El Parsifal de Christian Thielemann en Viena (2005)

Comentamos una de las grabaciones más destacadas de Parsifal en el siglo XXI: la de Christian Thielemann publicada por DG, procedente de varias tomas en vivo en la Staatsoper de Viena en junio de 2005, hoy descatalogada.

PARSIFAL

Staatsoper de Viena, junio de 2005
Christian Thielemann

Amfortas: Falk Struckmann
Titutel: Ain Anger
Gurnemanz: Franz-Josef Selig
Parsifal: Plácido Domingo
Klingsor: Wolfgang Bankl
Kundry: Waltraud Meier
1. Gralsritter: Benedikt Kobel
2. Gralsritter: In-Sung Sim
1. Knappe: Daniela Denschlag
2. Knappe: Janina Baechle
3. Knappe: John Dickie
4. Knappe: Peter Jelosits
Klingsors Zaubermädchen: Inna Los
Klingsors Zaubermädchen: Bori Keszei
Klingsors Zaubermädchen: Antigone Papoulkas
Klingsors Zaubermädchen: Simina Ivan
Klingsors Zaubermädchen: Ildikó Raimondi
Klingsors Zaubermädchen: Nadika Krasteva
Altsolo: Janina Baechle

Dirección: 
Excepcional
Elenco:
Sonido:

Christian Thielemann en la Staatsoper de Viena ofrece un gran Parsifal, con la mejor dirección en disco desde Knappertsbusch, y un notable elenco encabezado por Plácido Domingo y Waltraud Meier, ya en la recta final de sus carreras pero sentando verdaderas lecciones interpretativas. Un documento sonoro muy interesante y que por desgracia ha quedado descatalogado, probablemente por la aparición de un segundo registro del director, en vídeo, procedente del Festival de Salzburgo de 2013.

El director berlinés había causado un revuelo mundial tras sus Maestros en el Festival de Bayreuth de 2000, a los que uniría Parsifal en 2001 y Tannhäuser en 2002. Bajo contrato de DG, el sello amarillo llegó a un acuerdo con la Staatsoper de Viena y la ORF para registrar varias funciones de Tristán en mayo de 2003 y publicar su interpretación. El procedimiento se repetiría con Parsifal en junio de 2005, aprovechando las funciones de los días 23, 26 y 30 de junio de la producción de Christine Mielitz -a quien se debe también el Lohengrin de Dresde que grabara en 2016-, estrenada por Donnald Runicles en la primavera del año anterior. A diferencia de aquél montaje, éste para Viena cosechó abucheos frecuentes por su mensaje confuso y los decorados debidos a Stefan Meyer: una suerte de sociedad masculina militarizada que en el primer acto parece ubicarse en una escuela de esgrima y con las mujeres con vestimentas de tintes musulmanes, mientras que el segundo se desarrolla en una sala moderna con sofás rojos y Kundry y las muchachas-flor  ataviadas con trajes rojos de noche, mientras que el tercero se desarrolla en penumbra con proyecciones, hasta llegar a la escena final. En la temporada 2004/05 se repuso en enero de la mano de Simon Rattle, en marzo de nuevo con Runnicles y Peter Schneider y en junio con tres funciones a cargo de Thielemann. En un momento en que las grandes grabaciones de estudio habían pasado a mejor vida, el sello amarillo sorprendió con una edición en vivo homologable al estudio y lujosa publicación: caja de cartón negro, carátula con maravillosas fotografías interiores, preciosa serigrafía en los discos, y librillo en alemán, inglés y francés, libreto y comentarios. Como en los buenos tiempos.

