Reparto: Clay Hillay (Sigfrido), Michael Kupfer-Radecky (Gunther), Olafur Sigurdarson (Alberich), Albert Dohmen (Hagen), Iréne Theorin (Brunilda), Elisabeth Teige (Gutrune), Christa Mayer (Waltraute), Okka von der Damerau (primera Norna), Stéphanie Müther (segunda Norna), Kelly God (tercera Norna), Lea-ann Dunbar (Woglinde), Stephanie Houtzeel (Wellgunde), Katie Stevenson (Flosshilde)
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Suntuoso en el prólogo, iniciado el primer acto se ha acelerado en demasía, con mucho de rutina y poco que decir, desentendiéndose de los parlamentos que en este acto tienen los distintos personajes. Solvente en los actos segundo y tercero, pero sin alcanzar la rotundidad conseguida en Sigfrido.
El norteamericano Clay Hilley tiene cuarenta años y tengo la sensación que su intervención no ha despertado en los medios la expectación que corresponde al suceso. Cuando apareció en la escena vocal el Sigfrido de Lance Ryan en 2008, la prensa anunció con bombo y platillo el suceso y su éxito fue flor de un día -de hecho, cuando debutó el rol en Bayreuth en 2010 ya se apreciaba cierto desgaste vocal, acusadísimo en los Anillos de 2013 y 2014-. Hillay posé voz y maneras de heldentenor, con un centro ancho y juvenil que asciende al agudo sin dificultad, muestra una sonoridad homogénea en toda la tesitura, frasea con nobleza, con un cierto estilo cantabile y exhibe variedad de dinámicas con gran naturalidas. La emisión puede resultar un punto antigua, recordando a la del histórico Bernd Aldenhoff -en sus buenos años, antes de la década de los cincuenta, cuando aún no había desarrollado ese vibrato caprino estentóreo-, pero en conjunto estamos ante una sobresaliente encarnación del personaje, nada que ver con esos tenores de emisión dura y estrangulada y permanente forte, un estilo que por desgracia ha abundado en las últimas décadas. Hay que decir que Hilley no ha salido de la nada, pues ha cantado hace unos meses los dos Sigfridos en la Deustche Oper de Berlín, en la nueva producción de Stefan Herheim que ha sustituido a la histórica de su maestro, Götz Friedrich, bajo la dirección de Donald Runnicles, en el que fue su debut en el Sigfrido del Ocaso. El juvenil lo cantó por primera vez en 2014. Su repertorio es atípico, con varios títulos del siglo XX, incluyendo el papel de Febo en la deslumbrante Notre Dame de Schmidt. Por lo que respecta a Wagner, ha cantado Erik y Sigmundo y debutará Tristán en la Deustche Oper de Berlín el próximo otoño. El único inconveniente es que en escena tiene una presencia bastante reducida, por su escasa altura y un sobrepeso preocupante.
Iréne Theorin empezó mal, con un enorme vibrato. El instrumento se templó algo en el primer acto al inicio de la escena en la roca de la valquiria, pero en sus contestaciones a Waltraute suena estridente. Las dificultades con el registro agudo son evidentes, a lo que se añade la emisión entubada en el centro, un defecto con el que siempre ha contado la soprano. Algo mejor en el segundo acto, donde parece que se encontraba más cómoda, sobre todo hacia el final del trío del segundo acto, y en una escena de la inmolación si no redonda, sí al menos demostrando tablas. Se hace imprescindible su reemplazo para que esta Tetralogía funcione. Dramáticamente tiene buen temperamento, pero en escena resulta ya difícil camuflar la edad.
Michael Kupfer-Radecky no ha cumplido las expectativas como Gunther, con un timbre muy poco grato, una emisión muy dura y una línea de canto descuidada. Prometía más después de haberle escuchado el tercer acto de La Valquiria el otro día, aunque tengo la sensación que esta caracterización tan poco agradecida viene de la producción. Curiosamente la prensa alemana no se ha hecho demasiado eco de su pobre intervención, probablemente porque tiene el aliciente de una dicción clara, que sin embargo para mí no camufla las deficiencias vocales.
Brunilda (Theorin) y detrás Hagen (Dohmen) |
Gutrune (Teige) y Gunther (Kupfer-Radecky) |
Christa Mayer regresa a un papel que ya afrontó en el Anillo de Thielemann, el de Waltraute, y en el que brilló gracias a su voz oscura y su aliento trágico. Catorce años después de la grabación oficial de aquella Tetralogía, sus posibilidades con el rol siguen ahí, destacando su aliento dramático y su fraseo, pero el instrumento ha perdido esmalte y frescura, sonando un punto ácido y apurada en algún agudo. Además, Meister pasa de puntillas por su monólogo, un fragmento que Thielemann borda, por lo que la comparación con aquella grabación hace empalidecer la prestación aquí ofrecida.
El trío de nornas es desigual, destacando una notable primera norna de Okka von der Damreau, papel que ya afrontara en el Anillo de Petrenko, ofreciendo una interpretación potente de la parte, a salvo de un anecdótico problema de emisión en las primeras frases. Correcta, sin una especial presencia, Stéphanie Müther como segunda norna. Kelly God tiene una voz de sonoridades matroniles no especialmente generosa en el agudo, poco adecuada para la punzante y dramática tercera norna. En el montaje de Schwarz, las nornas son los sueños de la hija de Sigfrido, después de que en el preludio Brunilda le haya leído un cuento. Notable trío de ondinas, con una prestación a similar nivel que en el Oro -Lea Ann Durban (Woglinde), Stephanie Houtzeel (Wellgunde) y Katia Stevenson (Flosshilde)-.
