El Anillo de Clemens Krauss (Bayreuth 1953): IV. Sigfrido

 Continuamos con el análisis del Anillo de Clemens Krauss con Sigfrido, jornada culminante de este ciclo.

SIEGFRIED

Festspielhaus Bayreuth, 10 de agosto de 1953
Clemens Krauss

Siegfried: Wolfgang Windgassen
Mime: Paul Kuën
Der Wanderer: Hans Hotter
Alberich: Gustav Neidlinger
Fafner. Josef Greindl
Brünnhilde: Astrid Varnay
Erda: Maria von Ilosvay
Stimme des Valdvogels: Rita Streich

Dirección:
Elenco:Excepcional
Sonido:

Llegamos al punto culminante de este Anillo: un elenco de los de siempre en magnífico estado vocal y con un Krauss que, si en inicio no está muy metido en drama, en seguida se centra y ofrece momentos brillantes.

Final del primer acto, con Windgassen (Sigfrido) y Kuën (Mime)

        Krauss inicia la segunda jornada con un preludio pulcro pero lineal, un tanto desentendido en cuanto a paleta orquestal e intención dramática. Esto último también se aplica a la intervención inicial de Mime, donde a la orquesta le falta progresión en la narración. Las cosas mejoran en el torneo del saber, donde la batuta se contagia de unos incandescentes Hotter y Kuën y conjuga tensión con un arco de la línea melódica bien trazado. Muy bien llevada la tercera escena, donde la fogosidad de Windgassen se ve acompañada por una batuta trepidante que culmina en unas frescas e impetuosas fragua y forja. A considerar que, pese a la frescura general reinante, con texturas ligeras y luminosas, no hay tempi rápidos: el primer acto dura algo más de 81 minutos, no entrando en un CD.

En el segundo, tras una primera escena bien acompañada, nos vamos a unos sutiles murmullos del bosque que no tienen una toma sonora demasiado buena -las maderas quedan demasiado atrás- y donde además la flauta está fallona -modo menor en la primera aparición (CD2, pista 9, 2:56) y en la segunda no se muestra del todo ágil -vuelve a dar una nota en modo menor en la reaparición del tema del bosque cuando aparece el pájaro (CD2, pista 12, 0:28)-. El solo de trompa también presenta fallos (pista 10) en el tema inicial, no así en su desarrollo, que suena perfectamente limpio. La lucha con el dragón se nos presenta equilibrada, a buen tempo. Quizás se eche en falta un punto más de peso dramático tras la muerte de Mime y la intervención larga de Sigfrido, que en todo caso se beneficia de la fluidez de la batuta. El acompañamiento al pájaro del bosque es de un lirismo luminoso bellísimo.

El tercer acto sin duda es excepcional. Se abre verdaderamente tormentoso, mascándose la tragedia, como si el inexorable paso del tiempo hiciera el devenir de los acontecimientos inevitable. El encuentro de Sigfrido con el Viandante crece en progresión dramática hasta el derroche de alegría que supone el cruce del fuego por el protagonista en la roca de la valquiria. Magnífico interludio, cargado de lirismo En cambio, en su acompañamiento a Windgassen en su llegada a la roca de la valquiria acaba por desentenderse del aspecto dramático. La batuta fluye cómoda en el pasaje que precede al despertar de Brunilda, sin especial pathos, pero se imbuye de aliento dramático, rebosando júbilo, apenas Varnay ha cantado unas pocas frases -nótese el pasaje orquestal en CD4, pista 7, 3:46, magnífico de todo punto-. Buen dúo final, que rezuma frescura y alegría. Algunos aplausos incluso se adelantan a la conclusión orquestal.

Varnay y Windgassen como Brunilda y Sigfrido

        Wieland tenía puestas grandes esperanzas en Wolfgang Windgassen. Si Kna tenía iniciales reparos al tenor para la reapertura -el hijo de Fritz Windgassen, ese tenor corbata1- por su predilección por las voces de la vieja escuela, el nieto del Maestro había venido trabajando muy a gusto con él en Parsifal en 1951 y 1952: voz juvenil, cálida y, sobre todo, un auténtico animal escénico que hacía suyo el rol gracias a una inteligencia dramática innata. Le animó a preparar Sigfrido y el tenor suavo lo debutó en Nápoles en la ya mencionada producción de Wieland con Kna en el foso. El debut debió ser exitoso y Wieland se quitó de en medio el engorro que había supuesto cubrir el personaje el año anterior2: Bayreuth había encontrado al Sigfrido ideal. Si bien en años posteriores iría profundizando psicológicamente en el rol, aquí ofrece una magnífica interpretación, fresca y elegante. Una de sus grandes especialidades, el saber decir como nadie el Wie die Jungen den Alten gleichen a Mime, cuando discute con él sobre su paternidad, aquí se nos muestra maravilloso (CD1, pista 6, 5:56). Este registro contiene el histórico despiste del tenor en la fragua y en la forja: en la fragua entra tarde (pista 8, 0:21), aunque consigue ajustarse unos segundos después en los Hoho!; en la segunda estrofa se le escapa un espontáneo O-Hoho! (1:39) y, en general, tiene una medida variable, con un Krauss preocupado en seguirle; en la forja se despista en la entrada tras la primera estrofa, entrando tarde (CD2, pista 1, 1:00) y descuadrando después los Hoho!, repite retraso en la segunda entrada (2:48) y descuadre en los Hoho! Tras un modélico segundo acto, exhibiendo frescura y lirismo, en el tercero se enfrenta al Viandante con desparpajo juvenil, culminando su llegada a la roca de la valquiria con un do4 cantado con absoluta naturalidad. En todo el monólogo previo al despertar de Brunilda Krauss le deja bastante libertad, discurriendo con comodidad. En el dúo con Brunilda se muestra fresco y apasionado. Años después la voz ganaría oscuridad y mayor profundización psicológica, pero no cabe duda de que su primer Sigfrido en Bayreuth, recién cumplidos los cuarenta, sorprendió y hoy sigue sorprendiendo.