Waltraud Meier como Kundry en el primer acto

        El notable reparto está escogido entre lo mejor de los habituales de la Staatsoper, en una producción que tuvo bastante dispersión en su elenco: así, el estreno estuvo encomendado a Johan Botha (Parsifal), Robert Holl (Gurnemanz), Angela Denoke (Kundry), Thomas Quasthoff (Amfortas), Walter Fink (Titurel) y Wolfgang Bankl (Titurel). Para enero de 2005 hizo aparición Waltraud Meier como Kundry y Stephen Milling como Gurnemanz, dos cantantes más interesantes, pero el protagonista estuvo a cargo del más insustancial Thomas Moser. Las funciones de marzo estuvieron protagonizadas por Torsten Kerl y aparecieron Struckmann como Amfortas y Anger como Titurel, mientras que Gurnemanz estuvo a cargo del vetarano de la casa Kurt Rydl y Kundry estuvo a cargo de Mihoko Fujimura. Con Thielemann apareció Domingo y Meier retomó el rol, componiendo una pareja mediática, mientras que Franz-Josef Selig se hizo cargo de Gurnemanz. Hubiera sido interesante el regreso de Thomas Quasthoff, barítono superior, pero Struckmann es buena baza como Amfortas. El berlinés volvió a dirigir esta producción en las Semanas Santas de 2008 y 2012, sin Domingo ni Meier -Parsifal fue Thomas Moser y Simon O'Neill y Kundry Mihoko Fujimura y Angela Denoke-, con Struckmann y Bankl, y con los Gurnemanz de Stephen Milling y Kwangchul Youn. El montaje pudo verse por última vez en la Semana Santa de 2016, con Adam Fischer en el podio y la pareja formada por Stephen Gould y Violeta Urmana, junto a Falk Struckmann ahora como Gurnemanz y Michael Volle como Amfortas. Es el único registro que recoge a la pareja Domingo-Meier, quien ya en 1991 y de la mano de Riccardo Muti protagonizaron un destacado dúo en la inauguración de la temporada de La Scala con el Festival Escénico Sacro. En el programa de mano de estas funciones se recogía la petición de Thielemann de no aplaudir al final del primer acto, como dicta la tradición.

El sonido es magnífico: un estéreo natural, nítido, que capta todos los detalles, desde los pianissimi a los fortissimi, sin que los primeros se escuchen bajos ni los segundos saturados. No le damos la máxima calificación por considerar que una toma no tan cercana y un punto más envolvente hubiera beneficiado a la orquesta, dotándola de más atmósfera si cabe. Los aplausos están cortados, no existen ruidos procedentes del público y sólo algún ruido leve de escena que dota de inmediatez a la escucha.

La lectura de Thielemann dura 4 horas y 2 minutos -cinco minutos más rápida que la ofrecida en Bayreuth en 2001-. En conjunto es más rápida que las de Kna -su registro más rápido, el del Festival de Bayreuth de 1960, dura 4 horas y 4 minutos-, ahora bien, los 69 minutos del segundo acto y los 74 del tercero sí están dentro de las minutaciones que empleara el Sumo Sacerdote wagneriano -así, cada uno de estos actos dura un minuto más que los de Kna en el registro de 1962-, y Thielemann acelera en la primera parte del primer acto. Su lectura combina solemnidad luminosa con poesía y se presenta perfectamente articulada, con especial atención al control de dinámicas y a la belleza tímbrica, ofreciendo un orgánico orquestal compacto y dúctil. Ya desde el preludio llama la atención su precisa y atenta articulación, con absoluta atención a la tensión-relajación que se va produciendo en las frases, alejado de cualquier discurso melifluo, algo que se produce también en la Verwandlungsmusik, donde la cuerda grave aparece como perfecto contraste rítmico a la línea principal. Ello no está reñido con la elegancia y la redondez del sonido, características que también están presentes. La transparencia, otra de sus señas de identidad, hace también presencia. Quizás pueda echarse en falta un clímax más impresionante en el preludio, pues éste no llega a apabullar como como los de Kna (CD1, pista 1, 6:30). Thielemann deja escuchar en el motivo de la Fe la nota de paso en las violas (pista 2, 1:06), un detalle armónicamente muy bello y que casi siempre pasa desapercibido -en el primer registro donde queda patente es en el de Boulez en el Festival de Bayreuth de 1966-. Hay varios crescendi impresionantes: en la entrada de Kundry (CD1, pista 3, 0:10), cuando los caballeros señalan a Parsifal por haber matado al cisne (pista 8, 0:48) o la progresión conseguida en la escena de la comunión (CD2, pista 7). Hay también momentos formidables por su tensión, como cuando Kundry revela a Parsifal que su madre ha muerto (CD1, pista 9, 2:46), con una cuerda absolutamente precisa a las órdenes de un Thielemann arrojado; tras proferir Kundry el und lachte! en el segundo acto, donde queda un silencio de trece segundos; o en el interludio que conduce a la escena final (CD4, pista 10), con un subsiguiente coro que crea una atmósfera asfixiante y desesperada.

El tratamiento del viento como un órgano ofrece detalles de gran belleza: en el preludio, en el acompañamiento a Gurnemanz cuando ve aparecer a Amfortas hacia el baño (CD1, pista 3, 2:12), en su posterior monólogo (pista 7, 0:36) o cuando Parsifal presenta la lanza a Gurnemanz (CD4, pista 5, 0:26). El juego entre secciones orquestales en la sala del Grial está muy bien conseguido -nótese la transición en CD2, pista 2, 2:41 o unas campanas impresionantes desde las profundidades en pista 3, probablemente las más espectaculares de toda la discografía (no resultan tan impresionantes, sin embargo, al final del acto)-.

Su dirección está cargada de progresión dramática, pero destaca sobre todo la escena de la sala del Grial del primer acto, perfecta conjunción musical y dramática, con un control absoluto del entramado orquestal y coral y de los distintos pasajes de la partitura, incluyendo aquellos que muchas veces se pasan por alto -nótese el descubrimiento del Grial (CD2, pista 6), con todo el entramado de cuerda grave perfectamente expuesto y, al aparecer el tema principal en los violines se aprecia, nítida, la línea de los cellos (2:07 a 2:33)-. En el segundo acto, tras un preludio que destaca por su monumentalidad, la escena de Klingsor se revela pulcra, falta de una cierto cataclismo, dando paso a una escena de las muchachas-flor a tempo contenido, cargada de preciosismo, y un dúo sereno, crepuscular y cargado de misterio, muy personal y quizás no apto para todos los gustos. El tercer acto se abre con un preludio bien manejado en tensión, al que sigue una atmósfera muy evocadora, con algunos detalle tímbricos maravillosos -nótese el clarinete bajo con la línea del motivo de Viernes Santo en CD4, pista 7, 0:46-. En la conclusión orquestal (pista 14), Thielemann nos depara sorpresas además de la presencia de las arpas: la línea del clarinete bajo (0:47) y los trinos en los violines (0:55). La presencia de los contrabajos de 3:32 a 3:42 recuerda a Kna.

Domingo y Meier como Parsifal y Kundry
en el tercer acto

        Plácido Domingo ofrece aquí el que probablemente haya sido su mejor trabajo wagneriano. A sus 64 años conservaba en buenas condiciones su instrumento, oscurecido con los años pero que sigue sonando juvenil. La tesitura eminentemente central del rol siempre le vino cómoda. La dicción es discutible y la vocalidad no es muy wagneriana, con apoyo en las vocales, pero convence por su arrojo y por un timbre un punto baritonal, a salvo algún apuro en el Amfortas! Die Wunde! (CD3, pista 10). En el tercer acto ofrece un magnífico retrato de un caballero sereno y maduro, cargado de otoñalidad, pese a notársele un punto fatigado en su intervención inicial (CD4, pista 4). En los Encantamientos de Viernes Santo incluso exhibe mezza voce, algo que siempre le ha costado. En su entrada final se le escucha un punto alejado, como si cantara desde el fondo del escenario (CD4, pista 13). El tenor madrileño preparó el rol con Thielemann meses antes de estas funciones, y se nota. 

      El Gurnemanz de Franz-Josef Selig está imbuido de sus peculiaridades canoras: un bajo profundo de voz madura pero rica en armónicos, con ciertas limitaciones en el agudo que la tornan seca -nótese, por ejemplo, en su narración del primer acto, en CD1, pista 6, 0:26- y una línea de canto muy atenta al texto, de tintes liederísticos y cargada de matices. Su interpretación, más de venerable guerrero en lo canoro, resulta un tanto dulzona en su expresión. En el tercer acto comienza un punto doliente en su encuentro con Kundry, destacando en el monólogo posterior, reflexivo e introspectivo, pese a andar un punto corto de fiato en las últimas frases -nótese en CD4, pista 7, a partir de 2:25-, con un clímax orquestal rotundo.

Waltraud Meier, a sus 59 años, ofrece la séptima y última aproximación publicada de su Kundry1, el rol que más tiempo ha tenido en agenda -34 años, apareciendo en 27 producciones distintas, por detrás va su Isolda, que cantó durante 22 años2-, lo que conduce aquí a una interpretación dramáticamente muy aquilatada, con un magnífico primer acto, pero vocalmente ya pasado su mejor momento vocal: en el segundo se hace patente que la voz tiene menos volumen y ha perdido fiato y estabilidad, pero el dominio del personaje es incuestionable. Thielemann la acompaña con cuidado en su relato (CD3, pista 8), sorteándolo con profesionalidad y sin descalabros. También el Lachte! (pista 11, 2:16) está bien cantado, al que sigue una enorme pausa de trece segundos que corta el aliento. Meier parece que se reserva para el tramo final del dúo, frenética sin merma de calidad. En definitiva, toda una muestra de profesionalidad de una de las cantantes que han disfrutado de una carrera larga y bien planificada.

Struckmann (Amfortas). A la derecha
Selig (Gurnemanz)

        Falk Struckmann ha sido uno de los bajo-barítonos wagnerianos más destacados de la década de los noventa y la de los dos mil, con una carrera estrechamente ligada a la Staatsoper. En Bayreuth cantó el rol de Amfortas a finales de los noventa. Nunca ha sido del agrado de todo el mundo, tachándolo de irregular. Su timbre es peculiar, cavernoso y rocoso, y suele presentar cierto vibrato amplio al cantar frases largas en la zona baja, lo que aquí se hace patente en su intervención camino del lago. Sin embargo, en su monólogo en la sala del Grial se muestra vigoroso y noble, con un fraseo rotundo, y cuyo único pero es el apuro que pasa en el sol 3 en daraus es nun strömt hervor (CD2, pista 5, 3:58). No así en los Erbarmen!, cantados con arrojo.

Un juvenil Ain Anger -34 años contaba al tiempo de esta grabación- no tenía voz para encarnar a Titurel: falta oscuridad y anchura, sonando demasiado liviano y sin autoridad, sobre todo después de venir escuchando a Selig.

Klingsor está a cargo de Wolfgang Bankl, miembro del elenco estable de la Staatsoper desde 1993, que presenta una voz un punto liviana y que desarrolla una interpretación demasiado pulcra, sin profundizar en el complejo personaje, por lo que el resultado no pasa de la mera corrección.

Correcta sin más Janina Baechle en el solo. A buen nivel caballeros y escuderos, como se
espera de la Staatsoper. Muchachas-flor un punto por debajo, no absolutamente redondas pero solventes. 

Magnífico el Coro de la Staatsoper, dirigido por Ernst Dunshirn, envolvente en el forte y flexible en las sutilezas, muy atento al color y al entramado armónico creado por Wagner.

Bankl como Klingsor (la fotografía procede
de la reposición del montaje en 2013)

        La conjunción Thielemann-Viena-DG produciría un tercer registro en 2011, nada menos que el Anillo, publicado en 2013 con motivo del bicentenario del Maestro y su segundo tras el registrado en Bayreuth en 2008. Por desgracia, ni artísticamente ni en términos de sonido, consiguió emular a los dos trabajos precedentes, en particular a este Parsifal, la mejor contribución a este proyecto y que tiene la mejor dirección desde el último de Kna (1964, Orfeo)En el mercado existe un segundo registro de Thielemann, en vídeo, procedente del Festival de Pascua de Salzburgo de 2013, con la Staatskapelle Dresden y los coros de las Óperas de Dresde y Munich, con un elenco un punto inferior. La dinámica de mercado del sello amarillo parece que ha motivado que el primer registro que estamos comentando se encuentre descatalogado. Transcurridas casi dos décadas, razones artísticas aconsejan su reedición. Tampoco podemos olvidar el éxito obtenido con la obra en el Festival de Bayreuth de 2001, último año de la segunda producción de Wolfgang Wagner, estrenada en 1989, con un reparto icónico de wagnerianos de aquél momento -Elming, Hölle, Urmana, Schmidt, Welker- y que circula por la red. Las críticas hablan maravillas del que dirigiera en el Festival de 2021 en versión de concierto, dentro de los Festivales de pandemia, con un reparto también a considerar -Gould, Zeppenfeld, Lang, Volle, Gröissbock, Welton- y del que por desgracia no tenemos testimonio sonoro. Parsifal no es el título wagneriano que más se asocia a Thielemann, pero si estuvieran publicados estos cuatro registros cambiaría nuestra percepción.

ABRIL DE 2024.
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1 Las seis anteriores son: Goodall (1984, EMI) -en estudio-, Levine (Bayreuth 1985, Philips) -hoy descatalogado pero presente en la caja The Great Operas from the Bayreuth Festival, de DECCA-, Barenboim (1990, Teldec) -en estudio-, Barenboim en la Staatsoper de Berlín (1992, EuroArts, en vídeo), Levine en el Metropolitan (1993, DG, en vídeo) y Nagano en Baden-Baden (2004, Opus Arte, en vídeo).
2 Así lo indicó la propia Meier en una entrevista que le realizó la revista Pro ópera en julio de 2017 y que puede leerse completa aquí. Se despidió del rol en 2016, con Barenboim en la Staatsoper de Berlín y con Andreas Schager como Parsifal.

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