de la casa, si bien en la toma sonora se escucha un punto pastoso y lejano. Desconocemos si se trata de una cuestión de la toma sonora o si se ha optado por algún tipo de medida derivada de la pandemia.

               En definitiva, un Tristán con una batuta muy bien manejada, que ha presentado un nivel homogéneo digno del Festival y algunos detalles originales que denotan clase. Poschner es la evidencia de que los kapellmeister pueden ofrecer un planteamiento maduro de alto vuelo que a veces no está a la altura de batutas mediáticas en un repertorio tan complejo como el wagneriano. Solvente reparto, uno de los mejores posibles. Tristán a día de hoy es de Schager o de Gould, Gubanova es Brangania, y Zeppenfeld es uno de los grandes Marke de nuestros días. Eiche fuera de rol. En cuanto al rol de Isolda, ya en el Tristán de 2019 apunté el interés que tenía en escuchar a Foster, y creo que hoy, tres años después, sigue siendo la opción más realista para un rol en el que Nina Stemme, con 59 años, está ya de retirada, lo mismo que Iréne Theorin, de la misma edad, quien ya el año pasado fue una Brunilda desgastada que este año volveremos a escuchar. También tengo dudas respecto a que Christine Goerke sea mejor opción, con 53, sin cantar el rol desde 2019 y habiendo limitado sus apariciones a los Estados Unidos. Es evidente que el relevo generacional tiene que llegar ya para así poder hacer una transición adecuada, pues aunque el estado vocal del elenco sea bueno, la mayoría de rolesn principales han estado asignados a cantantes que superan los 50 años, a excepción de Gubanova, que tiene 43 y de Foster que tiene 47. Si repasamos nombres históricos, Windgassen se retiró de Bayreuth antes de cumplir los 56, 57 tenían Hans Hotter y Josef Greindl cuando hicieron lo propio, 50 James King, 56 Leonie Rysanek -con sus postreras Kundrys a principios de los ochenta- y Birgit Nilsson lo hizo con 52. Por supuesto que siguieron cantando, pero consideraron que su mejor etapa había pasado, lo cual es evidente a la luz de los registros que nos han llegado. Gould lleva en Bayreuth desde 2004, Eiche desde 2007 y Zeppenfeld desde 2010. Foster es algo posterior, de 2013, y Gubanova no llegó a Bayreuth hasta 2019, pero con años de carrera consolidada.

No parece que este año dispongamos de grabación en vídeo de la obra, pues será el esperado Anillo el que la obtenga. En cuanto al audio, si bien MDR Kultur ofrecía, en principio, la mejor calidad, emitiendo a 260 kbps en formato AAC -equivalente a algo más de 320 kbps en formato mp3-, me he decantado por incluir la grabación de la WDR, que emite a 256 kbps en formato mp3 y, en principio, ofrece menor calidad. Habiendo grabado las dos emisiones, la de la WDR tiene mejor sonido, pues la de MDR Kultur evidencia un sonido más borroso por momentos y con menos empaque, sobre todo en los momentos de mayor densidad orquestal, lo que me lleva a dudar de que la retransmisión se haya ofrecido efectivamente en esa calidad de audio.

Grabación digital procedente de la WDR (Radio del Oeste de Alemania, Colonia) en HD, en formato .mp3 a 256 kbps.
Se incluyen las alocuciones iniciales y finales de la locutora de la Radio de Baviera.

29 DE JULIO DE 2022.

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