Las máscaras empleadas por el coro en el segundo acto, único atisbo de tradición en la propuesta de Schwarz. |
La nueva Tetralogía no ha empezado bien. En lo escénico ha supuesto un fiasco. Si a la encomendada a Tankred Dorst (2006-10) se le achacaba demasiada parquedad y simpleza en algunos aspectos -si bien siendo fiel al relato- y a la de Frank Castorf (2013-17) la provocación gratuita al trasladar la historia a escenarios bastante sorprendentes, Valentin Schwarz directamente utiliza a Wagner para contar una historia que muy poco tiene que ver con el argumento original y con ideas de poco gusto. En lo musical, ha sabido a poco: nótese que las dos producciones precedentes fueron estrenadas por Thielemann y por Petrenko, dos imprescindibles de la batuta, quienes cosecharon sonorísimas ovaciones. Meister ha cosechado algunos abucheos y hay quien directamente le ha considerado indigno de estrenar un Anillo en Bayreuth. Yo no llego a tanto: considero que ha sido un eficiente recambio frente a Pieteri Inkinen, quien el año pasado tuvo apenas cosas que decir con La Valquiria y a quien seguramente el desafío de este año le hubiera venido grande -no en vano, esa parece que ha sido la razón de su sustitución-. Meister conoce el foso y conoce la dinámica del Festival, pero no es una batuta apabullante que con los ensayos ya avanzados pueda recomponer totalmente el mosaico para hacerlo deslumbrar. En cuanto al elenco, es imprescindible cambiar los roles de Brunilda -Theorin-, Alberich -Sigurdarson- y Fafner -Schwinghammer-. También sería deseable contar con un Sigmundo un poco más ortodoxo -quizás Daniel Kirch, quien ha encarnado a Loge, podría compatibilizar ambos roles, una combinación inhabitual, pero sus sonoridades baritonales se lo permitirían-.
Las Tetralogías con puntos débiles el primer año no son una excepción. Giuseppe Sinopoli no convenció totalmente en el año 2000, obteniendo también algunos abucheos, si bien su fallecimiento meses después contribuyó a tejer un cierto halo sobre su Anillo, que tuvo un descalabro importante con el Sigfrido de Wolfgang Schmidt y un Wotan de Alan Titus que no pasaba de la mera solvencia. La de Thielemann hubo de cambiar a un desgastado Falk Struckmann por Albert Dohmen como Wotan, y no se sacó la espina de la Brunilda estridente de Linda Watson. La de Petrenko también tuvo altibajos en los papeles de Wotan -un Wolfgang Koch expresamente escogido por el director que carecía de nobleza y autoridad para el rol y que se mantuvo en cartel por decisión expresa de aquél- y Sigfrido -un desgastado Lance Ryan que encima repitió al año siguiente-. También resultó muy justo el Alberich de Martin Winkler, si bien fue retirado de cartel al año siguiente por decisión de la dirección del Festival, provocando el enfado de Frank Castorf, quien manifestó haber trabajo especialmente codo con codo con el barítono. Con esto queremos decir que, en una época de crisis de voces wagnerianas -las hay buenas, pero son escasas, y el Festival este año sube a escena nada menos que ocho de los diez títulos posibles-, es muy complicado que el reparto de una Tetralogía resulte redondo al primer año -ni siquiera Wieland y Wolfgang Wagner lo consiguieron en el primer año de sus respectivas producciones-. Probablemente los dos años de retraso hayan forjado unas expectativas excesivas, sobre todo después de los elencos conseguidos para las producciones de los últimos años. La dirección de Meister ha carecido de homogeneidad, con un Oro suave, una Valquiria más afianzada, un buen Sigfrido y un Ocaso desigual, con rutina y despreocupación en buena parte de los pasajes narrativos. No obstante, creo que se merece una oportunidad de exponer su trabajo con los debidos ensayos, algo que no sabemos si se producirá. El sello Deutsche Grammophon publicará online la Tetralogía completa el mes de noviembre. En nuestros días existe una exigencia de inmediatez excesiva, pues es evidente que esta Tetralogía está por mejorar, y probablemente una grabación un par de años más tarde la favorecería, con una dirección más madurada y un elenco retocado.
Oficialmente Inkinen no está apartado de la Tetralogía, pero todo hace pensar que no volverá por Bayreuth. Por su parte, Axel Kober está liberado de Tannhäuser para el próximo año y es quien se ha hecho cargo de la Tetralogía los los últimos años en la Staatsoper de Viena. Además, no podemos olvidarnos del actual director de dicho teatro y ex director de la Ópera de París, Philippe Jordan, quien ha dirigido en el Festival Parsifal y Maestros, y quien probablemente consiga la Tetralogía, si no ahora, para la siguiente producción. Y también estaría Andris Nelsons, a quien pertenecía en origen este Anillo y quien la herida abierta con Thielemann parece que cicatriza, pues ya regresó el pasado año y también está presente éste, si bien con dos conciertos. Con el director berlinés fuera de cartel al año próximo, quien sabe si Nelsons volverá a bajar al foso del Festspielhaus. Las combinaciones sobre el tablero son múltiples, pero para saber la definitiva tendremos que esperar unos meses.
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