Paul Kuën encarna su histórico Mime, con una voz bien timbrada, incisiva pero con cuerpo, y aquí, gracias a la batuta de Krauss, un tanto cantábile a lo largo del primer acto. En su encuentro con Alberich se vuelve más salvaje, denotando su obsesión por el anillo.

Modelo para la roca de la valquiria en el Sigfrido de 1953

        Hans Hotter es un Viandante impetuoso en su intervención con Mime, atentísimo a la dicción e intención dramática y exhibiendo un poderío un punto feroz con el nibelungo. Poderoso igualmente con Alberich en el segundo acto, mientras que en el tercer acto es posible notar su evolución hacia la resignación a lo largo del dúo con Erda, que se refleja en un punto de nasalidad.

        Gustav Neidlinger ofrece un Alberich un punto más vehemente e incluso desesperado que en otras ocasiones, en un magnífico estado vocal.

Josef Greindl compone uno de los relatos mejor acabados de Fafner desde la perspectiva humana más que animalesca, un personaje que en su interpretación tiene progresión: de su poderío al ser despertado por el Viandante, con un timbre granítico y expresión impertérrita, a sus tintes animalescos cuando sale al encuentro de Sigfrido y, finalmente, su resignación cuando se ve abatido por el héroe. Como ocurre en las grabaciones de aquellos años, la toma se torna un punto borrosa cuando sale al encuentro de Sigfrido debido al soplido de fondo procedente de los efectos escénicos del dragón (CD2, pista 10, desde 1:50).

Excepcional pájaro del bosque de Rita Streich, una de las grandes sopranos de coloratura de todos los tiempos, en el mismo año que grabara la Reina de la Noche en La Flauta Mágica de Ferenc Fricsay (DG), luciendo sutiles agudos. Segunda y última aparición en el Festival de la cantante.

María von Ilosvay es una Erda serena con una equilibradísima línea de canto pero sin dejarde lado la parte dramática: nótese cómo pregunta a Wotan was weckst du mich, / und frägst um Kunde / nicht Erdas und Wotans Kind? (CD3, pista 5, 5:12), creciendo hasta un apocalíptico veredicto: wehret dem Recht, / herrscht durch Meineid? / Laß mich wieder hinab! / Schlaf verschließe mein Wissen! (pista 6, 1:05).

Astrid Varnay es una Brunilda poderosa e impertérrita en su despertar, desbordante vocal y dramáticamente.

En definitiva, un elenco excepcional y una dirección sobresaliente -quizás el Oro haya quedado como icono del estilo de Krauss, pero este Sigfrido se muestra asimismo magnífico-.

MAYO DE 2024.

____________________
1 El apelativo parece que procede de que Kna consideraba que a Windgassen parecía que le apretaba la corbata al cantar. El episodio lo relata Wolfgang WAGNER en sus memorias, Acts, Weidenfeld & Nicolson,  1994, p. 107.
2 En 1951 el personaje había estado en manos de Bernd Aldenhoff, tenor predilecto de Kna y probablemente audicionado por recomendación de aquél. Sus ademanes de la vieja escuela probablemente no satisficieron a Wieland y, al año siguiente, aduciendo que quería diferenciar los caracteres del personaje, le sustituyó en el Ocaso por Günther Treptow, quien también cantaba Sigmundo, manteniendo a Aldenhoff en Sigfrido. Durante los ensayos del Ocaso hubo diferencias entre Wieland y Treptow y éste declinó cantar el rol, interviniendo sólo como Sigmundo. Wieland propuso a Aldenhoff participar en el Ocaso, pero el tenor se excusó aduciendo problemas de agenda. Treptow propuso entonces que se contara con el veterano Max Lorenz, lo que supuso una puñalada a Wieland, pues el nieto del Maestro había publicado poco antes un artículo donde alababa las voces del Nuevo Bayreuth a costa de despreciar a los cantantes de la vieja guardia, y ahora se veía obligado a contar con el heldentenor por excelencia de la Alemania del III Reich. Lorenz, por su parte, estuvo encantado, pero Wieland fue consciente de que esta situación no podía prolongarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario