Concluimos el Anillo de Clemens Krauss con el Ocaso. Hacemos también una breve referencia a la prácticamente desconocida Novena de Beethoven que, un día antes, dirigiera en el Festspielhaus Paul Hindemith.
Conclusión de la Tetralogía de Clemens Krauss con un reparto sobresaliente en magnífico estado vocal y una batuta luminosa y clara de líneas que pone de manifiesto su predilección por los pasajes más líricos frente a los dramáticos.
Tras una jornada de descanso para la Tetralogía en que se colocó la Novena de Beethoven, llegó el Ocaso. Aquella Novena es uno de los acontecimientos menos documentados del Nuevo Bayreuth, probablemente por ser de los menos interesantes. Si en 1951 había sonado con motivo de la reapertura, como ya sonara al colocar la piedra fundacional del Festspielhaus, ahora lo hacía con motivo de los 70 años del fallecimiento del Maestro. El escogido para dirigirla fue el compositor Paul Hindemith, condenado al ostracismo durante el nazismo y con una persecución a su trabajo que le llevó al exilio en 1938. ¿Por qué él? Hindemith llevaba más de una década asentado en los Estados Unidos y había obtenido la nacionalidad en 1946. Sin embargo, iba a empezar a dar clases en la Universidad de Zurich para el curso 1953/54, por lo que ese verano regresaba a Europa. Reputado teórico y compositor, no destacó como director, faceta que fundamentalmente desempeñó al final de su vida y de sus propias obras, y el repertorio romántico le era ajeno. Como deja claro Emilio José Gómez Rodríguez en El Nuevo Bayreuth de Wolfgang y Wieland Wagner, esta Novena, bajo la apariencia de conmemorar una efeméride traída por los pelos, fue un golpe de efecto, y así declaró Wieland al historiador Panofsky que la sinfonía era lo de menos, lo principal era que él debía dirigirla aquí1. No disponemos de grabación pese a que es probable que la Radio de Baviera recogiera la interpretación, lo que nos lleva a pensar que los resultados artísticos probablemente no fueron altos. El cuarteto vocal, sin embargo, era de altura: Birgit Nilsson en su debut en Bayreuth, Ira Malaniuk, Anton Dermota y Ludwig Weber. Malaniuk y Weber repetirían en la Novena que, un año después, dirigiría Furtwängler. Otra Novena de intereses -si bien musicales y no ideológicos- y ya sin camuflar: su único objetivo era atraer a Furtwängler a Bayreuth después de que su rival Karajan hubiera dejado el Festival2. Desgraciadamente este acercamiento llegó demasiado tarde, pues una pulmonía le arrebataría la vida el 30 de noviembre y no se concretaron planes para 1955.
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Probablemente la única foto existente de la Novena de 1953. De izquierda a derecha: Paul Hindemith,el director del Coro del Festival Wilhelm Pitz y los solistas: Weber, Dermota, Malaniuk y Nilsson. |
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Windgassen como Sigfrido |
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Varnay y Windgassen en el segundo acto |
Curiosamente, el tercer acto se inicia con una garra ciertamente inquietante -lástima que la grabación coloque demasiado atrás la trompa- y que presenta una detallada articulación en la cuerda, con unos rítmicos pizzicati. Elegante y fluido acompañamiento a las ondinas con Sigfrido y pifia anecdótica del solo de trompa en CD4, pista 2, 3:12. Atento y detallista en el acompañamiento a Sigfrido en su relato. Buena marcha fúnebre, sin cargar especialmente las tintas. Como curiosidad, cuando Hagen intenta arrebatarle el anillo a Sigfrido muerto y su brazo se levanta todos profieren un sonoro grito (CD4, pista 10, 7:36). La escena de la inmolación es humana y sincera, de inspiración crepuscular muy adecuada -¿quizás Krauss la veía desde el tamiz de las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss?, con una Varnay sobria e imponente. Escuchamos leves ruidos de tramoya en CD4, pista 12, de 2:25 a 3:03 y más perceptible el soplido del efecto del fuego en pista 14, desde 1:17 a 4:05.
Wolfgang Windgassen compone un Sigfrido fresco, juvenil, jovial y noble, toda una creación del personaje presentada con naturalidad y alejada de ademanes estentóreos. Una interpretación que además crece en la escena central del segundo acto y en el tercero.
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Varnay y Greindl en el segundo acto |
Magnífico el Gunther de Hermann Uhde, que a través de sus inflexiones de voz logra crear un personaje inseguro, vacilante, manipulable, y con una voz que no denota ser la de un joven, lo que se aviene perfectamente con la parte. En todo caso con entidad vocal y alejado de histrionismos. Magnífica evolución, de la inseguridad en su entrada al dolor en el trío del segundo acto.
Fabuloso Josef Greindl, en un magnífico estado vocal: poderoso, con timbre rocoso pero a la vez persuasivo y embaucador -nótese cómo se dirige a Gutrune en dich, Gutrun', ohne Mann (CD1, pista 8, 4:08) y poco después en bänd' ihn Gutrun' zuvor (pista 9, 0:59) para mostrarse intrigante al decirle a ésta que use una pócima para conquistar a Sigfrido. Solidísimo, con una magnífica línea vocal en su monólogo y dramáticamente muy convincente en su vela al inicio del segundo acto.
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Siniestra caracterización del Hagen de Greindl, con tintes demoníacos |
Ira Malaniuk no es la voz más apropiada para Waltraute, de medios netamente líricos y próxima a la soprano corta. Sin embargo, funciona muy bien en la lectura luminosa y ligera de Krauss. Único año en que cantó el rol en el Festival, si bien podemos oírla también el Ocaso de Kna de Munich (1955, Orfeo).
Lujoso trío de nornas en las voces de María von Ilosvay, Ira Malaniuk y Regina Resnik. La tercera norna siempre depara sorpresas en el Bayreuth de los cincuenta, con nombres destacados: los dos años anteriores había sido Martha Mödl y ahora el testigo lo tomaba la norteamericana que, sin embargo, muestra apuros en la zona alta, si bien suena imponente.
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Hermann Uhde, el Gunther de este Ocaso, en una foto de 1953 |
Un reparto magnífico en excelente estado vocal que no se lleva el excepcional porque los roles de Gutrune y Waltraute llegarían a lograr creaciones históricas en años posteriores. Krauss no se lleva el sobresaliente por un segundo acto un tanto desentendido, si bien
Concluimos así uno de los Anillos icónicos del Nuevo Bayreuth, único en su género por su luminosidad, fluidez y elegancia, con un magnífico reparto, primer año de los elencos de los de siempre, absolutamente fresco y hecho en su mayoría -Vinay algo inseguro en el primer acto de Valquiria, Resnik con apuros en la zona alta y Falcon insuficiente como Freia-. En años posteriores se puliría más si cabe. Tras las lecturas tradicionalmente románticas de Keilberth y las colosales de Kna, en la década de los sesenta Rudolf Kempe procuraría una línea cantábile -si bien el foso no se le hizo especialmente cómodo y tuvo dificultades en cuanto al balance, quedándole amortiguado-, o Böhm una transparencia luminosa -menos preciosista pero más atento al drama-, mientras que Karajan, pretendiendo llevar al estudio estos planteamientos hasta las máximas consecuencias, acabó por perder el foco en el drama, contando además con cantantes inferiores vocalmente y en algunos casos con sus roles sin hacer. El sonido ya no es un aliciente en sí mismo para este Anillo, pues todos los posteriores lo superan -cuestión distinta es acudir a la , sí el estilo interpretativo de Krauss, que depara grandes momentos: toda la primera escena y el final del Oro, el final de Valquiria, el dúo final de Sigfrido o el prólogo y la escena de la inmolación del Ocaso. Un Anillo que hay que conocer.
JUNIO DE 2024.
Parece que las restauraciones de sonido de hace 20 años han quedado algo obsoletas. Se habla últimamente de aplicar la IA a estas grabaciones históricas para convertirlas en estéreo. Veremos a ver en qué queda todo, pero en principio la posibilidad me despierta curiosidad e interés. Un saludo.
ResponderEliminarSe están retomando las grabaciones de los años dorados del Nuevo Bayreuth. Sólo hace falta visitar la web de Pristine Classical y ver lo que oferta (Anillo y Parsifal de Krauss, Tristán de Karajan, Anillo de Kna de 1956 y Parsifal de 1951). Por poner una pega, no sé si estas intervenciones a veces consiguen un sonido demasiado brillante y un punto alejado de la realidad. Con Krauss puede funcionar, pero habría que escuchar detenidamente lo que consigue con Kna, que optaba por una sonoridad apoyada en el grave.
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